El 29 de mayo 1985 marcó una fecha histórica para la lucha contra la violencia en los estadios en Europa. La final de la Copa de Campeones entre Juventus y Liverpool se jugó en el estadio Heysel de Bruselas, Bélgica, con capacidad para 60 mil espectadores. Se repartieron 25 mil entradas para cada hinchada, y las 10 mil restantes se dividían entre invitaciones y tickets para público belga que quería presenciar el evento.

El problema es que muchas de estas 10 mil entradas restantes fueron compradas por fanáticos de ambas hinchadas, que se mezclaron en un sector del estadio. Los de Liverpool, conocidos en esa época por ser de los hooligans más bravos de Inglaterra, comenzaron a agredir a los italianos, lo que desató una batalla campal en el estadio que terminó con cerca de 600 heridos y 39 muertos.

Los otros sectores del estadio comenzaron a alterarse y a defender a los hinchas de sus equipos. El caos terminó con algunos muertos en espacios muy cercanos al campo de juego. La mayoría de los fallecidos fueron por asfixia o aplastados cuando intentaban arrancar de las batallas que se produjeron en las tribunas.

El partido lo ganó Juventus por 1-0 con gol de Platini. Sin embargo, fue lo menos trascendente. La UEFA tomó este caso como opourtunidad para tomar medidas muy duras contra la violencia que ya era común en el fútbol británico: Inglaterra fue sancionada con cinco años sin disputar competiciones europeas a nivel de clubes. Esto provocó una lucha gubernamental muy dura contra los hooligans, que se incrementó con la tragedia de Hillsborough en 1989.

Liverpool fue sancionado por 10 años sin jugar torneos europeos, aunque finalmente este castigo se redujo a seis años. Heysel, además, marcó la obligación de tener nuevos parámetros de seguridad en los estadios, como prohibiciones de elementos contundentes y rejas divisorias dentro de las mismas tribunas.