En mayo pasado, el escritor de la exitosa saga "Juego de Tronos", George R.R. Martin lanzó una insólita confesión en un programa de TV estadounidense, declarando que en pleno 2014 y con dispositivos móviles e internet en su apogeo, él prefería utilizar el rudimentario sistema operativo MS-DOS lanzado en 1981, además de un procesador de texto WordStar 4.0 para sus creaciones. ¿Su argumento? además de la seguridad y para prevenir filtraciones, la plataforma le entregaba simpleza sin ningún tipo de distracción, como sí ocurriría con un PC conectado a internet: "me gusta porque hace todo lo que yo quiero y nada más (...) no quiero una letra mayúscula si no la he escrito, sé cómo funciona la tecla de mayúsculas", indicó, aunque también admitió poseer otro computador donde revisa su correo y navega, entre otros.
El tema nos recuerda la polémica con la agencia de seguridad estadounidense (NSA), quien en 2013 fue acusada de espiar a usuarios comunes de internet, vía correos electrónicos, mensajes de texto, aplicaciones para smartphones e incluso por teléfono.
Ante este escenario, las agencias de seguridad de otros países decidieron traer de vuelta una clásica tecnología que en abril de 2011 vio cerrar a la última de sus fábricas: la máquina de escribir.
En 2013 los rusos anunciaron un presupuesto de casi 15 mil dólares para que 20 personas utilizaran estos aparatos y así redactaran informes secretos que por su naturaleza, pudiesen ser del interés de espías o hackers. Asimismo, las máquinas tendrían la capacidad de dejar una marca única en el papel, para que en el caso de filtraciones, se pudiera conocer su fuente.
Y en Alemania, este lunes el jefe de la Agencia de Seguridad Nacional de ese país, Patrick Sensburg, anunció una medida similar. Por el momento sólo cuentan con una sola máquina, pero no descartan ampliar su número para asegurar la confidencialidad de los documentos más sensibles.
El anuncio aparece luego que se conociera del arresto de Markus R., un empleado de la agencia de seguridad germana acusado de espionaje para la CIA, que habría filtrado alrededor de 200 documentos confidenciales.
Fuente: The Washington Post, The New York Times, AFP, Ars Technica