Pudo ser uno de los arqueros, si llegaban a los penales. O Messi, si alguna de sus diagonales desde la derecha hubiese prosperado. O Mascherano, como siempre el alma argentina. O Schürrle, uno que siempre entró de recambio en Alemania y generó desequilibrio. Pero, en un duelo cerrado como el del Maracaná, la calidad de la definición de Mario Götze le convierten en la figura del partido. Porque la sangre fría con la que liquidó en el área chica, parando de pecho y voleando cruzado, terminaron valiendo un campeonato, el cuarto para los germanos.

Pese a que entró como recambio y no fue, precisamente, un actor relevante hasta el minuto 113 cuando superó a Romero, su gol le convierten en la estrella del atardecer de Río de Janeiro.

Con el desparpajo de sus 22 años, finiquitó de lujo cuando todo parecía indicar que la prórroga llegaría a su fin sin goles y forzando la definición a penales. Pero el volante ofensivo cambió el rumbo de las cosas. Y si bien Argentina se prodigó un par de acciones más claras que los alemanes, el centro perfecto de Schürrle y la sangre fría propia de un goleador demostrada por el jugador del Bayern Münich le dieron la cuarta corona a la Mannschaft, para quedarse con la gloria y el momento que, seguramente, soñó toda su vida.

Tras un año complicado en su club, el técnico Löw se la jugó y mandó a este chico a la cancha. Y fue capaz de cambiar el rumbo de una final. Un momento de reivindicación y gloria, que lo mete en la historia. Lo que se llama aprovechar las oportunidades.