Cuando uno ha leído las previsiones futuristas del experto inglés Ian Pearson, sobre cómo serán los hoteles de 2030, encontrarse con una carta de almohadas sobre la mesilla parece una opción tan anticuada como convencional. El salto que describe Pearson es sencillamente abismal: si hoy se puede elegir entre un cojín de plumas y otro para las cervicales adoloridas, mañana apretaremos un botón y podremos incluir en nuestros sueños nocturnos a George Clooney, un paseo en Lamborghini por la costa amalfitana o la más sofisticada venganza para nuestro querido jefe. No se descarta la carta de pesadillas para huéspedes masoquistas.
Ian Pearson no tiene superpoderes que creen conjunciones planetarias ni que permitan doblar cucharas a los televidentes. No es Toni Kamo ni un ilusionista. Como antiguo responsable de la Unidad de Futurología de British Telecom y cotizado conferencista, su mirada visionaria es requerida por instituciones poco dadas al fantaseo. Por encargo de la cadena hotelera británica Travelodge, Pearson ha imaginado cómo será la habitación tipo en un par de décadas. El resultado es un alarde high-tech que incluye llamativas predicciones como el mencionado sistema de "gestión del sueño".
LA HABITACIÓN DEL FUTURO
En apariencia, el aspecto de la habitación del futuro no difiere mucho del actual. Pero es lo que no se ve lo que el físico y matemático Ian Pearson parece capaz de describir con minuciosidad y que nos transporta a mundos que, por el momento, sólo hemos visto en películas como Minority Report o imaginado gracias a relatos futuristas de George Orwell. Pero su lógica predictiva parece aplastante: "La tecnología ha cambiado sustancialmente en pocos años la forma en que vivimos, es lógico que empiece a tener un impacto en ese tercio de nuestra vida que pasamos dormidos".
La combinación de realidad virtual y aumentada, el uso de fibras inteligentes y microsensores, el avance de la neurociencia, el desarrollo de tecnologías, hoy en fase experimental, en laboratorios punteros como Future Lab (MIT) y el Darpa (Pentágono) y las capacidades electrónicas de prácticamente todos los materiales y superficies que compondrán la habitación del futuro, harán nuestra experiencia radicalmente diferente. De este modo, no sólo podremos influir en lo que soñamos y elegir entre un menú gracias a microsensores instalados en la almohada con capacidad para actuar sobre los estados REM y sueño.
LOS ESCENARIOS DE LOS SUEÑOS
Las sábanas estarán confeccionadas con materiales inteligentes que contribuirán con sonidos, olores o movimientos a hacer más reales los escenarios de los sueños. Dormir, vivir, soñar... premonitorio Shakespeare. La ropa de cama inteligente permitirá, además, medir nuestro nivel de estrés y otros indicadores básicos como la presión arterial y el ritmo cardíaco y enviar alertas en caso de irregularidades, pues estaremos permanentemente monitoreados de forma invisible. El hotel se convierte en el paraíso de los hipocondríacos. El despertador estará conectado con los ciclos del sueño, lo que permitirá que la alarma suene en el momento más idóneo.
Por si todo esto fuera poco, la capacidad de casi todas las superficies de convertirse en pantallas o disponer de capacidades electrónicas y virtuales permitirá que la horrible pared blanca de nuestra habitación interior se transforme en una fascinante vista a las islas Seychelles. ¿Para qué pagar entonces el elevado suplemento por una habitación con vista al mar? Y si disponemos de toda esta tecnología en casa en medio siglo, ¿para qué ir entonces a un hotel? Ya sueño con mi modesto departamento reconvertido por obra y gracia del futuro en una suite del Hotel Cipriani.
Más información: www.travelodge.com.