La dictadura de lo políticamente correcto nos ha llevado a una situación absurda. Chile no es un país con mucho humor, la gente se toma muy a pecho las cosas. Estamos más graves que nunca. Pensar que uno está fomentando la violencia por reírse de algo es un extremismo brutal. Termina cortando la libertad. Yo trato de reírme de todo. Si alguien se quiere reír por mi cara, bienvenido sea.
Sebastián Piñera quiere parecer chistoso y en ese esfuerzo pierde naturalidad. Su chiste sobre el Sename fue un exabrupto, pero no creo que quiera menospreciar la situación que viven los niños. Se exageró en las reacciones. El problema es que era un chiste que, contado por un candidato presidencial, toma otra categoría. Mi sensación es que Piñera está forzando algo que no aparece de manera natural. Le aconsejaría que sea serio.
Me siento cómodo al encontrar que todo el mundo está muy mal. En la universidad, cuando conversaba con un grupo de amigos de derecha, era el comunacho. Y cuando estaba con gente de izquierda, yo era el facho. A estas alturas me siento lejos de ambos lados, pero, sobre todo, lejos del centro. Trato de mantener mi independencia política. Soy bueno para discutir, entonces me gusta hacer ver las contradicciones que tienen ambos sectores.
En política, la gente joven es la que tiene menos humor. El otro día hicimos una encuesta en mi programa preguntando en broma sobre la comisión del Sename. Una de las opciones era que la comisión había servido para conocer a Camila Vallejo. Por esa pregunta, Gabriel Boric escribió en Twitter que era inaceptable que cosificáramos a una mujer. Yo me pregunto: ¿Cómo alguien de su edad no tiene una pizca de humor? Pensar que estábamos llamando a tratarla como a una cosa es una exageración absoluta.
[caption id="attachment_847712" align="aligncenter" width="1180"]
Foto: Patricio Fuentes Y. / La Tercera[/caption]
Los millennials están mal criados. Ha sido una generación a la que sus padres hemos tratado de dar el gusto en exceso. Mis hijos no me creen cuando les cuento que a su edad uno pasaba frío o que se caminaba más. Antes, si uno veía una zapatilla rica en una tienda pensaba que era imposible comprarla. Ahora hay acceso a todas esas cosas. Es una generación un poco pasmada frente a eso. Ellos dan por hecho que van a tener todo lo que quieran.
Nunca me sentí una persona famosa. En los 90, si estaba invitado al Viva el Lunes, sentía que era un colado, que el resto de las personas eran muy conocidas y que era increíble que estuviera en medio de eso. Me ayudó que mi grupo de amigos no viene de la televisión. Salía de hacer un programa y ellos ni siquiera me mencionaban eso. Entonces, siempre me he sentido al lado de la fama y no como un protagonista.
"No tengo problemas en que la gente crea que soy tonto".
Estuve buscando el gran amor de mi vida a los 15 años. Eso fue un error gigantesco. Me faltó relajarme un poco y haber disfrutado más, en una época en que uno suele estar relajado. Tenía muchas amigas, pero como era simpático y bueno para la talla pasaba rápidamente a la friendzone. Me habría encantado ser odiado, pero haber tenido más éxito con las mujeres.
No tengo problemas en que la gente crea que soy tonto. Eso es lo que funciona en City Tour. Por un lado está Federico Sánchez, un arquitecto que sabe mucho y explica las cosas con humor. Y también está el personaje que no tiene idea, que soy yo. Esa combinación funciona muy bien. Gente de todo tipo se acerca para decirme que les gusta el programa. Obviamente, es algo exagerado, tan huevón no soy.
Por primera vez en mi vida empecé a ir al gimnasio, es una situación muy rara. Ahora estoy volviendo a jugar fútbol después de operarme la cadera y debo hacer ejercicio. Voy dos o tres veces por semana, pero es medio absurdo. Está lleno de máquinas que no domino y casi todos son más altos que yo.
Tengo una inmadurez absoluta. Cuando estoy con una persona de 25 años, no noto la diferencia de edad. Mi mente está absolutamente alienada con ellos y no entiende que hay una diferencia.