Le gustó como quedó el proyecto que crea el ministerio?

"Es de todo mi gusto", dice Mario Hamuy, con cara de cansado pero tratando de mostrar entusiasmo.

Diez meses después de que Michelle Bachelet lo nombró presidente de Conicyt y su asesor científico, y de que le encargara coordinar un comité para diseñar el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el astrónomo de 56 años y Premio Nacional de Ciencias Exactas 2015 cumplió la primera parte de la tarea. El lunes la Presidenta firmó el proyecto de ley que crea ese ministerio, un anhelo del mundo científico que en los últimos dos años ha puesto el grito en el cielo y salido a la calle protestando por la falta de presupuesto para la investigación y por los desórdenes administrativos de su principal agencia, Conicyt, donde los presidentes habían durado poco y nada.

La firma de Bachelet fue el final del primer tiempo. El proyecto debe ingresar al Congreso –el martes debiera verlo el Senado en sala– y ahí comienza la segunda parte de este partido de Hamuy, porque deberá acompañar su tramitación. "Espero que salga un mejor proyecto del que ingrese al Congreso", dice en su oficina del piso 12 de un edificio en calle Moneda, donde da esta entrevista acompañado por su jefa de gabinete y un periodista de la Segpres que siguen atentamente hasta los movimientos que hace con las manos. Hamuy destaca la importancia de que la ciencia tenga un rango ministerial para así poder generar políticas científicas a largo plazo y dice que era urgente modernizar la institucionalidad científica, que este año cumple 50 años. "El proyecto de ley eleva la ciencia y la tecnología a una jerarquía que no tenían, la ponen en un rango ministerial y por lo tanto van a pasar a ser temas relevantes para Chile".

¿Por qué necesitamos un Ministerio de Ciencia y Tecnología?

Porque la ciencia y la tecnología son fundamentales para el desarrollo, no son un lujo de países de primer mundo. Son una necesidad para poder transformar nuestra matriz económica y pasar de ser productores y exportadores de materias primas a productores y exportadores de conocimiento e inteligencia.

¿De qué manera un ministerio va a convertirnos en productores y exportadores de inteligencia?

Lo primero que hay que hacer es inculcar una cultura de ciencia, tecnología e innovación a temprana edad. Debemos tener una comunidad científica activa, vigorosa y realizando investigación de calidad, necesitamos tener universidades donde se fomente eso, apoyo a la transferencia tecnológica hacia la industria y también un sector productivo que esté dispuesto a utilizar las capacidades en estas áreas.

Si tuviera que ir a un colegio a explicar qué gana Chile con un ministerio, ¿qué les diría a los niños?

En Chile se han desarrollado disipadores sísmicos que se han usado en la construcción de edificios y les dan mayor seguridad para que resistan los terremotos. Ese es un ejemplo del tremendo potencial que existe en Chile para que la ciencia, la investigación y la tecnología se pongan al servicio del país. Ahora, el ministerio lo va a poder hacer de mucha mejor manera en la medida que focalice los recursos en áreas estratégicas y temas prioritarios, que pueden ser el Transantiago, mejores viviendas, mejores alimentos, mejor salud para la población; y eso requiere articular capacidades que están en los ministerios de Salud, Agricultura, etc. No pretendemos traer todos los servicios y las instituciones que realizan investigación a este ministerio, sino que éste articule las capacidades públicas y privadas para que la ciencia se ponga al servicio del país.

Sólo el 3,5 por ciento de los chilenos cree que es prioritario invertir en ciencia, según una encuesta de Conicyt. ¿Cómo los convencería?

Mostrando los ejemplos cotidianos de cómo la ciudadanía se beneficia de ella. Mucha gente que vive en edificio tal vez ignora que está siendo protegida por disipadores sísmicos made in Chile. La gente utiliza todos los días aparatos tecnológicos: el celular, el remedio que se toma en la noche, la ropa deportiva para transpirar menos. Hoy vivimos mucho más que hace 100 años y esa esperanza de vida aumentó gracias a la investigación de cómo funcionan las células y a la tecnología para traducir ese conocimiento a soluciones como vacunas. Con este proyecto estamos elevando a rango ministerial la labor de valoración, difusión, popularización y enseñanza de la ciencia.

¿Echa de menos el trabajo de astrónomo?

Sí, me gusta la pega de astrónomo. ¿Sabes lo que pasa? Este desafío me obligó a estrujar mi cerebro y usar otras capacidades que ni siquiera sabía que tenía. Yo no tomé cursos para escribir un proyecto de ley, sino de estrellas y de galaxias, entonces armar un ministerio significa aprender cómo funciona el Estado, de temas jurídicos, qué es posible y qué no. Fue una experiencia dura, de dormir poco, de trabajar los fines de semana, pero super enriquecedora.

¿Qué le gusta más, escribir papers sobre el universo o proyectos de ley?

En este momento, escribir proyectos de ley.

Una casa sin muebles

La comunidad científica tiene muchas fichas puestas en esta nueva institucionalidad. Pero también muchas preguntas. Se ha puesto al ministerio como la panacea que solucionará la falta de presupuesto y los problemas administrativos de Conicyt. Otros esperan que impacte la investigación en las universidades, que se coordine con el mundo privado, que resuelva la falta de puestos de trabajo de los becarios y un largo etcétera. Hamuy está consciente de las expectativas y las aterriza. "En este proyecto no estamos definiendo cuántas becas van a ir a las ciencias sociales versus las ciencias naturales, ni cuántos centros se van a crear ni con cuáles características. Si pones eso en la ley, después necesitas otra ley para cambiarlo si no te gusta".

¿Qué están definiendo entonces?

Estamos generando los espacios institucionales para que quienes asuman como autoridades diseñen las políticas, por ejemplo, para que los becarios que mandemos afuera encuentren trabajo en Chile.

En otras palabras, el proyecto de ley es como los cimientos de una casa vacía. La arquitectura quedará fijada en la tramitación en el Congreso –se espera que esté aprobado en septiembre para incorporarlo en la ley de presupuesto y que el futuro ministro parta en enero de 2018–. Quien asuma ese cargo deberá entonces en buena parte fijar la política, es decir, ponerle los muebles.

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El primer ministro va a ser clave, ¿le interesa el cargo?

No lo estoy pensando porque mi compromiso fue coordinar y trabajar el proyecto de ley, y ahora viene una segunda etapa, la discusión parlamentaria que probablemente hará que el proyecto cambie, espero que para bien. Por el momento, estoy dispuesto a trabajar en esta segunda etapa, que es un gran desafío.

¿Cuál debiera ser el perfil del ministro?

Tiene que ser un ministro o ministra que piense en Chile, este no puede ser un ministerio para un sector en particular. Que entienda de investigación, de transferencia de conocimiento a lo aplicado, y de lo aplicado a los mercados. Puede ser una persona con el perfil del mundo de las políticas públicas, que tenga habilidad política para convencer que invertir en ciencia es importante. O también un científico o una científica.

Por ahora, porque puede cambiar en el Congreso, la casa que se ha construido tiene tres pisos. En el primero habrá un Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, que va a estar integrado por personas de distintas ramas, y cuya tarea será establecer una estrategia de largo plazo (10 o 12 años) para el desarrollo científico y tecnológico. Esta estrategia país, explica Hamuy, se le entrega al Presidente de la Republica el día uno de su mandato y éste puede renovar parcialmente a los integrantes del consejo para que tenga continuidad.

El segundo nivel es la instancia de toma de decisiones políticas orientadas por esta estrategia de más largo plazo. Y en el tercero están los ejecutores de las políticas que son las agencias, como Corfo o la Agencia de Investigación y Desarrollo, que reemplazará a Conicyt.

Usted socializó el proyecto con un grupo muy chico. ¿Por qué la comunidad científica no pudo conocerlo ni lo conoce bien todavía?

La comunidad científica participó en buena medida en el año 2015 a través de la comisión Ciencia para el Desarrollo, donde había 35 personas de las sociedades científicas, ex rectores de las universidades… Fue una instancia de reflexión profunda que hizo un trabajo super concienzudo y como resultado desarrolló un informe. Entonces, la Presidenta me dice: ahora que tenemos esto, coordine el proceso para generar un proyecto de ley. No puedo volver atrás y estar en permanente estado de asamblea. Leí el informe y me fui reuniendo con los distintos actores para conocer sus expectativas sobre la nueva institucionalidad y así fui enriqueciendo el proyecto.

Esa comisión recomendó mayoritariamente que el ministerio incorpore innovación entre sus competencias, pero no fue así. ¿Por qué?

Eso no es correcto. El ministerio tiene como tarea el fomento a la investigación científica, tecnológica y a la innovación basada en investigación científico-tecnológica. Si bien no va en el nombre del ministerio, sí es una tarea del ministerio. Hay que distinguirla de la innovación empresarial que no se basa en investigación científica, como agrandarle el hoyito a la cajita tetrapak.

Cecilia Hidalgo, vicepresidenta de la Academia de Ciencias, contó que cuando le preguntó por qué el ministerio no incorporó innovación, usted dijo que fue decisión de la Presidenta.

No, no, no. Lo que le dije a Cecilia es que el modelo del ministerio de ciencia, tecnología e innovación que incluía a toda la Corfo adentro fue descartado por la misma Presidenta cuando hizo el anuncio a comienzos de 2016 y dijo que este es un ministerio de ciencia y tecnología, pero sí lleva parte de innovación.

A su vez, la comisión Philippi en 2013 también aconsejó la creación de un ministerio que incluía educación superior, un modelo que tampoco siguió. ¿No pierde transversalidad el proyecto al no hacerle caso a dos comisiones presidenciales que estudiaron el asunto?

El Ministerio de Educación tiene tremendos desafíos en educación parvularia, escolar y superior. Conicyt está inserto ahí, pero es prácticamente un detalle dentro del Mineduc. Si tuvieras un ministerio de ciencia, tecnología y educación superior, también la ciencia y la tecnología pasarían a ser un problema menor frente a los desafíos de la educación superior, por lo que en las circunstancias actuales es más prudente conformarlo como lo hicimos.

Sí a las artes y humanidades

Una de las novedades de este proyecto es el diseño para llevar la ciencia a regiones. A diferencia del resto de los ministerios, que tienen secretarías regionales ministeriales en cada región y un seremi encabezándolas, esta cartera estará dividida en cuatro macrozonas porque "hay regiones pequeñas que no tienen tantas capacidades en temas de ciencia, tecnología e innovación y otras que comparten potencialidades y que se puedan articular", explica Hamuy. ¿Ejemplo? En vez de tener un centro sobre energía solar en Antofagasta, que ese centro abarque de Arica hasta La Serena.

En ese modelo, el seremi llevará las políticas nacionales a la región y, en dirección inversa, tiene que estar alerta y escuchar para que las realidades territoriales se incorporen a la política nacional de ciencia, tecnología e innovación.

Algunos científicos temen que la ciencia en regiones apunte a intereses económicos y productivos más que científicos. ¿Qué cree usted?

Sin un seremi es más probable que eso ocurra. Por eso debemos tener un seremi que se vincule con las universidades regionales, con nuestros centros regionales Conicyt, que se preocupe de la divulgación y difusión de la ciencia en la región y que procure cubrir toda su zona.

¿Habrá espacio para la investigación en humanidades y artes en este ministerio?

Van a ser parte del ministerio. La investigación no es exclusiva de las ciencias, sino que también de quienes investigan en temas como historia o filosofía, que son un aporte al desarrollo humano y, por lo tanto, se complementan muy bien con la investigación científica más tradicional. Tiene que estar presente porque todas aportan al acervo cultural y a la identidad país.