Ambicioso, carismático, dinámico, y sobre todo popular. El nuevo Primer ministro francés, Manuel Valls es un hombre que suscita pasiones fuertes, amado u odiado, comparado por muchos comentaristas con su colega de Italia, Matteo Renzi, debido a su actitud directa y privada de atenciones reverenciales, bajo la bandera del rejuvenecimiento y el reformismo.

Desde los primeros meses del gobierno del Presidente François Hollande, este cincuentón catalán naturalizado francés estaba a la cabeza de todos los indicadores de popularidad. Ganaba puntos con cada encuesta, mientras su predecesor, Jean-Marc Ayrault, caía inexorablemente.
 
Con las preferencias provenientes de electores de centro izquierda, pero también de la derecha moderada, Valls nunca ocultó que apuntaba al cargo de Premier, incluso con la mira en una posible candidatura a la Presidencia en 2017 para reemplazar a Hollande, ya en una crisis irreversible.
 
En su rol de ministro del Interior, Valls había aprovechado cualquier ocasión posible para mostrarse presente y reactivo: desde la periferia violenta de Marsella a la Córcega ensangrentada por los ataques, y desde Amiens tras los desórdenes graves en los suburbios, a la Tolosa en los días de la locura homicida del jihadista Mohamed Merad,
 
EL PROCEDER DE UN "INNOVADOR"

Valls se ha hecho ver en todos los grandes escenarios de crisis nacional de los últimos años, con declaraciones que mezclaban sabiamente intransigencia y promesas. Su último gran golpe mediático llegó en los últimos días de 2013, cuando en una entrevista al dominical Journal du Dimanche

le declaró la guerra al controvertido cómico Dieudonné y sus espectáculos antisemitas

, dedicándose rápidamente a prohibirlos en nombre del orden público.

Una jugada que desencadenó un alboroto, entre los seguidores del cómico pero también entre los juristas, y que le costó algunas acusaciones de atentado a la libertad de expresión, pero también tanta visibilidad en un periodo en el cual la actualidad política escaseaba.

Por otra parte, Valls jamás le tuvo miedo a la polémica y las decisiones impopulares. Su doctrina de la tolerancia cero sobre la inmigración clandestina, como ministro del Interior y alcalde de Evry, en la "periferia caliente" de París, le costó más de una crítica, incluso de sus correligionarios, y el apelativo de "hombre más a la derecha de la izquierda francesa".

Se trata de definiciones sobre las cuales Valls y sus seguidores siempre rehuyeron, prefiriendo hablar de acercamiento post ideológico y socio liberal a los valores de izquierda, inspirado en el laborismo de Tony Blair.

Una cosa es cierta: Manuel Valls, como Matteo Renzi, es un innovador, que acusa a la izquierda de haberse dado muchas veces la azada sobre los pies por su incapacidad de revisar su propio pensamiento y adaptarlo a los tiempos que cambian.
 
Como sugería sin medias tintas el título del libro escrito en 2008 con el periodista Claude Askolovich: "Terminar con el viejo socialismo y ser finalmente de izquierda".