Domingo. 7.45 de la mañana y ya amaneció en Santiago. El mensaje fue claro: "Juntémonos en la partida antes de las 8.00 para que sea lo más parecido al día del maratón (12 de abril)". El de la sugerencia es Pablo González, coach del equipo Road Runner. En Padre Alonso de Ovalle, frente a la Plaza de la Ciudadanía, espera entusiasta. El termómetro marca 16°C, pero la sensación térmica es más baja y él sólo lleva short y polera. "El día de la carrera hará más frío", advierte ante el asombro por su escasa vestimenta.
-¿Empezamos?
Comienza el recorrido por la Alameda Bernardo O'Higgins y el llamado es a la cautela. Normalmente los más inexpertos se dejan llevar por la emoción y corren extasiados los primeros kilómetros. Grave error. "El inicio es el momento en que los corredores deben buscar su ritmo de trote", recomienda González. Salir en velocidad sólo repercutirá en el consumo adelantado de reservas energéticas.
Kilómetro 2 y en la Avenida España aparece la primera curva. Según el argentino Alfredo Follonier, creador y editor de los sitios runchile.cl y trichile.cl, y acompañante en la expedición, este tramo "recuerda mucho a los grandes maratones del mundo, como Roma o la Muralla China, por sus adoquines". Sólo son 800 metros de piso de piedra y pisar con cuidado aquí es fundamental para evitar un esguince de tobillo.
Kilómetro 3. Al llegar a Blanco Encalada las puertas del Club Hípico chocan de frentón. Comienza la pendiente en ascenso, sello del Maratón de Santiago y que se extiende, pese a algunas pausas, hasta los 30k. La subida es significativa: "Desde la partida hasta la cúspide se suben 330 metros", enfatiza el guía. A esta altura el ritmo de carrera debe estar interiorizado, siempre pensando en que se deberá mantener hasta el final.
Giro en Rondizzoni y, al kilómetro 5, frente al Club de Suboficiales del Ejército, aparece el primer punto de hidratación. "Puede que no sientan sed, pero igual es necesario beber algo. No importa si gastas 30 segundos en la fila, hay que hacerlo". El entrenador es tajante. Recorrer 42 kilómetros necesita más que simples ganas. Hidratarse es prioridad en cada punto del circuito.
Sigue el éxodo y en el kilómetro 9 asoma Ñuñoa. La esquina de Grecia con Campo de Deportes (frente al Estadio Nacional) aparece en el itinerario, siempre empinada, complicándolo todo.
El primer descanso llega recién a los 15 kilómetros. Los Leones con Pocuro cae a los pies con un descenso traicionero, tentando a estirar de golpe cada paso. "No hay que querer apurar aquí, se debe mantener el ritmo adquirido y la misma distancia en las zancadas, sino, olvídate de los isquiotibiales", advierte el coach. Cinco kilómetros más adelante, en José Pedro de Alessandri con Rodrigo de Araya, vuelve el ascenso.
La mitad de la prueba llega en la avenida Alcalde Jorge Monckeberg. "Aquí comienza el verdadero maratón", comenta en tono burlón Alfredo Follonier. Al llegar a la rotonda Grecia el llamado es a la precaución: "No estarán todas las vías habilitadas para los corredores y no faltará el conductor imprudente que querrá cruzarse", advierte González. A esta altura ya el pelotón de maratonistas viene separado entre los más veloces y los aficionados.
Entrando a Apoquindo, frente a Escuela Militar, el trayecto recrudece. Kennedy con Américo Vespucio representan el kilómetro 30, aquí aparece el famoso 'muro', síntoma de fatiga muscular y sicológica que puede sacar de competencia incluso a los más avezados. "Si te apuraste, perdiste. Sino, tienes 12 lindos kilómetros que recorrer", adelanta Follonier, mientras comprendo el porqué del término: el que supera esta barrera será parte de la épica, el que no se lamentará en la ducha.
Kilómetro 32. En Monseñor Escrivá de Balaguer se entra a una fuerte bajada. A un costado del Parque Bicentenario comienza el descenso, el segundo aire de muchos. "Aquí uno dice 'ya está, remato con todo', pero las piernas no dan", se ríe el transandino.
Rotonda Perez-Zujovic. Kilómetro 39: el tramo maldito. Para muchos el trayecto más difícil, pues "ya estás hecho puré", reconoce González. No falta mucho para Plaza Italia, espectáculo conmovedor para los maratonistas, con toda la ciudadanía alentando a los competidores a terminar.
Luego, la Alameda con Eliodoro Yáñez conecta con los corredores del mediomaratón. La confluencia de atletas maravilla, todos esperando cruzar las metas: la física, la sicológica y la enclavada frente al Palacio de la Moneda. Es una fiesta.
En el horizonte aparece la Torre Entel, que viste este año y por primera vez la polera de la prueba. Como un tótem de tono solargreen, hipnotizando a los corredores, la primera mole santiaguina invita a terminar el desafío. Ya se puede respirar hondo. Ya puede descansar. Acaba de cruzar la meta y es un maratonista. Ojo, trate de hidratarse y elongar, es lo ideal.