A Tano ya le han dicho muchas veces que los problemas de conducta son pruebas acumulativas y que las fallas de sus padres sólo aumentan las posibilidades de que vaya a parar a alguna poco hospitalaria dependencia del Servicio Nacional de Menores (Sename). Sin embargo, a los 15 años poco le importan sus metidas de pata y un inocuo robo de dulces en un servicentro es apenas una diversión de fin de semana para este muchacho chúcaro y escurridizo. Para sus padres, sin embargo, aquella jugarreta delictual será otro dolor de cabeza de proporciones y esta vez la advertencia de la autoridad es tajante: más vale que Tano deje Santiago y vea si puede hacer una vida nueva con su padre, que vive en la localidad sureña de San José de la Mariquina, en la Región de los Ríos.
Ambientada casi absolutamente en esta zona de Chile, conocida por su poderosa industria forestal y por el río Cruces, la película Mala junta es una radiografía doble de la marginación en el país: en primer lugar está Tano (Andrew Bargsted) y, unos cuantos minutos después en la trama, aparece Cheo (Eliseo Fernández), un chico de origen mapuche que es atormentado en el colegio. La película se estrena este jueves en el país y corre por al menos tres vías de difícil tráfico, explorando la relación de Tano con su padre Javier (Francisco Pérez-Bannen), la de Cheo con los representantes del matonaje escolar y la del propio Tano con Cheo, inesperados amigos, unidos por un común sentimiento de postergación y rebeldía.
"Hay un poco de mí en ambos personajes. Yo mismo fui bastante rebelde en mi adolescencia, siempre como hija oponiéndome a muchas cosas. Por otro lado, soy mapuche, como el personaje de Cheo, que lo interpreta mi primo Eliseo Fernández", cuenta la directora Claudia Huaiquimilla (1987). Mala Junta, su primer largometraje, es de alguna manera una continuación de parte del universo descrito en su cortometraje San Juan, la noche más larga (2012), también con Eliseo Fernández, ahí en el rol de un niño con arranques de piromanía.
Formada como cineasta en la Universidad Católica y reconocida con una Mención del Jurado en el Festival de Clermont-Ferrand (el más importante del mundo en cortos) por San Juan, Claudia Huaiquimilla es, al igual que el personaje de Tano, una santiaguina con raíces sureñas. "Tano debe trasladarse al sur a vivir con su papá. En mi caso, me crié en Santiago, en la comuna de La Florida, donde vivía con mi mamá, pero siempre iba al sur, a Mariquina, de donde es mi papá. Conozco toda la zona desde chica", explica. Precisamente en esta localidad ubicada al norte de Valdivia está la planta de celulosa que en el año 2004 contaminó profusamente el río Cruces y produjo la muerte de especies autóctonas, entre ellas el cisne de cuello negro. Parte de esta realidad se filtra en la trama de Mala junta, ya sea como integrante del paisaje temático o como hechos con consecuencias decisivas.
"De cierta manera quería cuestionar las etiquetas con que se suele hablar de los mapuches en Chile. Para mí era importante hablar desde adentro y mostrar, por ejemplo, cómo un niño mapuche puede ver las cosas que pasan a su alrededor", cuenta la realizadora, que adelanta que Mala junta aseguró para este año la exhibición comercial en Francia con 50 copias tras ser galardonada con el Premio del Público en el reciente Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse.
La trama de Mala junta es también la sucesiva historia de maduración del personaje de Tano, un muchacho que recorre las calles de Santiago sin conciencia de nada y aterriza en el boscoso y salvaje sur para ir tomando conocimiento de lo que pasa frente a sus narices. Ve de todo y experimenta mucho: buses incendiados, redadas policiales, episodios de bullying contra Cheo, borracheras aplastantes. "Lo que me interesaba era contar un relato de amistad y de crecimiento en medio de un contexto difícil. Y para eso, lo más importante es empatizar con el público, hacerlos conectar con lo que sucede en la pantalla. Por ejemplo, muchos ven el conflicto mapuche desde afuera y sienten que todo es muy lejano. En ese sentido, uno de los pasajes más importantes de la película, uno que implica una situación bastante violenta, está hecho un poco a partir de los testimonios que yo recogí entre varios muchachos del sector", cuenta la realizadora.
Pero más allá de darle forma a la realidad sociopolítica de la zona, Mala junta logra a través de pocas tomas capturar el ambiente de implacable jerarquía que se puede ver en un colegio público cualquiera de Chile. Ese territorio de la ley del más fuerte cae con todo su peso sobre Cheo, el chico que apadrina Tano. "El colegio es un lugar sin filtros, donde todos se dicen de todo y nadie guarda demasiadas composturas. En ese contexto, para un chico mapuche los problemas van a ser siempre peores", asegura.