Manifiesto: Paz Bascuñán, actriz

Es algo súper evidente que se viene pronto la partida de mi abuelo Patricio Aylwin. Tiene 97 años: esos son muchos años. Es evidente que no le quedan 10 años de vida. Hace un tiempo se cayó y eso perjudicó el estado en el que estaba, que era muy bueno. Creo que la vida que él ha tenido ha sido preciosa y eso se agradece. Hay que pensar que soy una mujer de 40 años que tiene a sus abuelos vivos y mis hijos tienen bisabuelos. Es un privilegio que poca gente tiene. ¿Qué más se puede pedir sobre mi abuelo? ¿Que no se muera nunca? No poh. Sólo estoy agradecida de este bonus track, y cuando tenga que partir: chao, buen viaje.
Me han sido infiel y he sido infiel. Es un tema súper complejo. Soy una persona capaz de perdonar una infidelidad. No la comprendo por deporte, pero comprendo que en una relación haya muchas carencias y que uno pueda meter la pata o que uno se enamore de otra persona. Aspiro a una relación donde haya honestidad, pero también sé que no soy dueña del otro, porque el otro también puede tener su vida, con su historia, sus necesidades y sus secretos. Pero creo que es algo que provoca mucho dolor.
Conocí a mi esposo español en Chile. La primera vez que me fue a buscar yo vivía con mis abuelos. No entendió por qué había personas mirando una casa y que tenía una garita de Carabineros por fuera. ¡Debe haber pensado que era narco! Ese fue su comentario después. Ahí le dije que no me iba a ir a España y que si quería que esto funcionara había que hacer algo. Y él me dijo que se venía. Fue súper lindo, porque fue un acto muy generoso y audaz de él.
No dependió de mí tener romances expuestos. No había cómo evitarlo. Fue algo a pesar mío. No tengo ningún rollo con eso.
No hay nadie más desordenada que yo. Una vez mis papás se fueron fuera de Santiago y algo debe haber pasado en mi departamento que me tuve que ir a pasar la noche al de ellos. En la mañana el conserje, que tenía las llaves para entrar, porque es de confianza, llamó a mis papás y les dijo: oigan, entraron a robar a su casa. El dijo: no, es que fue mi hija a dormir. A ese nivel de desordenada soy yo.
Soy súper distraída. Necesito harto silencio para grabar y hacer todo. Puedo llegar a ser desagradable por pedirlo tanto, pero si estoy grabando o si hay alguien hablando a lo lejos se me olvida la letra. Si vuela una mosca no me voy a ir con la mosca. Bueno, igual puede ser, pero en general los ambientes de trabajo son cuidados. En el colegio siempre me senté adelante. Era el pizarrón y yo, si no me iba a otro lugar.
Me tocó viajar a Africa y me llamó mucho la atención cómo veían ellos la muerte. Era otra cosa. Y cuando las personas se mueren -que además allá se están muriendo todo el tiempo-, es algo muy cercano, muy de todos los días. Se hacen unas fiestas que no puedes creer. Son fiestas que duran semanas. Es una locura, pero es otra visión de la muerte. Para nosotros, la muerte es algo tabú.
Hay muchas cosas que no veo en la vida. No es ingenuidad, sino que mi foco de verdad está en lo bueno, en lo a favor. No ando mirando lo adverso. No tengo paranoia.
Me acuerdo haber dicho en mi casa que me gustaba alguien, pero que era de Büchi. Yo iba en el Saint George y en la época de las campañas de Büchi, de Aylwin, íbamos con chapitas, con cintillos. Era súper politizado. Aunque éramos chicos, todos teníamos una opinión. Si yo hubiera sido más radical, obviamente que esa persona no me debería haber gustado.
La rebeldía no está muy presente en mi vida. Creo que siempre tuve una súper buena relación con mis papás y con mis hermanos. No fui una chica rebelde. Son pocas las cosas que decido desobedecer.
Hay situaciones de injusticia que me rebelan. A veces pienso que si viviera en el Lejano Oeste, en la época en que las personas andan con una pistola en el bolsillo, esa persona estaría muerta, porque yo le hubiera pegado un balazo. Hay injusticias que me molestan mucho que tienen que ver con las cosas de género, donde la mujer es menoscabada o pasada a llevar de una manera brutal. O quizá a veces no es tan brutal, pero a mí me parece brutal. Ahí tengo una sensibilidad que no sé por qué la tengo tanto.
En publicidad, mi límite es no promocionar nada que tenga que ver con tarjetas de crédito para que la gente se endeude. Pero si tengo que promocionar una ropa, no me da rollos. He rechazado campañas, sí, cuando he estado muy sobreexpuesta y he tenido otra cosa. Tampoco me gusta estar tan sobrevendida. Pero no me meto con el resto. Hay actores que están súper llenos de contradicciones cuando se quejan de los actores que sólo hacen tele, pero ellos también trabajan en ella. La obsesión con el otro no me representa.
Hasta ahora no me da lata ir cumpliendo años. A los 40 es en subida, pero no sé si después de los 40 sentiré que voy en picada. Voy a intentar que esta sensación de subida sea hasta los 50. Fue súper bonito cumplir 40. Hay algo potente que pasa ahí. Es un momento en que uno se detiene y piensa qué es lo que ha hecho y qué es lo que ya no ha hecho.
A la gente que trabaja en mi casa le pago bien y hago justicia ahí. Si critico que estoy en una sociedad súper desigual, también trato de hacer cosas por eso. A veces pasa que cuando uno tiene el poder de ser distinta y hacerlo de otra manera, ¿uno lo hace de otra manera? Yo trato de hacerlo de una manera que parezca justo.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
3.
4.
¿Vas a seguir leyendo a medias?
Todo el contenido, sin restriccionesNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE