Todos se imaginan que al ganar el Oscar te regalan mucha plata y cosas, pero es sólo la estatuilla. Después de la premiación, te llevan tras bambalinas y hay todo un universo. Te pasan una champaña y un chocolate, para calmarte un poco, y te llevan a otro piso donde hay miles de personas felicitándote. Fuimos a la fiesta de Vanity Fair y era bien raro, porque estabas con puras estrellas. Por ejemplo, Justin Timberlake y Adrien Brody. Un poco más allá, Elton John con Lady Gaga. Era muy surreal.

Tengo fresco el recuerdo de una revelación que tuve para Bear Story. Terminamos el corto y lo veíamos entre todos, pero pensábamos "algo le falta al final". Un día tuve un sueño. Era el oso mirando el reloj y viendo la foto de su familia, que es la imagen con la que termina la película. Está ese plano ahí, y yo lo soñé tal cual. La agregamos y todos dijeron "esa es la imagen que faltaba". Fue fundamental, porque me han dicho que cuando el oso mira la imagen se entiende todo. Fue muy raro que lo viera en un sueño.

El primer recuerdo que tengo con mi abuelo es haber estado en el cementerio. Apenas él pudo volver a Chile, pudo ir a ver la tumba de su hijo, que es mi papá y que falleció cuando él estaba en el exilio. Pensar en eso, cuando chico, verlo a él frente a la tumba, pensando en el tiempo que perdió y que, en el fondo, no pudo despedirse de su hijo, todo eso dejó una marca muy fuerte.

Veo a mi hijo y me derrito sonriendo. Lo increíble ha sido ver cómo ha cambiado en el tiempo. Está tratando de entrar al mundo, porque al principio no cacha nada, pero ahora hace un montón de cosas. Se para, aplaude y no me puede volver más loco ver todo ese cambio.

Soñaba con ser músico, pero no era mi área. No sé si me lo dijeron, pero el típico consejo que siento está un poco errado, es "sigue tus sueños y haz lo que te gusta". No sé si es buen consejo, porque, claro, a mí me gusta dibujar, pero también me gusta la música.  Creo que el consejo debería ser "haz lo que eres bueno, para lo que tienes dedos para el piano". En ese sentido, me dediqué al arte, porque siempre tuve más talento y la inclinación de querer hacer eso.

No tengo idea en qué momento empecé a dibujar. Si miras a los niños, todos dibujan. Mi hermana me dijo "oye, están estos cursos que podrías tomar", y durante todo segundo medio fui a clases con una profesora, Alejandra Wolf. Fue una experiencia increíble. Me enseñó técnicas de dibujo mucho más estructurado. En ese momento dije "ya, esto es lo que quiero hacer. Voy a  estudiar arte".

Cuando cumplí 18 años tuve neumotórax espontáneo. Te da porque sí nomás. Te operan de urgencia y te conectan a una manguera, por una semana, para sacarte el aire. Cuando me dio estaba en el Cajón del Maipo. Apenas podía respirar y fue como "necesito volver a Santiago". Recuerdo que pensé que me iba a morir. Regresamos en una micro en la que se subieron unos boy-scouts que se pusieron a cantar y yo estaba ya odiando.

Tengo varios ídolos. Miyazaki, porque recuerdo la serie Conan, el niño del futuro. Es un maestro por la técnica de animación y el mensaje que entrega tiene que ver con las próximas generaciones. David Lynch, que era muy experimental, deja espacios donde completas la historia. Me gusta eso de dejar ese espacio de diálogo con el espectador. Y Mark Osborne, quien hizo el cortometraje More. Lo ocupé mucho como inspiración, por la narración y la estructura. Bear Story no es calcado, pero la tributa mucho.

Hay varias películas que me gustan. La primera que pienso es Nemo, porque es súper sencilla y habla de un montón de sentimientos, de la familia, de cosas bien básicas e importantes. La primera que dejó una impresión fue Jurassic Park. Recuerdo que salí alucinando con los dinosaurios. Lo único que quería era ir a desenterrar uno para clonarlo.

Mi trabajo ideal es hacer una película de animación independiente. No muy cara, pero tampoco con un presupuesto muy bajo. Mi referente es la productora Cartoon Saloon, que tiene una animación con un mensaje súper fuerte y con una identidad muy clara que, en este caso, es muy europea-irlandesa.

Salgo con el Oscar en la mochila. No me da miedo, porque nadie sabe que está ahí. El otro día estaba en un supermercado y la cajera nos conocía. Me preguntó que qué tenía adentro y le dije "ya, sí, está el Oscar. Saquémonos una foto". De repente empezó a llegar la gente y fue como "ya, vamos a tener que cerrar el local, si no se va a llenar". Hay que andar con un poco de cuidado con esta figura.