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Manifiesto: Marcelo Alonso, actor

Alonso, protagonista de la teleserie El Camionero (TVN) y uno de los emblemas de la primera temporada de Prófugos (HBO), repasa en el Manifiesto de hoy su gusto por la cocina, su etapa de escolar, cómo ve los proyectos de familia y su visión del amor.

Fui a terapia durante tres meses, porque mentía mucho. Hay una demonización de la mentira. Todos mentimos mucho y hay gente que es muy hipócrita y juzga a otros por pillarlos en una mentira que muchas veces no es nociva, pero a mí me ocupaba especialmente el tema. Debe ser por mi catolicismo. Me perturbaba mi automaticidad para mentir. Fui al psiquiatra y le dije de frentón que mentía y que me preocupaba. Mi peor mentira fue decirle a mi papá que seguía estudiando Medicina cuando en realidad ya no seguía yendo a clases. Fui poco tiempo, pero me sirvió un montón. Hoy sigo mintiendo, pero en rangos normales y no tanto.

Cuando me cambié de los Sagrados Corazones al Instituto Nacional fue un impacto. El colegio era mucho más grande y me trataban por mi apellido. El primer día de clases recuerdo que pasaron la lista y yo era el primero en ser nombrado. Yo, entonces, me paré y dije fuerte y automáticamente: ¡Presente, madame! Así se decía en los SS.CC. Esa vez, todo el curso me quedó mirando en silencio. Yo pensaba: ¿Qué pasó? ¿Qué dije? Hasta que escuché las risas de todos. Me morí de la vergüenza. Mi vida ahí fue maravillosa, porque estaba rodeado de gente de todos lados. Aprendí a trabajar y disciplinarme en el Instituto Nacional.

Recuerdo que cuando era niño y veía el Festival de la Una no entendía por qué a la gente le regalaban calefón marca Splendid o una frazada Poncho Lindo. Yo no entendía qué brillo tenían esos regalos. Un día le hice ese comentario a mi papá y él me quedó mirando con cara de que dije un gran desatino por no saber que era un regalo más importante que muchas cosas. Cuando entré al Instituto Nacional, conocí una realidad que antes no era capaz de reconocer, porque estaba metido en una burbuja.

Antes de estudiar Teatro, entré a Medicina. Saqué excelente puntaje en la PAA y no sabía qué hacer con ese tremendo capital. Seguí el consejo de estudiar la mejor carrera que podía estudiar. Era ese el eslogan de los 80, porque veníamos con una tremenda crisis económica. La carrera, que también estudiaba mi hermano del medio, no me gustó. No pude seguir y me deprimí mucho por eso. Sufrí mucho, porque era todo muy violento en ese momento. Finalmente, y luego de hacer como que iba a clases por mucho tiempo, decidí salirme, ir a vivir solo y luego de conocer a una chica que estudiaba Teatro y que me gustó, di una prueba de admisión para Fernando González, donde quedé, pese a mi mala memoria.

La soledad de los otros me abruma, la soledad que tienen las personas consigo mismas también. Esas cosas me angustian.

He vivido las dos partes del amor: la de la exquisitez y la del dolor. He entendido con los años que eso es parte del goce: hay placer gigante al amar y un displacer profundo al soltar. Me ha tocado amar profundamente y encontrar que todo es maravilloso y que todo va a estar bien hasta que ya no todo no está bien, y yo no me encuentro y sufro. He vivido el desencuentro, la perdición y el dolor de un proyecto. El dolor por el dolor de uno y el dolor por el dolor del otro. Ahora, por suerte, estoy en un equilibrio.

Con los años me he reconciliado con mi cuerpo. Antes me encontraba medio feo, medio deforme, medio de más. Demasiado grande también. Tenía rollos con mi cuerpo y con mi cara. Mi relación con el cuerpo es súper activa. Me encanta la gente que abandona eso, esa gente que uno mira y dice: este tipo estaba fuera y ya abandonó eso. Yo sigo arreglándome el pelo y mirándome las orejas. No es de vanidoso, es un calce con uno que también te mantiene súper vivo.

Hago muchas variedades de quesos. También me gusta cocinar. Es una herencia de una tía abuela que vivía en el sur de Chile que hacía un queso de oveja que era increíble para mí. Ella es de la generación que se vino al país arrancando desde España. Ella ordeñaba en la mañana y de ahí sacaba un requesón. Con los años supe que era un queso que se llama Morbier y que se hace especialmente entre la frontera de España y Francia. Una exquisitez.

Tengo muchas expectativas sobre El camionero, teleserie que protagonizaré en TVN. Entiendo que el canal está en un momento complejo y que eso genera que uno esté pendiente de cómo le está yendo a todos los programas que se emiten, pero tampoco me puedo hacer cargo de las cifras. Este proyecto está hecho con un equipo de profesionales muy buenos y eso está por sobre cualquier otra cosa.

Me he visto libre del proyecto de familia. Siempre he vivido las familias como se me han dado. Hoy soy muy feliz con Amparo Noguera, mi actual pareja. Pero en general, he sido muy humilde en eso y con lo que me ha tocado y lo que no me ha tocado. No he tenido ningún deseo de que me den la noticia de que soy padre. Hace poco empecé a reflexionar que quizá en cartas, hace muchos años, algunas novias me insinuaron eso, pero yo no entendí en ese momento. Tampoco ha sido tema para mí.

Cuando me veo de 20 años me veo totalmente encapsulado y totalmente volcado. Si hoy me encontrara conmigo a esa edad, me abrazaría. Me da pena pensar en eso y ponerme en esa situación, porque vivía con mucha angustia y mucho miedo. Si me viera, seguramente me diría que me veo lindo a esa edad, y que me quede tranquilo, porque va a estar todo bien. Todo lo que quiera hacer va a ocurrir. Me abrazaría y me diría: no tengas miedo. Me haría entender que lo peor que le puede pasar a una persona es el miedo. Todo va a estar bien, tranquilo.

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