Manifiesto: Pablo Simonetti, escritor
En medio de la presentación de su nuevo libro, Desastres Naturales, el escritor se da un tiempo para participar del Manifiesto. Aquí, repasa la relación con su padre, la juventud buscando aceptación y el activismo que ha realizado a partir de la formación de la Fundación Iguales.
Había una desconfianza tácita entre mi padre y yo. Hubo un momento de mucha proximidad, tenía mucho tiempo libre y yo pude estar más cerca. Compartimos el gusto por la geografía, la sismología y la pesca. Me sentí aceptado y querido como un niño distinto. Era sabelotodo, bastante argumentativo y muy sensible. Luego perdí esa cercanía. El estaba inmerso en el mundo de su trabajo y yo estaba encerrado a propósito de mi homosexualidad, no tenía cómo comunicarla.
Era un niño distinto. Tenía gustos distintos a los típicos que tenían los hombres a esa edad. Nunca me gustó el fútbol. Era dado a la conversación, a la lectura, veía muchas películas. Iba al jardín de mi casa y me inventaba otros mundos, me quedaba ahí dando vueltas mucho rato.
En mi casa se celebró el Golpe Militar. Mi familia era democratacristiana, admiraban a Eduardo Frei. Ellos pensaban que los militares iban a entregar el poder en pocos meses, pero eso no pasó. A partir de ese momento, la familia se dividió. Una parte se volvió opositora mientras que la otra se mantuvo con Pinochet.
Me gusta el humor del chileno. Me gusta la capacidad que tenemos de reírse en el momento preciso. Es algo que busco en mis amistades.
Me pude reconocer como una persona gay por primera vez en Estados Unidos. Viajé a estudiar y el primer día pinché inmediatamente con un tipo. Eso en Chile era muy difícil. La vuelta significó enfrentar a mi familia. Mi madre se apenó mucho y con un hermano hubo problemas.
No me interesa ocupar cargos políticos. Me volví un activista por circunstancias. Había una demanda social que estaba latente y me tocó ser la cara visible de esa consolidación. Me han preguntado si estaría dispuesto a ocupar un cargo político, pero me gusta ser dueño de mi tiempo, estar tranquilo en mi casa, escribiendo o leyendo.
Podría haber sido un buen arquitecto. Eso habría conjugado mi capacidad creativa con mi capacidad para las matemáticas. No lo hice porque era malo para dibujar y en mi época se pensaba que la arquitectura la estudiaban los que eran buenos para el dibujo. En la universidad tuve un curso y aluciné. Tengo una gran capacidad de visualización en 3D. Veo un plano y lo entiendo.
Soy aficionado a los desastres naturales. Estuve en la erupción del volcán Villarrica y me marcó mucho. Después de escribir mi última novela -Desastres Naturales- me doy cuenta de que lo conecto con la figura de mi padre, porque me sentí muy protegido y muy querido en ese momento en Villarrica. Siempre he tenido un morbo catastrófico sumado a una afición por saber de terremotos, volcanes y situaciones meteorológicas.
A un niño no lo persiguen por ser gay, sino que por ser afeminado. En el colegio no era afeminado y nunca me hicieron bullying. Si un hombre empieza a tener comportamientos que sean considerados femeninos, son molestados por eso. El bullying homofóbico es parte de la discriminación de género.
No tengo interés en ser padre. Ya tengo 55 años y educar a un niño requiere mucha vitalidad y dedicación. Mis novelas me dan una sensación de fecundidad. Lo mismo le pasa a mi pareja, es pintor y está feliz con su pintura.
Fui particularmente ganso. Mi familia era bien conservadora y no me dejaban salir hasta muy tarde y no se tomaba más de una copa de vino. Lo que me encantaba era salir a bailar, siempre me dio mucha alegría. En esa época estaba de moda la música disco y yo era una pirinola.
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