El detective Heredia nació para poder hablar de la situación que vivía el país. Era el año 85, estábamos en plena dictadura. Empecé a darle vuelta a la idea de escribir algo que no fuera lo habitual que se leía en Chile. Ahí se me ocurrió la idea de escribir una novela policial, como un investigador capaz de investigar cosas que no se investigaban. Algo pasó con el personaje, sentí que daba para más. Hay una serie de televisión, un cómic y acabo de publicar el libro número 16.
Me parece bien el boom de la literatura de no ficción. También esta mezcla de ficción, periodismo e investigación. Es una literatura vinculada a la historia, con una gran labor de divulgación. Ahora se ve como algo nuevo, pero es un estilo que siempre ha estado en el interés del lector chileno.
Me lo pasaba jugando básquetbol cuando niño. Era un deporte muy popular en Punta Arenas, incluso participé en el equipo de mi barrio, que se llamaba Progreso. Eso implicaba entrenar cuatro días a la semana. Recuerdo que jugamos una final antes de un partido entre la selección adulta de Punta Arenas y la de Valdivia. A los 10 años jugamos a estadio lleno, con siete mil personas. Ganamos por un punto, es el único trofeo que gané en mi vida.
Para el Golpe Militar varios compañeros se fueron para Argentina y otros terminaron en isla Dawson. Estaba en cuarto medio para el 73. En mi casa no se hablaba mucho de política, aunque mi papá siempre votó por Allende. Por ningún motivo celebraron el Golpe. Al día siguiente supe que había varios compañeros de curso detenidos, el liceo estaba todo custodiado, nos hacían cantar la Canción Nacional con militares apuntando con sus metralletas para cantar bien fuerte.
Me vine a estudiar solo a Santiago y al segundo día ya estaba adaptado. Extrañé a mi familia, viajaba una vez por año, pero no era algo que me inmovilizara. Me impresionó la cantidad de librerías y de cines que había en esa época, sobre todo viniendo de una ciudad chica como Punta Arenas. Viví en una pensión en Lord Cochrane que echaron abajo cuando unieron el Palacio Cousiño con la Iglesia de los Sacramentinos. Luego me fui a arrendar un departamento con amigos.
Una vez con mis hijos bien chicos fuimos a ver a Magallanes cuando subió de tercera a segunda división. Es un recuerdo muy bonito. Soy hincha del equipo desde los 80, cuando hicimos un gran campaña y llegamos a la Libertadores. Me gusta ir al estadio, aunque este año no he podido Por mi hijo también empecé a seguir a la U, pero yo me declaro hincha de Magallanes.
Estudié Ciencias Políticas, pero nunca ejercí. El primer año fue lo que yo esperaba, luego la carrera se orientó más a la administración. Ya estaba embarcado en eso y no podía darme el lujo de congelar, así que decidí terminar la carrera. De esa época conocí a compañeros como Lautaro Carmona, Andrés Allamand o Ignacio Walker. Eran clases de 300 personas, dudo que se acuerden de mí.
Con Jorge Teillier fuimos muy amigos, a pesar de que nos separaban como 20 años de edad. No era un tipo muy literatoso, que anduviera teorizando todo el rato. Le gustaba más hablar de fútbol o de tango. Uno aprendía por estar cerca de él. Compartimos durante muchos años, incluso alojó durante dos semanas en mi casa. Siempre fue generoso con los consejos, fue muy importante en mi proceso de formación como escritor.
Nunca tuve a alguien que me dijera algo para motivarme a escribir. Empecé a hacerlo en el liceo, muy callado, de manera autodidacta. En la universidad pude trabajar más seguido, con más continuidad. Integré un grupo literario y fue súper importante, porque me encontré con otros compañeros que hacían lo mismo. Leíamos nuestros cuentos y los comentábamos. Desde ahí que no he terminado de escribir.