La batalla interna en el ultraderechista Frente Nacional (FN) alcanzó hoy el paroxismo con la decisión de su presidenta, Marine Le Pen, de suspender de militancia a su padre y fundador del partido, Jean-Marie Le Pen, a quien pretende ahora desplazar de la presidencia de honor.
Una asamblea general extraordinaria deberá decidir en un plazo máximo de tres meses sobre la suerte del patriarca del clan Le Pen, de 86 años, quien pese a todo se mantuvo desafiante.
El buró ejecutivo -máxima instancia de dirección- del FN se reunió por la tarde después de que la ejecutiva ya hubiese desautorizado por la mañana al veterano líder.
Sin embargo, el castigo fue una incógnita hasta última hora solo desvelada entrada la noche: la presidenta y los vicepresidentes de la formación no temblaron a la hora de infligir al hombre que fundó hace más de cuatro décadas el Frente una severa humillación.
"Conforme al artículo 18, el buró ejecutivo ha decidido suspender al presidente de honor de su condición de afiliado, hasta el voto de la asamblea general extraordinaria", informó el FN en un comunicado.
En esa misma cita se abordará una remodelación "más completa" de los estatutos del partido, lo que se ha interpretado en Francia como el intento definitivo del partido de Marine Le Pen por romper con su pasado y culminar su "desdemonización".
El castigo fue la respuesta a las últimas provocaciones del fundador, especialmente una entrevista con la revista ultraderechista "Rivarol" en la que aseguró que las cámaras de gas son un "detalle" de la Historia y que el mariscal Pétain, colaboracionista con los nazis, "no fue un traidor".
"He sido desautorizado", dijo el veterano líder ultraderechista, de 86 años, tras participar por la mañana en la ejecutiva de la formación en Nanterre, en las afueras de París, y antes de que el buró ejecutivo se reuniese en su ausencia.
"Los comentarios o tomas de posición del presidente de honor no pueden en ningún caso comprometer al Frente Nacional, a su presidenta o a sus instancias deliberantes", recogió la moción aprobada por la ejecutiva.
A la salida, el veterano político aseguraba ser un militante "disciplinado" y anunciaba que, suceda lo que suceda, continuará su carrera política.
A medio año de unas elecciones regionales en las que el Frente Nacional espera cosechar grandes resultados, Marine Le Pen se ha topado con la mayor crisis interna del partido en su historia.
Mientras, ha optado por recuperar el tradicional discurso antiinmigración blandido por el partido.
El pasado 1 de mayo, cuando el Frente homenajea cada año a la figura patriótica de Juana de Arco, la presidenta del FN volvió a las duras diatribas ultranacionalistas y contra los inmigrantes.
Pero en ese mismo acto volvió a evidenciarse la brecha abierta con su padre, quien, pese a ser privado de la posibilidad de dar un discurso a los militantes, se presentó en el acto.
El líder ultraderechista no estaba invitado a desfilar junto a la actual presidenta ni a tomar la palabra en la tribuna instalada en la plaza de la ópera de París, como hacía cada año.
Ayer, su hija y presidenta del partido desde 2011, tras cuatro décadas con Le Pen padre al mando, invitó al presidente de honor a no "hablar más en nombre del Frente Nacional".
"Podría haber tomado altura, distancia, pero no quiere hacerlo. Lo lamento, pero sus últimas declaraciones son inadmisibles", declaró Marine.
El exparacaidista Le Pen, que creó el FN en 1972, saboreó cotas de popularidad cercanas al 30 % en los años noventa y vivió sus días de gloria en 2002, cuando derrotó al Partido Socialista en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
Aquel resultado supuso todo un golpe de autoridad, aunque perdiera abrumadoramente ante el conservador Jacques Chirac en la segunda ronda.
Pero su popularidad cayó en los años siguientes, a medida que aparecían las dificultades financieras y las divisiones internas en un partido que cada vez sufría más en las urnas, hasta la llegada de su hija en 2011.