Claudio Lucero (84) se pasó su niñez subiendo los cerros de Iquique, la ciudad donde nació. Su papá lo llevaba a excursiones en las que podía respirar la libertad de las cumbres del desierto y contemplar la ciudad y las estrellas en la noche. De él aprendió las primeras lecciones de montañismo y a los veintitantos ya estaba llevando a sus propios alumnos a la punta del cerro porque, para él, ese deporte es un pretexto para enseñar valores.
Lucero llegó a Santiago en la década del 50 e hizo todas las cumbres que pudo en los alrededores de la ciudad. Subía libremente el Provincia, el Punta de Damas, el Tambor o el Abanico. En los 70, gracias a una beca, se tituló como instructor en la Escuela de Alta Montaña de la ex Unión Soviética y al volver a Chile lideró un proyecto para enseñar montañismo a niños y jóvenes de sectores populares durante el gobierno de Salvador Allende. Desde entonces, Lucero ha formado generaciones de deportistas y participó en la primera expedición chilena que llegó a la cumbre del Everest hace 25 años.
Pero dice que las cosas han cambiado y que cada vez es más difícil subir cerros, porque "las montañas en Chile son privadas". Empresas mineras, hidroeléctricas o "privados que se consiguieron un buen dato para comprarlas y que cobran por dejar pasar o no permiten el paso", asegura.
Se queja de lo mismo el editor de la revista Escalando, Sergio Infante (34), quien lleva más de diez años subiendo montañas. En febrero pasado quiso intentar un desafío que tenía pendiente: el volcán Maipo, de 5.300 metros de altura, picos nevados y ubicado a sólo 110 kilómetros de Santiago. Infante tomó un bus a Mendoza y desde ahí viajó otros 200 kilómetros hasta la Reserva Laguna del Diamante, en Argentina, y al tercer día de ascenso llegó a la cumbre que buscaba. "El espectáculo era sobrecogedor".
¿Por qué subió desde el país vecino? "Porque en Argentina el acceso al volcán es libre y por una reserva natural; en Chile, en cambio, es propiedad privada y restringido, lo que me parece aberrante", responde. El volcán Maipo es uno de los protagonistas del documental El país de las montañas prohibidas que prepara Infante para crear conciencia sobre a este tema. A simple vista, Chile está frente a una paradoja: el 64 por ciento de su territorio es montañoso, concentra más del 80 por ciento de los glaciares de Sudamérica y por estos días aspira a convertirse en el Mejor Destino de Turismo Aventura del mundo, en los World Travel Awards, también conocidos como los Oscar del rubro, pero en el que el acceso a esos lugares es cada vez más limitado. "Chile se promueve como un destino de montañas, pero si quiero subir el volcán Maipo, no puedo; si quiero ascender el cerro Negro, no puedo; si quiero ir al glaciar Olivares, no puedo... ¿De qué me hablan?", dice.
Cristián Donoso, docente de ingeniería en Expediciones y Ecoturismo de la U. San Sebastián, explica que sólo entre los volcanes Tupungato (al sur del Aconcagua, en la Región Metropolitana) y Maipo existen "siete portones" de áreas privadas o empresas que impiden llegar desde este país a las principales cumbres compartidas con Argentina. Por eso, los montañistas prefieren hacerlo desde el otro lado. "Es como el tapón de una botella, nadie puede pasar a zonas maravillosas que podrían ser aprovechadas por los chilenos", dice.
Según Donoso, el problema cobra relevancia además porque hay un creciente interés de la ciudadanía por conocer el territorio y hacer actividades al aire libre. Él ha sido testigo de eso porque es director de Andeshandbook -agrupación que trabaja documentando y difundiendo información acerca de los cerros y rutas- que tiene más de 37 mil usuarios registrados en su web. Por su parte, Eduardo Aguirre, presidente de la Federación de Andinismo de Chile, dice que sólo en la Región Metropolitana hay 27 clubes de montañismo (asociados y no asociados) y estima que hay unos 3.500 deportistas de este tipo en el país.
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Laguna de los Patos, cercana al Embalse El Yeso.
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La seguridad
"Las montañas en Chile no son consideradas de uso público y los privados no ven ni les interesa abrir dichos accesos pues no reconocen ese valor", dice Juan Cristóbal Arriagada, presidente de Andeshandbook y agrega: "Las empresas sólo ven que llegue gente como un problema: que las personas son irresponsables, que se extravían, que ensucian. Esto es a causa de la falta de cultura de montaña en este país".
Arriagada explica que, además, ante la falta de acceso, quienes están decididos a subir toman rutas alternativas que a veces pueden ser más largas o peligrosas.
Ese es un tema delicado tomando en cuenta que quienes suben cerros y montañas no son siempre expertos ni están preparados para hacerlo. Esta fue una de las conclusiones de una investigación que realizaron tres estudiantes de la UTEM -Patricio Puga, de Cartografía y Geomática; Matías Sotelo, de Ingeniería Civil en Prevención de Riesgo y Medio Ambiente; y Catalina López, de Ingeniería en Geomensura- que analizaron los datos de todos los accidentes ocurridos en la Región Metropolitana en 2016 y se dieron cuenta de que de un total de 82 personas involucradas en episodios problemáticos, ocho fueron rescatadas sin vida y el resto pudieron ser salvadas. De esas 82 personas, sólo una pertenecía a un club federado de montaña. Además, cuatro de cada cinco salvatajes ocurrieron en zonas bajas, es decir menos de 2.500 metros de altura. "Las personas salvatadas no tenían un conocimiento previo. Falta una cultura preventiva, esto significa que tengan una planificación de la ruta, un equipamiento adecuado y que verifiquen cómo va a estar el clima", explica Matías Sotelo, y agrega que si cada vez hay más gente interesada en subir cerros que no son ni profesionales ni expertos, "con mayor razón se hace necesaria educación de montaña".
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Monumento natural El Morado.
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Abrir el paso
Existen varias agrupaciones y montañistas que actualmente están trabajando en distintas estrategias para mejorar los accesos a cerros. En agosto pasado, la Universidad Austral de Chile y Fundación Plantae, que trabaja para la conservación, acceso y uso consciente de los espacios naturales, organizaron un seminario donde participaron los ministerios de Bienes Nacionales y de Medio Ambiente, y Antonio Horvath, presidente de la Comisión de Zonas Extremas del Senado.
En esa oportunidad, la ministra de Bienes Nacionales, Nivia Palma, se comprometió a realizar un catastro para identificar las propiedades fiscales en la montaña y facilitar el acceso. Pero el senador Horvath dice que se requiere más: "La solución está en la compra de esos territorios por parte del Estado para que se puedan generar corredores biológicos que permitan, entre otros, el senderismo en estos lugares, además de la servidumbre de paso, lo que se habló con la ministra de Bienes Nacionales", explica y agrega que cuando se trata de fines de utilidad pública existe la posibilidad de expropiar terrenos privados para incorporarlos al sistema de áreas protegidas.
Los montañistas y organizaciones también están esperando saber qué planteará al respecto la Política Nacional de Gestión Sustentable de las Montañas en Chile.
En 2007, Chile adhirió a la Alianza para las Montañas, asociación de países creada en la Cumbre de Johannesburgo (2002). La Cancillería convocó en 2009 a un Comité Nacional de Montañas (CNM), donde participan siete ministerios y otras siete reparticiones públicas, y elaboró el borrador de esa Política de Gestión Sustentable de las Montañas y su plan de acción. "Ese borrador no contaba con una clara definición de hitos, metas, plazos y propuestas de acciones urgentes y de alto impacto, además de escasa significación presupuestaria", dice Camilo Hornauer, presidente de Fundación Plantae.
En diciembre de 2016 se abrió un proceso de participación ciudadana que recibió más de tres mil contribuciones a ese borrador. La Sociedad Nacional de Minería, por ejemplo, envió más de 100 observaciones en representación de las grandes empresas del rubro. La sociedad civil, por su parte, se agrupó en la Voz de la Montaña, compuesta por la Fundación Plantae, Acceso PanAm -organización dedicada a preservar y mantener los accesos a las áreas de escalada-, entre otros grupos, y pidieron declarar bajo protección oficial todos los espacios fiscales de la cordillera; crear el Instituto de las Montañas, y un programa de acceso a los bienes nacionales cordilleranos.
Actualmente la información está siendo procesada y analizada y se espera una versión final de la política a fines de este año. Jaime Rovira, secretario técnico del Comité Nacional de las Montañas y experto del Ministerio del Medio Ambiente, adelanta que el nuevo ordenamiento dará una hoja de ruta para la gestión acorde a los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030 y que abordará el marco regulatorio para garantizar un acceso "consciente, inclusivo y responsable" a las montañas.
Mientras tanto, los aficionados a la montaña tienen un plan alternativo: "Queremos tener una ley como la que existe para el litoral", dice Camilo Hornauer, lo que significa activar mecanismos jurídicos como servidumbres y, en caso de los privados, establecer incentivos económicos o tributarios para abrir accesos. Para impulsar esta iniciativa, Plantae está trabajando en un "catastro de problemas de acceso a nivel nacional" para tener una "foto clara" que sirva para sentarse a trabajar.
Cultura de montaña
Entre quienes tienen experiencia en andinismo y trekking hay coincidencia de que hay que educar más en estas áreas y desde el colegio. "Lo que no se conoce no se puede proteger. Debemos revalorizar las montañas y la naturaleza desde los planes y currículos de estudios", dice Camilo Hornauer, mientras Cristián Donoso agrega que el mejoramiento de los accesos debe ir acompañado de planes de manejo, especialmente de residuos, educación ambiental y de montañismo en niños y jóvenes.
Abraham Paulsen, académico de Geografía de la U. Católica, explica que desde mediados del siglo XX se instaló fuerte el discurso del mar y las oportunidades de ser una región oceánica; en cambio, dice que existe una invisibilización de los Andes en los programas y textos de estudio desde fines del siglo XIX que ha impactado negativamente en el conocimiento y la percepción que tiene la ciudadanía sobre la cordillera, ya que la conciben como un alineamiento de cerros, llena de volcanes, inhóspita, desértica y despoblada. "Si esta percepción subsiste, lo más probable es que nunca avancemos a un poblamiento u ocupación territorial sustentable", dice.
Cristián Donoso explica que el turista que viene a Chile busca experiencias con la naturaleza y entonces hay que generar mayores espacios naturales para aprovechar esta demanda espontánea. "El área más dinámica de la economía en Chile es actualmente el turismo, que el año pasado creció 16 veces más que la economía en general", explica. Pero, además, dice, las actividades de montaña favorecen el ejercicio y la salud pública, y también satisfacen necesidades espirituales al entrar en contacto con la naturaleza. Lo mismo piensa Sergio Infante: "Creo que todas las personas deberían tener la oportunidad de subir un cerro, uno alto, y ver qué les pasa. Creo que cambiaría su perspectiva de muchas cosas".
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Cumbre del Cerro El Plomo.
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EL PROTOCOLO DE LA DISCORDIA
Para llegar al volcán Maipo desde Santiago hay que pasar por el Fundo Cruz de Piedra, que es propiedad de Gasco, empresa que tiene restringido el acceso por razones de seguridad –ahí está el gasoducto que transportó gas natural desde Argentina hacia Chile- y porque su objetivo es la conservación del medioambiente y la preservación de la flora y fauna del lugar, explica Loreto González, administradora del Fundo Cruz de Piedra. Ella también agrega que se autoriza el acceso a empresas que mantienen contratos de servidumbres de paso y a organismos públicos y académicos que lo soliciten, pero sólo con fines de investigación.
El año pasado, Andeshandbook gestionó con Gasco un "Permiso especial de acceso al volcán Maipo para montañistas", que exige, entre otras cosas, pedir la autorización con al menos dos meses de anticipación a la fecha de la expedición o contar con helicóptero de rescate. "Fue hecho para decir que no tienen prohibido el paso, pero es imposible cumplir en la práctica, entonces desincentiva a pedir el paso", dice Donoso.
Loreto González explica que el tema de fondo es de seguridad, porque al tratarse de una propiedad privada, la empresa es legalmente responsable de todo lo que ocurra en su interior: "Efectivamente contempla una serie de requisitos que tienen por objeto resguardar la seguridad de las personas y preservar el medioambiente", dice.
Pedro Jara (50) subió el volcán por el lado chileno el 2015. "Fue una experiencia fantástica. Hicimos cumbre en tres días", cuenta. Sobre las condiciones que le impuso la empresa, dice que "si fueran imposibles de cumplir no habríamos ido. La verdad no fue complicado. ¿El helicóptero? No nos pidieron uno". Sin embargo, más allá del tema específico del Maipo, tiene una opinión sobre el fondo de este tema: "Las montañas deberían ser públicas, pero lamentablemente la legislación no las contempla como un bien público".