Una historia real: a mediados del siglo XIX, un adolescente apareció misteriosamente en la plaza de Nuremberg, sin saber hablar, leer o escribir. Su caso fue un bullado enigma para el que se barajaron explicaciones de todo tipo y su extraña muerte, provocada por heridas que no podían ser autoinflingidas, acrecentó el misterio de su procedencia.
Werner Herzog y Peter Handke plantearon sus hipótesis a través de un filme y un texto dramático, respectivamente.
El de este último inspiró el montaje que dirige Manuela Infante, titulado Kaspar Hauser Jr., que se presenta a partir de mañana y sólo hasta el 20 de agosto, en el Teatro Facetas. Pero, esta vez, la acción transcurre en 1968 y está ambientada en Chile.
Según cuenta su directora, la obra "narra el recorrido de este 'niño salvaje', desde su sorpresiva aparición en un pueblo pobre, pasando por su proceso de 'culturización', hasta su inexplicable muerte".
Infante trabaja con 20 actores (sus alumnos en la U. Arcis), que interpretan a todo un pueblo que desarrolla su cotidianeidad frente a los espectadores. "Es un trabajo distinto, más coral, más coreográfico, quizá también un poco más didáctico", explica ."Acá se verá una panadería, una pensión, un bar clandestino, una iglesia, una funeraria y diversas familias. Cada parte funciona simultáneamente, en una especie de máquina social, y son distribuidos por marcas en el piso, como si fuese un gran plano arquitectónico".
El montaje plantea una reflexión sobre la identidad: "¿Es la subjetividad algo que se construye al interior de una cultura o lenguaje, o es algo que viene dado de antemano?", pregunta Infante. Sólo a partir de ahí, asegura, se puede entender el trágico fin de Kaspar Hauser.