¿Cómo hacer una película sobre un filósofo? ¿Cómo traducir en acción cinematográfica la vida de Hannah Arendt, una mujer de palabras antes que de acción? Durante más o menos 10 años, la cineasta alemana Margarethe von Trotta se hizo estas preguntas sin encontrar demasiadas respuestas. Se trataba de una misión relativamente imposible. Finalmente, la respuesta la encontró en un hecho que ligaba a la realidad. Y vaya que realidad: el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann, el ejecutor más aplicado de la llamada "solución final" y burócrata impecable del sistema de transportes a los campos de concentración nazis.

Hannah Arendt, la filósofa judío-alemana residente en Nueva York cuando Eichmann fue encontrado en Buenos Aires, fue enviada a reportar el juicio en Jerusalén por la revista The New Yorker. Ese era el período que a Von Trotta le sirvió para construir la historia de su vida. O al menos de parte de ella. "Un amigo me sugirió que hiciera un filme sobre Hannah Arendt. Según él, si yo había podido hacer la película Rosa Luxemburgo, podía con Hannah Arendt. Fue poco después de estrenar La calle de las rosas, en el 2003. En ese momento pensé que era imposible. Hannah Arendt, a diferencia de la revolucionaria Rosa Luxemburgo, era una mujer de pensamientos, no de acciones", cuenta Von Trotta al teléfono desde su residencia en París.

El Festival Sanfic, que partió ayer en cinco sedes capitalinas, dedica una retrospectiva de cinco películas a la directora alemana de 71 años, nombre fundamental en el Nuevo Cine Alemán de los 70 y ganadora del León de Oro de Venecia en 1981 por Las hermanas alemanas. En el contexto de la muestra (que se realiza gracias a Goethe Institut y German Films), mañana se exhibe su última película, Hannah Arendt, a las 17 horas en la Cineteca Nacional (ver recuadro). La intención inicial era que Von Trotta estuviera en Chile, pero la inesperada detección de una dolencia cardíaca le impidió el viaje. "Es algo delicado, debo cuidarme", dice.

Hannah Arendt describe las experiencias de la pensadora cuando presencia el juicio y también realiza flashbacks a los años 20, época en que fue alumna y pareja del filósofo alemán Martin Heidegger. El autor de Ser y tiempo terminó pasándose al bando nazi y Arendt huyó a Estados Unidos. Luego, en el proceso que terminó con la ejecución de Eichmann en 1962, Arendt acuñaría la famosa expresión "la banalidad del mal" para referirse al criminal nazi como un mero ejecutor eficaz de tareas ordenadas por otros.

La película ha sido una de las más exitosas en la carrera de Von Trotta, ganadora de la Espiga de Plata en el Festival de Valladolid y del Premio a Mejor Actriz en los Galardones del Cine Alemán.

¿Sospechó que el filme podría tener este éxito?

No. Todo esto es un completo milagro. Uno de mis antiguos productores nunca creyó que alguien tuviera interés en ver esta película y le auguraba un absoluto fracaso. Tal vez funcionó porque mostramos a una filósofa sin olvidarnos que la película puede entretener.

¿Siempre prefirió centrarse en este período de la vida de Hannah Arendt?

Por supuesto que hubiera sido más fácil hacer una película contando la historia de amor entre Hannah y Martin Heidegger. Habría llegado dinero de Hollywood tal vez. Pero la historia de Alemania no la podíamos relatar a través de un romance. Me rehúso. Para mí, Hannah Arendt es el cierre de una trilogía de la historia alemana que comienza con Rosa Luxemburgo (1986), donde hablo de una figura importante de los primeros años del siglo XX y sigue con La calle de las rosas (2003), en que toco el período nazi, en 1943. Hannah Arendt, de cierta manera, cierra este círculo, refiriéndose a un personaje ya inserto en los años 60.

¿Qué opina de la relación de Arendt con Heidegger?

Es importante, pero fue mucho más importante para ella como soporte afectivo su segundo esposo, el filósofo Heinrich Blücher. Ahora, en todo esto hay una contradicción: elijo concluir la película con Hannah Arendt diciendo: "Lo único que nos puede prevenir de la catástrofe es el pensamiento". Pero por otro lado, Heidegger , su maestro, es un pensador que finalmente termina adhiriendo al Partido Nazi.

Usted es de la generación del Nuevo Cine Alemán de los 70. ¿Siente algún tipo de nostalgia por ese período?

Qué puedo decir. Fassbinder murió, Wenders y Herzog se fueron a América. Siento nostalgia por el sentido de solidaridad entre cineastas que había en los años 70. Luchábamos por nuestras películas juntos, discutíamos de cine y política en los cafés, en todas partes. Eso se acabó. Ahora cada quien se las arregla como puede. Estamos en una época individualista.