La fotógrafa Adriana Lestido lo resume con claridad: "Lo único que importa son esas imágenes que tienen vida propia, que en 10 años siguen manteniendo intacto su significado y poder visual y que pueden seguir creciendo al margen de lo que pase. Sólo el tiempo le da a cada cosa su verdadera dimensión", afirma. A ella le ocurrió. Era 1982, sólo llevaba trabajando un par de semanas como reportera gráfica del diario argentino La Voz, cuando fue enviada a cubrir una manifestación de las Madres de Plaza de Mayo. La imagen de una de esas mujeres sosteniendo a su hija en brazos, ambas con las cabezas cubiertas por pañuelos blancos y reclamando con los puños en alto al padre desaparecido por la dictadura argentina, se transformó en un ícono de la época y en motor de la obra de Lestido.
Luego de esa imagen, la fotógrafa argentina se concentró en registrar el mundo femenino en contextos adversos: mujeres presas, madres adolescentes, la relación entre madres e hijas solas. "La Plaza de Mayo fue la imagen fundante de mi obra. Descubrí que necesito ver la realidad de las mujeres, y más que la presencia de ellas, mis fotos hablan de la ausencia de los hombres", explica.
Ganadora de las becas Hasselblad y Guggenheim, Adriana Lestido tuvo una gran retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires en 2008, la que luego se exhibió en PhotoEspaña 2010. Ella es una de las invitadas internacionales al Festival de Fotografía de Valparaíso (FIFV), que se realiza desde este viernes y hasta el 9 de noviembre.
Caracterizado por ser un evento de creación fotográfica, en el festival Lestido realizará un taller con autores locales, cuyos resultados se exhibirán los últimos días. También dará un charla que recorrerá su trayectoria en imágenes. "A mediados de los 90 dejé el fotoperiodismo y me dediqué a mi trabajo personal. Fueron años donde aprendí la técnica, pero en adelante me dediqué a transgredirla. Antes me dedicaba a descartar las imágenes movidas e imperfectas, ahora las siento incluso más expresivas. La emoción a veces también es borrosa e imperfecta", dice la fotógrafa.
A ella se suma el francés Guilles Favier, director del Festival de Fotografía Images Singulières, y el estadounidense Daniel Power, director del New York Photo Festival. Al igual que la invitada de Buenos Aires, ambos dictarán charlas y talleres que culminarán con exposiciones públicas.
Crear para mostrar
Con cinco ediciones a cuestas, el FIFV se ha consolidado como una plataforma de encuentro entre fotógrafos locales e internacionales y en una vitrina para el público, a través de algunas exposiciones.
Este año se exhibirán las más de 40 imágenes tomadas por el destacado fotógrafo sueco Anders Petersen, quien a inicios de año hizo su primera visita a Sudamérica, recorrió Valparaíso y plasmó su impresión de la ciudad: los resultados se verán desde el viernes en el Parque Cultural Valparaíso (PCV). También está la muestra Colección FIFV, que reúne una selección con las mejores imágenes producidas en estos cinco años en los diferentes talleres de creación, curada por Nicolás Wormull y Rodrigo Gómez Rovira, además de la exhibición de Doña Visitación, una foto de 1930, del archivo del coleccionista Alfredo Nebrera, y la única que se negó a entregarle a la Dibam, luego que la institución adquiriera en 2013 su colección de 15 mil imágenes registradas en Valparaíso desde 1870. El retrato será instalado a modo de gigantografía, en un tamaño de 2 x 2 metros, en una de las salas del PCV.
Según el director del festival, Rodrigo Gómez Rovira, no se propone mirar con nostalgia la fotografía. "Giramos en torno a la creación y nuestro dogma es que no exhibimos fotos antiguas, o si lo hacemos tratamos de darles una vuelta para generar algo nuevo. Creo que hemos logrado acercar a los fotógrafos y al mismo tiempo que la ciudad disfrute de este encuentro", dice el fotógrafo porteño.
Uno de los proyectos que espera vincular a la comunidad con el evento es la que convoca a 100 familias damnificadas por el incendio ocurrido en abril pasado en algunos cerros de Valparaíso, entre ellos Mariposas, Litre, La Cruz y Monjas, para que reconstruyan sus álbumes familiares. "Obviamente, lo más importante para ellos era recuperar sus casas, pero también muchos al día siguiente sufrían por sus recuerdos quemados", dice Gómez Rovira. La idea es que los grupos sean retratados por las brigadas fotográficas del festival. Además, vecinos aficionados tomarán fotos del paisaje urbano y de la vida cotidiana de los cerros afectados. Al final del ejercicio, se le entregará a cada familia un álbum de fotos y se exhibirán paneles con las instantáneas en las calles.
"El festival responde a la inquietud de entender nuestra época desde la fotografía. Nos gustaría funcionar todo el año, dejar un legado permanente", dice el director. Ya lo están logrando. El año pasado, el Festival de Arles, el más importante del mundo, le regaló al FIFV 850 fotolibros, que ahora serán exhibidos y que en el primer semestre de 2015 conformarán un biblioteca de consulta pública en la Casa Espacio, ubicada en calle Buenos Aires 824, que espera seguir creciendo.