Hay 29 °C de temperatura en Santiago y Vitalia Daza (38) y su hija Francisca (12) esperan en la fila para entrar al concierto de Justin Bieber. Llegaron en la mañana y un día antes, un tío de la joven les había cuidado el lugar. Vitalia reconoce que no le quedó otra opción que aceptar y acompañar a su hija. "Es complicado por las muchas cosas que hay que arreglar, pero hay que estar con ella", admite. Para ambas es el primer concierto. La diferencia es la edad. "Yo nunca había podido venir a un concierto, nunca fui cuando chica y tampoco me hubiesen dado permiso", dice Vitalia.

Un poco más lejos está Soledad Sandoval (23), que acompañó a su hija Fernanda (6). "Lo pidió y no tuvo que hacer nada, sólo lo pidió", dice.

Morin (14) es un poco más grande, pero Justin Bieber no es su primer concierto. Antes ya había estado en los de Miley Cirus y Selena Gómez. Ximena Ibarra (50), su mamá, dice que es algo que ella a su edad nunca hizo: "Antes íbamos al Festival de Viña con amigas y los papás, en grupo, pero no sé si mi mamá me habría acompañado a un concierto. Era más tranquila. Debo haber ido a Viña como a los 16 años", dice.

¿Qué ha cambiado? La cultura, indica el sociólogo de la U. de Chile, Octavio Avendaño. "La sociedad chilena se está configurando con una cultura que se sustenta en la diversión. Los adultos asumen de manera natural que los niños se diviertan así. Las personas tienen que invertir en entretención y se da a todo nivel", indica.

A lo anterior se suma que hoy los niños se relacionan más y se sienten fácilmente en confianza con otras personas que no son su familia, dice el sicólogo infantil Alfonso Cox, de la Red Salud UC.

Por eso, no es raro que quieren alojar o salir de vacaciones con otros. Es lo que le pasa a Paola Valenzuela (41), con su hijo Tomás, de seis años. "Quiere ir sólo de vacaciones con algún compañero de curso, cuando todavía no cumple los siete años. Algo que yo hice después de los 18 años", comenta. El problema es que esa aspiración, dice, no es sólo de él, sino de todo su curso. "De hecho, el verano pasado nos llevamos un compañero de vacaciones a la playa por una semana", dice.

Cox dice que lo anterior no es un problema, si los padres conocen a esas familias y les da seguridad. Tampoco si quieren acompañar a sus hijos a actividades como recitales. Lo importante, afirma, es que los padres pongan límites claros a sus hijos desde niños, que éstos los conozcan y sepan que son por su bien y que entiendan que no siempre habrá un sí por respuesta.

PRESION LOCAL

Una de las cosas que más complica a los padres a la hora de los permisos es la presión del medio. "Los padres ceden con la finalidad de integrar a sus hijos socialmente, igualarlos a sus pares", indica el sociólogo de la U. de Chile.

Es lo que le pasó a Loren (38). Su hija, de 11 años, quería una fiesta de cumpleaños con su curso, pero la cita era desde las ocho hasta mediano che. "Ella no es nada agrandada, pero no quería una fiesta de cumpleaños a las cinco de la tarde. Sus compañeros ya habían hecho otras más cerca de la noche, porque era más ondero, aunque comieran igual dulces y torta. Accedí, por ella, para que se sintiera bien con su curso. Es difícil decirles que no", dice.

LIMITES

¿Cómo y cuándo poner límites? El sicólogo de la UC señala que a menor de edad tienen que haber más restricciones y que los padres tienen que entender que no es necesario ni una obligación de ellos ser modernos. "La libertad de horario, por ejemplo, tiene que tener algunas cosas clarísimas antes de otorgarla".

Tampoco tener miedo a decir que no. Un hijo debe saber que esa es una respuesta aceptable y los padres tener conciencia que si creen que los límites que imponen son en beneficio del desarrollo de su hijo, no deben moverse de esa decisión por más que los hijos insistan. "Incluso cuando digan que todos sus amigos menos a él lo dejan, que no es nada más que una información parcial que la ocupan para manipular", sostiene.

Otro error: ceder a todo para que sus hijos los vean como sus amigos. "Me parece bien que los padres sean cercanos y acogedores, pero no amigos de sus hijos. Si les dicen que no, no es porque seas mala onda. Ese nunca debe ser el criterio", indica Cox.

Lo otro es enseñarles que los permisos se ganan. Es una buena forma de fomentar su responsabilidad, acota el experto. Es lo que hace Rossana Wachter (45), mamá de Yael, (13), quien transa los permisos con las notas y el buen comportamiento. "Llegamos a un acuerdo, si ella tiene notas sobre seis, trato de compensarla con cosas que a ella le gustan, como venir al recital de su ídolo. Pero si tiene cumpleaños, ella sabe que a las 12 tiene que estar de vuelta. Si sus amigas quieren quedarse hasta la una bien por ellas, pero yo no transo con eso", asegura.