Existe un estigma de que los científicos somos pájaros raros. Y debe ser porque estudiamos mucho, nos concentramos en ecuaciones o experimentos y eso puede ser aburrido para los que siguieron una carrera más humanista. Pero en verdad, el científico es una persona común y corriente, que hace vida social, en general tiene familia; al menos, mi vida y la de los científicos que conozco es de lo más normal.

Me gané una beca para ir a estudiar a Toronto, pero me devolví antes del mes, porque eché de menos. Incluso, si hubiera tenido la plata para el pasaje me habría devuelto a los dos días, así de tanto echaba de menos a mi familia. Tenía 24 años y algunos amigos me molestaban diciendo que me quería devolver porque se me acabó la ropa limpia, también me decían que hice un doctorado exprés. Volví a Chile con la cola entre las piernas, de vuelta a trabajar al observatorio del cerro Calán.

La astronomía tiene un sentido de exploración, pero también uno filosófico o existencialista, de buscar tus raíces. Hay una conexión muy íntima entre cada persona y el cosmos. El hombre siempre se ha maravillado con el cielo, a todos les genera una tremenda curiosidad saber qué es lo que hay allá arriba, en el espacio. El cielo es una fuente de esperanza para responder preguntas que muchas veces no tenemos muy claras sus respuestas, preguntas que hablan de nuestro origen, de nuestra raíz.

El 78 participé de una reunión clandestina de la Democracia Cristiana Universitaria. Fue en Talagante, en plena dictadura. Recuerdo que llegué al lugar un sábado, alojamos esa noche ahí y al día siguiente venían las votaciones de las discusiones. Pero como desde chico que me gusta la hípica, me fui el domingo, porque nuestro caballo, el "Mago de Oz", corría en El Ensayo. Además, la discusión era tan soporífera, la misma de estos días, al parecer: debatían si había que aliarse con el Partido Comunista para derrotar a Pinochet. Salí arrancando, llegué justo a la carrera, pero el caballo llegó quinto.

Existen los extraterrestres y cada vez que te miras al espejo te encuentras con uno. Cada átomo de nuestros cuerpos no fue fabricado en la tierra, vienen del interior de una estrella, de las entrañas de una estrella que explotó como supernova. Cada uno de tus átomos viajó en una supernova y luego esos átomos contaminaron el espacio interestelar; a partir de ese material contaminado se formó el sol, se formaron los planetas alrededor del sol y, por tanto, ninguno de nuestros átomos se formó en la tierra. Todos vienen del Big Bang o del interior de una estrella que explotó como supernova, por lo tanto, nuestra naturaleza es extraterrestre.

Fui compañero de colegio de Guido Girardi. Estudié en la Alianza Francesa y Guido iba un par de años más abajo. Ya en esa época recuerdo que él era bastante bocal y bueno para discutir de política. A pesar de que era menor y generalmente uno no conoce a los más chicos, Guido se hacía notar obviamente por sus opiniones. Hoy tengo una muy buena relación con él.

Hay un asteroide que se llama Mario Hamuy. Hace 10 años publiqué junto con José Maza un libro sobre supernovas. Y a un astrónomo español le gustó mucho el libro y en agradecimiento bautizó uno de los asteroides que él descubrió con mi nombre y otro con el de José. Se demora tres años y medio en dar una vuelta en torno al sol, no es tan fácil verlo a través de un telescopio o en un observatorio. Mis amigos me preguntan seguido: "Oye, Mario, ¿cuándo me prestas el asteroide para ir de vacaciones?".

Sabía que me estaba metiendo en algo complicado cuando entré a Conicyt. Me tiré a la piscina sin agua, no tenía ninguna formación ni en políticas públicas ni en administración pública. Además, las salidas de los presidentes anteriores no había sido fácil, pero finalmente accedí, porque vi la oportunidad de hacer algo histórico: crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Esas oportunidades no se dan dos veces en la vida, entonces hay que tirarse a la piscina aunque esté medio vacía o medio llena.

Es un mito de que todos los científicos son agnósticos o ateos. No hay incompatibilidad. La ciencia no lo sabe todo, no sabemos cómo parte el universo, por lo tanto, hay muchos científicos que legítimamente creen en la hipótesis de Dios. Y eso no está en contradicción con la ciencia, porque la ciencia todavía no logra introducirse en la intimidad del Big Bang, en los momentos iniciales del universo. Yo me declaro agnóstico, porque hasta que no tenga la prueba no me la juego por ninguna hipótesis.