Los nombres de José Saramago, Antonio Machado o Walt Whitman se hacen lugares comunes en el habla de María Pagés. La palabra de ellos, y otros más, suelen aparecer en su conversación como parte integral de lo que es su arte: el flamenco.
Esa expresión que la traerá a nuestro país esta semana, precedida de grandes carteles, incluyendo incursiones cinematográficas, y que en ella toma otros matices. Pues si algunos privilegian la técnica, otros la garra y las entrañas; en Pagés convive la tradición y la evolución, "el equilibrio y la verdad". Y sobre todo, la creación, "el reflejo de lo que es uno".
María Pagés (1963) lleva años acaparando la atención como artista integral, con una larga trayectoria, que la ha llevado a recorrer el mundo. Faltaba Chile, una venida que no había logrado concretar por topes de fechas pero que, señala con notoria alegría desde Bogotá, finalmente la traerá tanto al Teatro Municipal de Santiago como al Teatro del Lago en Frutillar con su Autorretrato, la pieza más premiada de su repertorio y que se ha convertido en "insignia de mi compañía". Si bien en su gira internacional que comenzó en enero y que concluirá en julio alterna otras dos obras -Utopía y Yo, Carmen-, consideró que, por ser su debut, debía mostrar lo que es "un espejo" para ella. "Esta significó un punto de inflexión en mi carrera como creadora y refleja cómo es el camino creativo de María. Es una reflexión sobre en qué momento estaba en mi vida, como mujer y creadora, un espejo de lo que era".
Como una idea que nació en el 2006 a petición de Mikhail Baryshnikov, y que fue "el germen" de lo que luego se fue convirtiendo, Autorretrato "me ha permitido ir reinventándome. La 'soleá' ha ido variando como yo me he ido transformando y ese camino ha marcado las obras posteriores". Dividida en cuatro cuadros, Pagés la considera "una creación orgánica, global, donde el baile, la música y la atmósfera se unen a la palabra", donde resuenan los versos Ergo uma rosa (Alzo una rosa) en la voz del propio escritor y Premio Nobel José Saramago, que eligió personalmente este poema "porque a él simplemente le gustaba".
Y es que la palabra es parte importante de la vida de la artista. "Transmite poesía, y el cante es poesía, es potencia popular, desde éste se ha ido enriqueciendo y para mi es una manera de crear a partir de una poesía. Y también se puede bailar la palabra cruda, desnuda". El flamenco nació de los pueblos marginales pero, dice, "ha ido creciendo. Desde que se profesionó (sic), desde que se constituyó como arte, los intelectuales se interesaron en él, pero nunca ha perdido su carácter popular". Y, por tanto, "lo único que se necesita para que tenga sentido es un espectador que se emocione".
La crítica ha elogiado sus obras y la ha destacado como bailaora. Sin embargo, a la hora de autodefinirse, las palabras fluyen con patente entusiasmo por el teléfono para hacerlo como creadora, pero no así como intérprete, lo que le arranca risas y lapsos de duda. A nivel creativo, su sello es "la apertura hacia la evolución, el entender una creación flamenca como algo global… A nivel interpretativo depende también de la creatividad… Siempre hablan de mis brazos, y eso que yo pienso que interpreto desde la punta de los pies… No sé… me cuesta". Sí tiene claro que "cuando creo pasa por una unión con la emoción" y, ante todo, por la libertad. "No prescindimos de la técnica, pero podemos liberarnos de ella, porque hay una justificación emocional".
María Pagés llega a Chile con 24 integrantes de su compañía, entre técnicos, cantaores y bailaores. Un grupo que formó en 1990 y que actúa como institución privada, "autónomos", pero que hasta hoy, y gracias a su reconocimiento, ha podido sobrevivir.