Para mi padre fue una derrota personal que yo fuera músico. Era profesor de Ingeniería y esperaba que siguiera sus pasos. En esos tiempos dedicarse al arte era una tragedia familiar. Luego tuvimos otro desencuentro. Mi viejo era del Partido Radical y fue parte de la oposición pasiva al gobierno de Salvador Allende. Tras el Golpe Militar debe haberse sentido cómplice de todo lo que pasó. Mi madre viajaba mucho, pero con mi papá estuvimos 12 años sin vernos. Nos juntamos en Buenos Aires. Él venía lleno de culpas y explicaciones, pero no había por qué enojarse. Cuando lo vimos, lo agarramos a besos y abrazos. Fue una conversación muy profunda en la que nos sinceramos.
En Inti-Illimani siempre hemos sido un grupo melancólico. Desde antes del exilio teníamos esa personalidad. Luis Advis nos decía que para tocar canciones bonitas había que hacerlo lentamente. Ahí estaba la belleza. Para los aficionados a la tristeza, como nosotros, no había algo más triste que la muerte de un compañero exiliado. Todos veíamos en esos funerales la posibilidad de morir alejado de tu familia. Eso fue condicionante de esa melancolía.
El rock es para los viejos en moto. En mi casa se escuchaba música clásica y tango. Mis amigos escuchaban Elvis Presley y a mí no me interesaba. Era una cuestión bien ajena, lo descubrí años más tarde. Me gustaban los Rolling Stones, pero por su personalidad. Hoy día ser rockero significa ser alguien convencional.
Nunca he fumado, ni siquiera cigarrillos. Tengo miedo al vicio. En el sur, donde nací, los viejos eran buenos para apostar y perdían mucha plata. Crecí con el miedo de entrar a algo que no fuera capaz de salir. No es por creerme fuerte, al contrario, me siento débil ante cualquier tentación.
No creo que Jorge González esté a la altura de Violeta Parra ni de Víctor Jara. Soy un admirador de la obra de Los Prisioneros, pero les falta para estar a ese nivel. Siento que el mismo González estaría de acuerdo conmigo. Para mí es súper importante la poesía, y las letras de sus canciones no tenían esa densidad. Es complicado hablar del trabajo de los demás. Quizás, como no viví en Chile durante la dictadura, el fenómeno de su música no me tocó especialmente.
Inti-Illimani nunca se ha dividido. Nunca hemos hablado públicamente de eso, lo único que puedo decir es que hubo tres compañeros que salieron del grupo para dedicarse a otras cosas. Lo conversamos y pactamos su salida. Luego aparecieron por fuera con ese proyecto.
Tal vez estoy pasando mucho tiempo en Twitter. Me gustan las redes sociales, pero son adictivas. Tengo 30 mil seguidores, lo que implica que siempre tengo a alguien que me estimula a contestar o participar de un debate. Y a mí me gusta discutir. Es como una droga. Lo tengo que dejar.
No me gustan las personas que viven de ser anticomunistas, como Roberto Ampuero. Sospecho de ellos, porque es re fácil encontrar pega haciendo eso. Puedes hablar con alguna fundación y escribir sobre el partido. Hay buenas razones para dejar de ser comunista, pero contar infidencias del partido es feo y poco elegante. Me parece que ese ha sido su caso.
No hay razones para esperar que la derecha sea lo que nunca ha sido. Después de la elección de Sebastián Piñera estuve muy triste. No creo en la modernización de la derecha, no hay señales de eso en otros países. Creo que estamos pagando los errores de la Concertación. A mucha gente le acomodó ese modelo y estos son los resultados.