Histórico

Manifiesto: Fernando Ubiergo, cantante

"Con los años ha vuelto mi afán rockero", aseveró el artista chileno.

Tuve un amigo imaginario llamado Antonio y a él le dedique mi segunda canción. Durante mi infancia viví en 12 casas de cuatro ciudades distintas, porque mi padre era comerciante y se movía por todo Chile.  Mis primeros recuerdos  son en Valparaíso, en el cerro Bellavista. Esta itinerancia tuvo aspectos positivos, pero también negativos en mi vida. Nunca pude echar raíces en un solo lugar, estuve en nueve colegios y siempre era el alumno nuevo. Eso hizo que mi infancia fuera bien solitaria.

Cuando gané Viña, en el año 78, estaba aterrado, porque debía hacerme cargo de mi familia a los 20 años. Mis padres se habían separado recientemente y eso nos devastó en todo sentido.  Como mis hermanos eran chicos, debí convertirme en una especie de papá para ellos y ayudar económicamente a mi madre. Estaba muerto de susto, si te fijas, cuando me dicen que había ganado no celebré mucho, si no que sentía una profunda emoción por todo lo que estaba viviendo.

Viví una época muy feliz en España, en medio del destape de los 80. Era algo alucinante, la gente hacía sus vidas afuera de las casas, se salía a las 9 a comer tapas y a tomar cerveza. Los viernes y el sábado eran de carrete. Fue una etapa bien fuerte por la droga. Yo no lo viví tan intenso, porque estaba acompañado por mi pareja y eso marcaba una diferencia. Cuando volvíamos a nuestra casa de noche podíamos contar las jeringuillas en el suelo, mínimo te encontrabas 10 en tres cuadras. Era bien duro, bien violento.

Escribí una canción sobre el aborto cuando era un tema tabú en Chile. Probablemente, si la hiciera hoy día no tendría esa misma repercusión, pero en ese tiempo era una temática prohibida.  Cuando grabé esta canción varias radios me censuraron. Incluso, hubo cartas al director que pedían sanciones por ofender a la moral. Hay gente que me abraza y que me dice que gracias a la canción tienen a sus hijos con vida. Por supuesto que tengo una postura respecto del aborto, pero no quiero contaminar la obra al etiquetarla con una postura que podría ser en pro o en contra.

Me duele Chile cuando se habla de los hechos de corrupción. Me duele especialmente en dos ámbitos: en el de la fe, donde me parece horroroso lo que pasó con Karadima. Y en el ámbito político.  Vivimos en un modelo de sociedad que es gobernado por corporaciones y en donde hay importantes sectores de la clase política que son simples piezas de ajedrez que mueven estas corporaciones. Y eso es tristísimo.

Probablemente, estamos frente a la mejor camada de músicos chilenos de la historia. Siento una admiración profunda por Manuel García, por la Ana Tijoux, por Chinoy y tantos otros. Los conozco a todos desde el origen. Destaco la diversidad entre ellos, aunque no hay correspondencia en los medios respecto de este fenómeno. Afortunadamente, se terminaron los intermediarios entre el público y la música. Antes no había forma de grabar de manera independiente.

Heredé de mi padre el fanatismo por las motos. Era un eterno adolescente, la oveja negra de la familia. Me gustaba mirarlo armar y desarmar sus motos. Corría carreras dentro del barrio. Yo tuve mi moto desde muy temprano y también les traspasé ese gusto a mis hijos. La menor empezó a andar a los 12 años. Me encanta la libertad de conducir por la costa.

Me encasillan mucho con la figura del trovador, pero me encanta el rock. Es un poco loco, con los años ha vuelto mi afán rockero. Volví a la uñeta y a la cuerda metálica, aunque tampoco me voy a poner una casaca de cuero. Me gusta mucho lo que hace Radiohead, cada vez se han puesto más oscuros y experimentales y eso me ha llamado mucho la atención.

Juan Gabriel era inmenso. Tardó en entrar a Chile, pero en giras por Centroamérica presencié toda su popularidad. Su figura era gigante. Ha sido de los pocos artistas, sin ser de mi gusto particular, que me ha impactado por su presencia, energía y carisma. Fue realmente conmovedor.

En el 93 me retiré de la música y abrí una corredora de propiedades. Me sentía muy débil escribiendo canciones, y lo que hacía no me gustaba.  Por primera vez me puse una corbata y llegaba con mi maletín a una oficina, porque pensé que el retiro era para siempre. Hasta que en el 98 mi hijo menor me pidió una canción. Le había escrito a sus hermanos y se lo debía. En ese instante volví a la guitarra y las canciones llegaron como un vendaval. Comprendí que ese tiempo fue necesario. De ahí en adelante no paré de tocar y creo que nunca voy a parar.

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