José Piñera me dio el consejo que marcó mi vida. Un día se me ocurrió mandar un artículo para la revista Economía y Sociedad que él dirigía, le gustó y lo publicaron. Un día me llamó para preguntarme por qué no había mandado más artículos, nos juntamos a tomar un café y me dijo: "Economistas hay muchos, pero economistas que escriben bien hay muy pocos, dedícate a escribir". Al día siguiente partí a El Mercurio y así empecé una larga carrera en el periodismo.

En 2011 fui trending topic. Dije en televisión que si los estudiantes no pueden pagar la universidad para qué estudiaban. Me criticaron mucho. Mi hijo me dijo que mi frase era la más comentada del día. Y aunque fue comentario sacado de contexto, fue un error. Es claro que nadie entendió lo que quise decir en el fondo. Y cuando eso sucede, el error es de quien lo dice.

A las universidades privadas nos acusan de robar plata, de estafar a los alumnos. Pero cuando dije que en el Cruch estaban preocupados de repartirse el botín actuaron como si les hubiese faltado el respeto. Estamos viviendo tiempos de peleas, pero yo creo que he sido un niño al lado de lo que dicen respecto de nosotros.

De mi infancia me acuerdo de la playa y de largos viajes al sur. Ibamos a veranear a Pucón los cuatro hermanos con mis papás y hacíamos esos recorridos eternos apretados en el auto. Me acuerdo de un Chile mucho más pobre, pero más sobrio, menos conectado, aunque con ese encanto de pueblo chico.

Me fui de intercambio en tercero medio a Charlotte en Estados Unidos, y eso me marcó. En esa época no era tan común como hoy irse a estudiar a otro país, no hablaba inglés y tenía que vivir en una familia y lugar que no conocía. Antes de eso yo era más bien tímido y no lo pasaba bien. Al volver, mis amigos me decían que llegué cambiado, que ahora hablaba, fue una experiencia extrema que me expandió.

Ir a Nueva York es como ir al futuro. Si pudiera escoger, siempre iría a esa ciudad. Entiendo el idioma, me gusta leer los diarios, ir a galerías y hacer mi vida lo más cotidiana posible, incluso tengo una profesora de yoga que me saluda. Es como Santiago, pero más desarrollado.

Trabajé en el gobierno de Pinochet hasta conocer del "caso degollados". Quizás fui ingenuo, la violación a los derechos humanos venían de hacía mucho tiempo, pero no me preocupaba hasta que sucedió este hecho. Todo fue de una violencia tal que se me corrió el velo. En esa época trabajaba en lo que hoy es el Mideplán, pero llegó ese minuto en que ya no era correcto apoyar al régimen, había superado los límites y me di cuenta de que no había que ser de izquierda para no apoyar a Pinochet.

Coleccionar fotos de músicos se convirtió casi en un vicio. No sé por qué de músicos, creo que me gustan las fotos de personas y encuentro que personajes como los Rolling Stones, Bob Dylan, John Lennon, George Harrison son atractivos, con personalidad, dicen algo. Nunca iba a poder tener un cuadro demasiado bueno, entonces la foto fue algo más alcanzable, ahora está de moda, pero esto es algo que empecé hace 10 años.

El cáncer de mi hermana María Ignacia fue muy doloroso. La operaron y hoy día está bien, pero me sirvió mucho su enfermedad, porque es bonito ver gente que no desfallece con los problemas. Mi hermana mayor -que a todo esto fue ministra de Piñera- fue un gran ejemplo para mí.

Mi mayor miedo es la vejez. Esa etapa es la perdida de relevancia, es como morir en vida. Creo que es un gran desafío reinventarse y encontrar algo que hacer luego de haber estado tanto tiempo arriba de la pelota.

No soy peleador, en el fondo busco provocar. Ser columnista es una responsabilidad, uno no está ahí para agradar a todo el mundo, a uno le dan ese espacio para ser incisivo, para ser valiente. Pienso que es más un rol que una personalidad, es un trabajo.