La primera vez que William C. Gordon pensó que quería ser escritor, tenía cinco años, con suerte, seis: vio a su madre tipear en una máquina de escribir un texto de su padre llamado El plan infinito, algo así como el manifiesto de la religión que él mismo inventó y con la que se ganó la vida. Fue a inicios de los 40. Sesenta años después, por fin concretó ese deseo infantil: escribió un libro parecido a una novela y se la pasó a su esposa, Isabel Allende. Ella pidió reescribirlo, pero sobre todo le molestó el protagonista: "Ese enano es asqueroso. A nadie le va a gustar. Olvídalo".
Willie, un estadounidense de 74 años que se calza el sombrero para las fotos, le hizo a caso a su mujer. Siguió al pie de la letra las instrucciones de la autora de La casa de los espíritus y se dedicó a los policiales. Se inventó a un personaje, un periodista llamado Samuel Hamilton, y escribió Duelo en Chinatown y El rey de los bajos fondos, ambas inspiradas en las historias que oyó como abogado de latinos en California. Luego volvió el enano. No podía olvidarlo.
"No podía dejarlo. Era un enano patético, enfermo, que quiere ser predicador. Me di cuenta de que representaba a mi padre, que aunque él era un hombre alto, emocionalmente era un enano", cuenta Gordon, en el departamento de sus suegros en Santiago.
De paso por Chile junto a Allende, trae bajo el brazo su última novela, que se llama precisamente El enano. Fijada para distribuir a librerías la próxima semana, se trata de otro caso para Hamilton: un pedazo de muslo humano tirado en un basurero de San Francisco es la primera señal de un desquiciado asesino operando. Las pistas llevarán a Hamilton hasta Dusty Schwartz, un enano y oscuro predicador. Ahí la novela toma un aliento biográfico y el caso se transforma en un eco de la venturosa vida real de William C. Gordon.
Dusty y Dominique
Casado hace 25 años con Allende, Gordon creció viajando por Estados Unidos en la caravana religiosa de su padre. Montaba una carpa en cualquier pueblo, cobraba un dólar por entrar y al salir pedía otro por El plan infinito. Gordon nunca quiso leerlo. Estaba seguro que ahí encontraría la prueba irrefutable de que su padre era un estafador. Sólo leyó el texto hace poco, para escribir El enano.
"Yo pensaba que era un charlatán, pero me di cuenta de que era un escritor de ficción", dice, con un inesperado orgullo. "Mi padre me enseñó todo, no sólo a ser un hombre y a moverme por las calles, sino también en sus discursos como pastor estaba el origen de mis intervenciones como abogado ante un jurado y la escritura de mis libros. Yo practicaba un sermón, ahora cuento una historia", agrega.
En El enano no sólo está su padre, también aparece su amante. Dusty Schwartz echa andar su negocio como predicador de la mano de Dominique la Dominatriz, una oscura prostituta obsesionada con el ocultismo. Ella, dice Gordon, está basada en la mano derecha de su papá en los tiempos de El plan infinito. "Manejaba la iglesia. Era una bruja. Fue una mujer muy poderosa y reemplazó a mi mamá con la fuerza. Cuando mi padre murió, siguió ahí negociando con los latinos de mi barrio. Era feroz. De hecho, creo que empecé esta novela por venganza contra ella".
Más allá de lo biográfico, Gordon levanta en la novela un retrato de la comunidad latina en San Francisco. Hamilton, el reportero, busca pistas de bar en bar, husmeando en cada esquina de barrios como La Misión. El enano es un nuevo capítulo del periodista, pero no el último. Gordon está dejando de ejercer el derecho para dedicarse a la escritura. "Yo escribo cuando puedo, en todas partes del mundo. Escribí todas estas novelas cargando las maletas de Isabel Allende. No soy un escritor. Todavía es un gusto personal y quiero gozarlo", concluye.