El ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, reiteró ayer el compromiso del gobierno por una gratuidad universal en la educación. Esto, luego de que el domingo expresara la posibilidad de reducir la gratuidad a cuatro años de enseñanza en la educación superior.
A este debate entra Mariana Aylwin, ex ministra de la cartera, militante DC y sostenedora de colegios particulares subvencionados, y quien ha sido protagonista de las críticas más duras a la reforma educacional expresadas desde el propio oficialismo.
-El ministro dio por cerrada la controversia por sus dichos sobre la gratuidad a cuatro años, ratificando el compromiso del gobierno por la gratuidad universal. ¿Qué visión tiene usted al respecto?
Creo que el problema es la falta de una ruta más clara respecto de la reforma, porque se han tocado temas muy diversos y sin un panorama más general. Entonces, induce a confusión abrir muchos frentes. Lo razonable sería, como él mismo ha dicho, ir paso a paso, entregando una visión más clara respecto de hacia dónde van las cosas. Claramente, lo que él planteó sobre la gratuidad a cuatro años no me parece tan descabellado, pero es inoportuno el momento en que lo dijo. Lo que pasa es que no es coherente con el nivel de expectativas que se plantearon. Entonces, si la Nueva Mayoría se planteó una reforma tan integral al sistema educativo y luego se puso un plazo de 100 días para presentar un esquema de la reforma, la verdad es que se está cazando en su propia trampa. Al final, una reforma de esta magnitud requiere tiempos de diseño mucho más largos. Aquí se eligió una estrategia que consiste en mandar un primer proyecto sin tener la visión general, que además aborda sólo la educación privada y que, como era bastante predecible que así ocurriera, ha generado inquietud. En general, el común y corriente de la gente no sabe bien para dónde vamos.
-¿Polémicas como esta entraban la discusión de la reforma?
Obviamente, es tan compleja esta reforma, que por lo menos hay que entregar ciertas seguridades a los distintos actores para que no se paralicen.
-El ministro cambió de opinión y se reunió el lunes con la Confech. ¿Pesó, nuevamente, la opinión del movimiento estudiantil?
Yo no critico al movimiento estudiantil, ellos están en su derecho. Lo que creo es que tan significativos como el movimiento estudiantil son otros actores en el sistema educativo; la familia, los sostenedores, los profesores. Por lo tanto, el ministro va a tener que equilibrar las presiones, porque no todos los intereses van en el mismo sentido. Ese es el rol de la política y es lo que tendrá que hacer. Y, por otra parte, si queremos hacer una reforma de magnitud, no puede ser cortoplacista. Tiene que proponerse que esto dure 20 años y, para ello, va a tener que buscar acuerdos amplios, les guste o no les guste a algunos. Si hacemos depender una reforma profunda de una mayoría circunstancial, si cambia esa mayoría, con alta probabilidad puede cambiar la reforma.
-Desde el mismo oficialismo se hicieron observaciones al ministro, apuntando a la necesidad de cambiar el diseño de la reforma. ¿De alguna manera le dan la razón a sus críticas a la reforma?
Yo planteé aprensiones, y la verdad es que no estuve tan equivocada. No es lo que yo hubiera querido, pero era muy evidente que esto iba a ocurrir. Entonces, existe la necesidad de tener una hoja de ruta, una carta de navegación que diga los pasos de lo que se va a hacer... pero el ministro lo dice y después se salta esos pasos. Hemos abierto demasiados debates distintos, y por lo menos tenemos que saber cuál es el diseño, sobre todo acordar un diseño e ir discutiendo los proyectos. Eso no quiere decir que no haya que discutir los proyectos que ya están, ese proceso ya empezó. Si uno no sabe para dónde se va, la verdad, es bien difícil concitar apoyo.
-¿Eyzaguirre ha improvisado en la estrategia de la reforma?
Creo que el gobierno ha improvisado y se ha visto cazado en sus propias palabras. Una reforma de esta magnitud, como lo ha dicho el propio ministro, se hace en varios períodos de gobierno, y los períodos duran cuatro años, pero están casados en compromisos que son muy difíciles de cumplir. Las expectativas han sido demasiado grandes, entonces hay que bajar el nivel de expectativas o asumir un compromiso más de largo plazo, diciendo "hacia allá queremos ir, pero vamos a ir paso a paso". Abrirse en todos los frentes es avanzar en ninguno, y los dichos del ministro el domingo lo dejaron completamente en evidencia. Se cambió de caballo, se saltó de un proyecto, abrió la discusión en otro y, la verdad, va a pasar toda esta semana dando explicaciones.
-¿Cómo llegar a acuerdos amplios cuando hay sectores que se oponen a los principios que inspiran esta reforma?
Nadie se opone a tener una educación pública, gratuita y de calidad. Lo que hay que hacer son cambios que no sean fundacionales; hay que ir cambiando la institucionalidad, pero no radicalmente. Es posible llegar a acuerdos sobre el copago, fin del lucro o un lucro regulado, y creo que es posible llegar a acuerdos en materia de selección, siempre que se acoten y que no se planteen como temas fundacionales. Todo el mundo estaría de acuerdo en que si hay un monto dispuesto a invertir, producto de la reforma tributaria, sería en educación inicial. Y mejorar la calidad de la educación inicial, el apoyo a las educadoras de párvulos, puede ser que ahí lleguemos a grandes acuerdos, y está demostrado que eso reduce brechas al inicio de vida de los niños. Hay que buscar aquellos acuerdos donde es posible avanzar más rápido. Los otros temas no se trata de postergarlos, se trata de ir construyendo un diseño donde los cambios sean posibles.