Un día de junio de 2015, se desarrollaba el último minuto del tiempo reglamentario en el partido entre Hamburgo y Karlsruher. Este último, el dueño de casa del evento, aventajaba por un gol a cero al equipo que nunca había descendido a segunda división.
Los hinchas del Karlsruher celebraban, los del Hamburgo se lamentaban, y de pronto, un tiro libre a favor de los visitantes dio una pequeña esperanza a quienes luchaban por mantenerse en su división. Los jugadores a disputar el tiro eran dos: el holandés Rafael Van der Vaart y Marcelo Díaz, pero el chileno defendió su posibilidad de marcar un gol histórico.
"Recuerdo que Rafael colocó el balón para patear, entonces yo me puse al lado y le dije que me dejara patear. A lo cual me respondió: 'yo pateo'", recordó el chileno que decidió imponerse: "Tomorrow my friend, tomorrow", le dijo a Van der Vaart.
Díaz posicionó la pelota, la pateó con fuerza y sobrevoló las cabezas de quienes formaban una barrera humana. El balón solo se detuvo al interior del arco, seguido de un desgarrador grito de gol de la barra hamburguesa. Este fue el primer gol que Díaz marcaba para el equipo alemán y el más memorable. "Creo que es el gol más trascendente que hice", dijo en una entrevista el actual seleccionado nacional.
Nacido en la comuna Padre Hurtado, Marcelo Díaz comenzó su carrera futbolística jugando en Filial Magallanes al igual que su hermano 6 años mayor, Gonzalo. La población Santa Rosa de Chena fue el barrio en que se crió y donde comenzó a desarrollar su talento para la pelota en vez de sucumbir al narcotráfico que dominaba el sector.
Cuando tenía 15 años, fue reclutado por Jorge Cabrera para incorporarse a la sub 16 como volante de Universidad de Chile, el equipo del que siempre fue hincha.
"Lo primero que me sorprendió era lo bien que vocalizaba: a los jugadores de estratos sociales más bajos les cuesta mucho hablar y lo hacen casi con puros modismos. Marcelo leía el diario, estaba siempre informado", dijo Pedro Cárdenas, quien era coordinador de las series menores de Universidad de Chile, para el libro Leones de Rodrigo Fluxá y Gazi Jalil.
"Era muy atípico: yo tenía permiso de los entrenadores de todas la categorías para llamar los viernes y sábados en la noche a las casas de los jugadores, para tener así la cuenta de quién salía y quién no. A él lo encontré siempre", dijo sobre Díaz.
Marcelo se levantaba, iba al colegio, viajaba desde Padre Hurtado a Santiago para entrenar y llegaba a su casa en la noche, esa era su rutina. Pero el 6 de noviembre de 2003, como registran Fluxá y Jalil, esto cambió.
Su hermano, Gonzalo Díaz dejó ese día una carta de despedida dirigida a Marcelo que fue leída por muy pocas personas. Un anticipo a lo que su madre vería pasadas las 23 horas: su hijo de 22 años colgado en un árbol.
"Sigue con tu vida, cumple tu sueño en el fútbol y perdóname", decía parte de la misiva que Gonzalo dejó a su hermano, según contó Sebastián Castro en el libro Leones. "Yo, que tenía apenas 16 años, tuve que ponerle el pecho a las balas y tirarlos a todos para adelante. Emocionalmente era el único que podía hacerlo; me transformé en la razón para que pudieran seguir viviendo", dijo Díaz.
Los periodistas le preguntaron si evaluó sus prioridades en cuanto al fútbol: "Al contrario, el fútbol era lo único que podía volver a hacerme sonreír. Me ayudó a tener las cosas aún más claras, a estructurarme, a entender que todos los otros problemas se pueden solucionar, a comprender lo que quería y lo que estaba dispuesto a pasar para lograrlo".
En diciembre de 2004, un segundo golpe remeció a Marcelo y a su madre: su padre decidió reiniciar su vida con una nueva pareja. Tras esto, Díaz quedó totalmente a cargo de su madre, su casa y su propia vida, tuvo que elegir entre continuar sus estudios o seguir luchando por su sueño.
Al año siguiente, comenzó a jugar en la primera división de Universidad de Chile. Allí se
desempeñó como lateral, posición que no le pertenecía realmente, pero en el que se quedó por el sueldo y esperando ser titular. Cinco años pasaron y el club no le dio lo que necesitaba.
Deportes La Serena, dirigido por Víctor Hugo Castañeda, fue su casa deportiva por cuatro meses. Allí el mismo equipo y su director técnico se dieron cuenta del nivel que podía alcanzar Díaz: "Al primer entrenamiento nos dimos cuenta de que era un jugador distinto, técnicamente superior al resto. Y fuera de la cancha ni decir: es cosa de ver cómo habla, cómo se expresa", dijo Castañeda a los autores de Leones.
Desempeño que no pasó desapercibido para los nuevos dirigentes de la U. Ahora con Jorge Sampaoli a la cabeza del equipo, Marcelo Díaz regresó a Universidad de Chile. Allí participó de la obtención de la Copa Sudamericana 2011 contra la Liga de Quito, el primer título internacional del club; y el primer tricampeonato nacional de la U.
A partir de 2012, el volante pegó un salto internacional: fue convocado por el Basilea por 4,2 millones de dólares, uno de los equipos más exitosos del fútbol suizo. De la mano de este equipo, fue ganador de la Super Liga Suiza 2012/2013 y la Super Liga Suiza 2013/2014.
En 2015, otro equipo europeo fijaría sus ojos en el chileno, esta vez alemán. Díaz firmó contrato hasta el 2017 con el Hamburgo, equipo que salvó con su tiro libre del descenso a segunda división. Sin embargo, luego de esta hazaña, el volante jugó cada vez menos, por lo que decidió solicitar su salida.
Más de un club quería al 'Xavi chileno' entre sus filas, pero nuevamente sería un club del Viejo Continente el que se quedaría con él.
El Celta de Vigo presentó a Díaz el 17 de enero de 2016 como el reemplazo en el mediocampo del argentino Augusto Fernández. Con ellos, el volante fue elegido mejor jugador del partido contra Panathinaikos, en la fase de grupos de la Europa League 2016-17; y en enero de este año, Celta de Vigo eliminó al Real Madrid en los cuartos de final de la Copa del Rey.
Actualmente, Marcelo Díaz está casado con Karen Santa María —abogada que conoció a los 18 años—. Finalizó sus estudios escolares en un colegio nocturno, y sigue como volante por el club español y de la selección chilena con la que obtuvo el título de bicampeón de la Copa América 2016 y 2017.
"En Alemania aprendí que siempre debes trabajar al 100%. Que la disciplina y el respeto por lo que haces debe ser siempre al máximo", dijo de sus años en el club germano. En la final de la Copa Confederaciones 2017, Díaz podrá aplicar esta lección y así, superar a quien fue su maestro en su paso por el Hamburgo.