Una de las grandes lecciones de la primera vuelta presidencial es que pocos conceptos están más desgastados en la política nacional que el de los "grandes electores". Desde lo alto de su índice de popularidad de más de 80%, la Presidenta Michelle Bachelet se jugó todo lo que pudo -con su equipo de gobierno incluido- para intentar traspasarle a Eduardo Frei Ruiz-Tagle parte de su tasa de aprobación ciudadana. Ese momento tan esperado, sin embargo, nunca llegó. Al revés: Chile vivió la paradoja de que el candidato de la Presidenta más apreciada de los últimos 20 años cosechó el peor resultado en las urnas en las cinco elecciones de ese período.
Con su 20,16% obtenido hace una semana, Marco Enríquez-Ominami tendría el perfil perfecto para intentar convertirse en el "gran elector" de la segunda vuelta. Pero no sólo no hay ningún motivo para augurarle éxito donde fracasó la figura más popular del país. Además -y sobre todo-, el ex candidato se rehúsa a usar el capital político que acumuló en sus 10 meses de campaña para endosárselo a Sebatián Piñera o a Eduardo Frei.
Por posicionamiento político, lo natural sería que se inclinara por el abanderado de la Concertación. Proviene de sus filas y en su último mes y medio de campaña enfatizó su pertenencia a la "izquierda progresista". No son pocos los analistas, sin embargo, que estiman que su verdadero objetivo es convertirse en líder de la oposición a un gobierno de la Alianza, escenario donde podría potenciarse mejor. Por otra parte, su proyección no se ve fácil sin una estructura partidaria ni representación en el Parlamento. A esas y otras interrogantes sobre su destino político responde en la siguiente entrevista.
-¿Va a marcar uno de los nombres en la papeleta el 17 de enero?
-Sí. Voy a votar.
-¿No le parece que debería terminar con el suspenso de una vez por todas y decir claramente cuál es su opción? Se supone que la tarea de un líder político es conducir.
-He dicho que con Piñera y su forma de hacer política tengo diferencias insalvables. Tampoco creo que Frei sea un avance. Tengo claro que mi tarea es liderar y lo he hecho. He liderado un proceso que captó la atención y adhesión de un millón y medio de chilenos y que es hoy la única ventana de futuro que se vislumbra en la política nacional. Muchos de los que hicieron esto posible se han puesto a disposición nuestra para la conformación de una nueva instancia política.
-En los últimos días, Piñera se abrió a estudiar sus propuestas económicas -apoyo a las pymes, royalty a la minería y rebaja de impuestos a las personas. Frei, a su vez, adoptó reformas políticas, como elección directa de intendentes y primarias obligatorias en los partidos para designar candidatos. Insisto: ¿Cuál es su opción en segunda vuelta?
-Quisiera ver para creer. Quisiera que dieran pasos más concretos en esa dirección antes de tener una opinión concluyente. Pero respecto de las opciones de candidatos en segunda vuelta, puedo adelantar que para mí el proyecto de Sebastián Piñera es un retroceso.
-¿Y Eduardo Frei?
-Su proyecto no es un avance. Los dos son más candidatos del pasado que del futuro. Pero hago una distinción: rescato la base de apoyo de la candidatura de Eduardo Frei y, por lo mismo, entiendo los niveles de frustración de la gente. Su candidato debería representar un mensaje de renovación y esperanza, algo que no ocurre.
-El comando oficialista ha transmitido, en la primera semana de la segunda vuelta, un mensaje de máxima polarización. ¿Cree que va a funcionar?
-Eduardo Frei hace un diagnóstico de la realidad completamente equivocado. Los problemas de su candidatura tienen origen en su falta de legitimidad, en ser fruto de una primaria ilegítima. El intento de polarizarse frente a la derecha para camuflar los vicios de origen es un error, un truco electoral, una cortina de humo para evitar el debate sobre la insatisfacción que tiene un conjunto de chilenos que históricamente habían votado de una manera y que hoy han decidido otro camino. Esa visión no la comparto, porque no es cierta. Porque la presidencia de la Cámara de Diputados de la UDI se obtuvo con votos de la Concertación y la Ley General de Educación se aprobó con un acuerdo mediocre derecha-Concertación. Deberían detenerse un minuto en por qué hemos llegado adonde estamos.
-¿Frei tiene posibilidades de remontar?
-Cualquiera puede ser presidente, siempre y cuando escuche las demandas de la gente y se le conceda valor y credibilidad a lo que dice el candidato. Aquí hay una forma de hacer campaña que es muy precaria. Por un lado, hay un candidato de derecha anclado en el marketing. Por otro, una candidatura que ha decidido reclamar de nuevo -como único argumento- cierto narcisismo moral, que consiste en creerse dueño de la verdad y la democracia. La democracia nos pertenece a todos.
-Después del 17 de enero, ¿por qué camino va a optar: potenciar un nuevo referente o buscar alianzas para volcar a su favor a los partidos de la Concertación?
-Todas las anteriores. Todo lo que sirva para seguir cambiando Chile y no retroceder en la línea que la Presidenta Bachelet abrió, que es un proceso de cambio cultural.
-¿La Presidenta Bachelet no está entre las derrotadas de la primera vuelta? El candidato por el cual ella y su gobierno se jugaron sacó el peor resultado de la historia de la Concertación.
-No. Su gobierno cristalizó un discurso y un sistema de protección social que es un tremendo aporte al país. Por eso me ha gustado ver ahora un nuevo diseño, mucho más coherente. Al contrario de la primera vuelta, la Presidenta ha definido que los ministros y cargos de confianza que trabajen en la campaña dejen sus puestos. Me parece bien para ella y su gobierno.
-¿Lo ve como una forma de protegerse ante un nuevo resultado adverso?
Lo veo más bien como un aprendizaje respecto de la primera vuelta. No era correcta la idea de que todo vale para ganar una elección. Observé con preocupación que la Presidenta empañara su legado y me alegra que haya enmendado el rumbo.
-¿Cree que la estabilidad del país está en riesgo si gana Piñera?
-He dicho que no nos vamos ni al cielo ni al infierno con ninguno de los dos. Pero el purgatorio no es el lugar donde quiero que vivamos los chilenos. Soy un convencido de que el proyecto de Piñera es insuficiente y por eso competí.
-¿Frei no es el purgatorio?
-Eso lo decidirán los chilenos el 17 de enero.
-¿Cómo pretende ser un líder de la oposición al próximo gobierno si no tiene estructura partidaria ni parlamentarios?
-Mis adversarios siempre han dudado de mi capacidad. Dijeron que no marcaría en las encuestas, que no se reunirían las firmas para inscribirnos, que no daríamos gobernabilidad. Y ahora dudan que podamos ser una oposición eficiente. Haremos una oposición combativa y propositiva.
-¿No es más funcional para sus planes ser opositor a Piñera que a Frei, por el espacio político que puede ocupar?
-No hago ese cálculo. Mi voto en segunda vuelta será en función de la apertura a incorporar las propuestas básicas de mi programa.
-Ha sido un secreto a voces que en su comando había dos almas en caso de que no pasara a segunda vuelta. Por un lado, están sus padres, Carlos Ominami y Manuela Gumucio, más inclinados a un acuerdo con Frei. Por otro, Max Marambio contrario a cualquier acuerdo con la Concertación. ¿Cómo administra eso?
-Primero quiero decir que Carlos y Manuela tienen una visión de país que compartimos. No soy vocero de ellos, pero han dicho públicamente que ven hoy con tristeza que los candidatos están muy al debe. Segundo, el comando se cerró el viernes y se abrió otra etapa, que consiste en recorrer Chile y seguir plasmando este mensaje de transformación social que encarné. Por lo tanto, no puede estar dividido lo que aún no existe.
-Pero es un hecho que hubo diferencias que simbolizaron las figuras de sus padres, de Max Marambio y, por el lado de los que se inclinan por Piñera, por el economista Paul Fontaine.
-Efectivamente, hubo matices y la campaña tuvo mucha energía por eso. Pero tanto Max como mi entorno más cercano han estado clarísimos frente al mismo mensaje: no hay negociación posible.
-¿Cómo ha visto el acercamiento de Fontaine a la campaña de Piñera?
-La noche de la primera vuelta dije que dejaba a todos en libertad de acción. Y eso corre para todos.
-¿No teme ser responsabilizado si pierde la Concertación?
-Si ocurre, es curioso que se busque una explicación distinta a por qué la Concertación ha llegado adonde está. Ha sido advertida durante años: lo único que ha hecho es perder votos y han tenido todas las luces rojas. Las primarias fueron un síntoma. Yo no acepto que me culpen si pierde Frei. Todo es responsabilidad de una connivencia con la derecha, propia de la política del pasado, de unos acuerdos ramplones. Hay un intento explícito de camuflar el enorme error político de no haber escuchado la crítica. La Concertación va por un mal rumbo y está encabezada por dirigentes que han hecho de esta elección un problema patrimonial, de cuotas de poder personal. Pero además, en ese tipo de crítica hay falta de inteligencia.
-¿Por qué?
Considero una falta de inteligencia empezar a buscar culpables de una derrota antes que los electores vayan a las urnas. Lo pongo de otra forma: si Frei gana, ¿vendrán los dirigentes a felicitarnos por haber impedido el triunfo de Piñera en primera vuelta? Lo dudo. Pues bien: propongo que la coalición se haga responsable de sus éxitos y fracasos.