Carlos Ibáñez del Campo fue mi padrino. Eran muy amigos con mi padre, quien, además, fue su ministro de Economía. Cuando nací, pidió ser mi padrino y me bautizaron en la capilla de La Moneda. Todos los años llegaba a mi casa el auto del presidente con un regalo y era la envidia del barrio. También que me tomaba en brazos frente a todos los ministros. El interés por lo público me tocó aprenderlo temprano en mi hogar. Por el salón de mi casa me tocó desde niño ver pasar a figuras como el Presidente Alessandri, a Frei Montalva, a Allende.
Me cambié al Lastarria porque en la Alianza Francesa no se podía tener centro de alumnos. Tenía cierta vocación de participar en las discusiones estudiantiles y ahí recién pude hacerlo. Había manifestaciones, pero nunca participé en una toma. Soy partidario de la libre expresión sin violencia.
A diferencia de otros políticos, a mí no tienen "yayitas" que sacarme. Tengo las manos limpias. No hay nada que puedan echarme en cara, a pesar de que siempre he tenido posiciones de Estado. Otros, en cambio, las van a tener muy difícil.
Mi único vicio es el cigarro. En el colegio era seleccionado de fútbol, era delantero, era el que metía los goles. Hasta que empecé a fumar, a los 16 años. Nunca he querido dejarlo. En el Congreso tenemos una carpa en el patio, donde vamos todos los fumadores, es un punto de encuentro, compartimos políticos de la UDI hasta del Partido Comunista. Es donde se comparte con mayor franqueza.
Entre los recuerdos de mi pasado como embajador está una vergüenza que me hizo pasar el senador Girardi cuando se presentó con calcetines rojos ante el presidente de China. También están los misiles que pasaron a metros de mi casa cuando me tocó ser embajador en Emiratos, en plena Guerra del Golfo.
Lo de mi candidatura es porque no me gusta como está el país. Mucha convulsión, mucha falta de liderazgo, mucho populismo. Al próximo presidente le va a tocar un caballo muy chúcaro. Y como yo tengo la camiseta de mi país tan puesta, creo que en los momentos difíciles es cuando hay que jugárselas.
La gente que no me toma en serio en redes sociales no es muy representativa. En Twitter hay muchos anónimos. A Bill Clinton, cuando se lanzó en una precandidatura presidencial, no le daban ni tres puntos. Y llegó a la Presidencia de EE.UU.
Guillier podrá ser buen analista, buen periodista, pero se moja poquito. Me encantaría tener un debate con él. No dice para allá tenemos que ir, esto es lo que tenemos que hacer. Una cosa es hacer bonitos análisis y otra cosa es cuando uno tiene que tomar las decisiones. Un Presidente de Chile tiene que tomarlas.
Yo no tengo rechazo, siempre he sido un factor de unidad. Quizás un sector muy extremo podría estar mi contra, pero en el general de la ciudadanía no tengo rechazo. Desde hace tres o cuatro años que vengo sintiendo que la gente me valora. Me lo dicen. Me paran en la calle para decirme que aprecian lo que he hecho. Eso es un incentivo.
Las grandes encuestadoras se han hecho las lesas con mi candidatura. Me pregunto cuál será la razón, ¿será que alguien bien evaluado que no está en la línea editorial queda fuera? Es extraño.
Tengo una encuesta de septiembre en la que estoy cinco puntos arriba de Ricardo Lagos en evaluación positiva. El, evidentemente, tiene mucho más conocimiento, 97%, pero yo estoy mejor evaluado. Mi partido tiene esa encuesta en su poder desde hace tiempo, por eso aceptaron considerarme como precandidato.
La poca cobertura que se me da es porque algunos medios están claramente intentando posicionar a Piñera y Lagos. Es demasiado notorio. Cuando uno de los dos llama a un punto de prensa, aunque no tengan nada que decir, corren, y los cubren tratando de desmejorar a los demás. Pero la gente se va dando cuenta..., la gente no es tonta.