Iba a ser una autobiografía encubierta, pero acabó transformándola en novela. De todos modos La viuda embarazada, el título más reciente de Martin Amis, toma algunos rasgos de su historia. El libro narra la historia de un grupo de jóvenes ingleses que pasan juntos el verano de 1970. Es un agridulce retrato generacional sobre los sinsabores y daños colaterales de la llamada revolución sexual. A sus 62 años, el autor británico tiene ya plena certeza de que el último capítulo de su biografía ha empezado a escribirse. Y esa certeza lo tiene entre desconcertado y obsesionado, a la par que atemorizado.
El temor se acrecienta por la enfermedad de su gran amigo Christopher Hitchens, quien en agosto pasado hizo público su diagnóstico de cáncer de esófago. Sentado en el lobby de un hotel de Barcelona, Amis conversa con La Tercera. Parte con una cerveza y terminará con una copa de chardonnay. "Envejecer es una experiencia bastante aterradora. Yo estoy aterrado. La idea de que este es el último fragmento, el último capítulo… Creo que todos aquellos que sobrepasan los 60 sienten algo, tienen dentro algo que, con toda certeza, no estaba ahí antes. Quizá porque lo que viene es inevitable, va a ocurrir haga lo que uno haga".
¿Ver a su amigo Christopher Hitchens enfermo le ha afectado?
Eso ha sido horroroso, sí. Ni siquiera verlo, la sola idea de que está enfermo me resulta horrorosa.
¿Piensa que"podría ser yo"?
Sí, claro. Y el cuerpo es bastante despiadado, tu primera reacción es "Yo no". Pero claro, imagino que uno va asimilándolo según pasa el tiempo y los casos. He perdido una hermana, he perdido una madre y un padre. Pero no he perdido todavía un mejor amigo, un amigo de hace tanto tiempo. Como dije una vez en la TV americana, nuestra relación es algo así como un matrimonio homosexual no consumado.
Hace unos años dijo que nunca volvería a leer uno de sus libros. Sin embargo, para escribir La viuda embarazada volvió a leer El libro de Rachel…
Bueno, lo intenté. Estaba escribiendo acerca de un hombre de 20 años, así que quería volver a meterme en la cabeza un hombre de 20 años. Pero no pude, no fui capaz de leer el libro, la lectura
fue sencillamente demasiado angustiante como para continuar.
¿Fue una cuestión de estilo?
Ha pasado tanto tiempo, demasiado, ese libro es de hace 40 años. A mi solía gustarme releer mis libros, una velada con una botella de vino y un libro escrito por mí mismo era mi idea de pasar un rato fantástico. Sin embargo, ese placer desaparece porque según vas haciéndote mayor no quieres revisitar el pasado, quieres mantenerte concentrado en lo que vendrá, básicamente porque el tiempo se te empieza a acabar.
¿Piensa que la gente de su edad pasa demasiado tiempo mirando hacia atrás?
No, la verdad que nunca se me ha ocurrido algo así. Pienso que pensar en el pasado es bastante agradable a su modo. Me parece que es con respecto a su propio trabajo que uno no quiere mirar atrás. En mi caso, incluso corregir las pruebas de mis libros se convierte en un suplicio, porque ya está, está hecho y quiero pasar al siguiente. El tiempo se acorta, el tiempo está marcado de una manera en que nunca antes estuvo.
¿Tiene a alguien que corrija las pruebas por usted, un primer lector en el que confíe?
No, no realmente. Solo mi mujer, que sí lee el manuscrito acabado. Ella es también escritora y confío en su buen gusto. Si ella me señala algo, si me dice que vuelva a mirar esto o lo otro, le hago caso. Pero no tengo lectores especiales. Keith, el protagonista, es un alter ego extraño en el sentido de que es una especie de Martin Amis que no llegó a convertirse en Martin Amis…
Bueno, él quería ser poeta, no novelista, y terminó trabajando en publicidad y siendo realmente infeliz. Podría haber sido poeta, uno de cierto éxito incluso, si ese verano no hubiera tenido lugar. Porque todo ese torrente de emociones terminó jodiéndolo. Pero querer ser poeta es muy distinto de querer ser novelista. Y en cierto sentido se deja entrever que él es el autor del libro, o sea que aunque siguiera escribiendo no llegó a ser un poeta. Los poetas son, ya sabes, unos tipos intensos, fieros a su modo, los novelistas tienen otro tipo de talento. Auden, en un poema llamado El Novelista, dice que los poetas "visten su talento como un uniforme…Pueden maravillarnos como un relámpago, o morir tan jóvenes, vivir solos durante años. Ir hacia adelante como húsares". El novelista es una especie de comediante, no un tipo impactante. Por lo que, una vez más, no creo que Keith sea justamente como yo, es un tipo un tanto pasivo, demasiado cauto y que además no cuenta con ninguna de mis ventajas, como, por ejemplo, tener a un escritor reconocido como padre.
Tuve que retirar por completo cualquier idea de privilegio de su vida, lo que supuso un esfuerzo por mi parte cuando empecé a reescribir el libro para convertirlo en una novela en lugar de una autobiografía encubierta, que era el plan original.
Ha dicho que escribir de sexo es muy difícil, pero escribió una escena en este libro.
Estoy bastante orgulloso de esa escena, la verdad. Creo que resulta inesperada, y que es bastante fiel y creíble.
¿Existe algún escritor cuyas escenas de sexo le hagan pensar "sí, esto funciona"?
No. Me parece que las mujeres son un poco mejores que los hombres en esto. Los hombres están siempre atrapados por esa necesidad de demostrar que son grandes amantes, fanfarroneando. Las mujeres conocen sus limitaciones de una manera que los hombres no. Creo que el sexo fallido, el fiasco sexual, es un tema perfectamente válido, pero el sexo exitoso no.
Siguiendo esa idea, ¿las mujeres deberían ser mejores novelistas que los hombres?
Nabokov decía: "Soy exclusivamente homosexual en mis gustos literarios".
Sartre creía que las mujeres no podían ser novelistas porque no llevaban el peso del mundo sobre sus hombros.
¿El peso del mundo? Eso no es verdad, sí lo llevan. Y el mejor novelista de la historia de la literatura inglesa es una mujer, George Elliot. Con Jane Austen pisándole los talones. Y las hermanas Brontë, claro. Dicho esto, debo decir que no leo tantas escritoras mujeres como hombres, leo mujeres pero no tantas. Estoy seguro de que las mujeres leen más novelistas mujeres que novelistas hombres. Me parece que uno como lector en cierto punto desea tener cierta identificación con el novelista, no con los personajes. Sin embargo, creo que la escritura de las mujeres se encuentra más cerca del corazón, que es más sincera. Hay algo más directo, menos autoconsciente.
Y no tiene ese persistente tonillo de macho, ese constante alarde… Las mujeres no van al bar a alardear de su vida sexual. Quizá lo hagan ahora, pero no solían hacerlo.
En la presentación del libro dijo que, como en el porno, las relaciones sexuales han sido vaciadas de sentimientos...
Creo que esa es la dirección hacia la que nos encaminamos. Todavía estaban atadas a lo sentimental en los años 70, y ese fue quizá el primer paso tomado por la revolución sexual, hacer del sexo un asunto más recreacional. Ya sabes, tener sexo como una forma de diversión. Eso era imposible antes de la píldora, porque existía siempre esa angustia ante la posibilidad del embarazo, angustia que presumiblemente ha desaparecido hoy en día.
¿Y no le parece mejor?
No creo que esa clase de sexo haya sido nada buena, pero tampoco creo que el sexo sin componente sentimental sea algo bueno. Es divertido. Pero, ¿y qué más? Mira, había una especie de acuerdo para la gente de mi generación, y pasaba por dedicarse completamente a la promiscuidad hasta los 32 o así, y a partir de entonces te olvidabas de eso y te hacías monógamo.El fracaso, evidentemente, fue mayúsculo, y de hecho muchos se hicieron adictos a la variedad. Pero no me gustaría haberme hecho adicto a una variedad carente de sentimientos, a una variedad de compañeras de cama de las que no pudiera siquiera imaginar que me enamoraría. De verdad creo que enamorarse es cada vez más difícil. Porque no queremos comprometernos, no queremos salir
heridos.
¿Se siente feliz de no tener que lidiar con ese cambio?
Sí, me siento bastante aliviado. Me gusta el hecho de poder recordar cómo era antes, porque ninguno de ustedes puede, ustedes no lo han vivido.
La novela es bastante divertida y graciosa, pero algunos lectores comentaron que según se acercaba el final, el libro se iba haciendo más y más triste. ¿Está usted de acuerdo?
Sí, bueno, yo creo que es gracioso, creo que todos mis libros lo son. Incluso el que transcurre en un gulag. Si bien hay cosas que no son tan graciosas, creo que en conjunto La viuda embarazada es un libro bastante gracioso. Agridulce quizá.
Con el tiempo, ¿han cambiado sus lecturas?
Sí, en cierta forma. Me encanta la historia, leo muchos libros de historia. Todavía leo mucha ficción, pero no leo demasiadas novelas. En realidad, hay muy pocos novelistas a los que todavía leo, la mayoría de los que todavía me interesan son autores que ya he leído. A partir de cierta edad lo que uno hace es releer.
En una entrevista con Rodrigo Fresán, Breston Easton Ellis decía que ya no leía novelas para comprender el mundo, como hace 10 ó 15 años; para eso leía no ficción.
Las novelas tienen un lugar a la hora de buscar comprender el mundo, y esa es la razón por la que uno termina leyendo no ya a sus contemporáneos sino a la generación anterior, para de esa manera enriquecer nuestro mundo. Mis dos referentes principales son Bellow y Nabokov. La obra de Nabokov es enorme, mucho más que la de Bellow, y contiene por lo tanto excesos bastante más obvios. Sin embargo, Nabokov no se interesó ni por un segundo en el mundo moderno, mientras que Bellow sí estaba interesado en él, su obra tiene esta especie de autoconciencia de la cultura de masas. Pero no creo que eso sea lo importante en ninguno de los dos, lo importante es el disfrute artístico.
Está pronto a trasladarse a Estados Unidos por la salud de los padres de su mujer, ¿Es esa la principal razón o también tiene ganas de dejar Inglaterra?
Sí, es una cuestión de necesidad. Los padres de mi mujer están mal. Y aunque a veces parezca lo contrario, le tengo mucho cariño a la gente de Inglaterra, disfruto de esa mezcla de excentricidad y tolerancia. Por supuesto, depende del barrio y el nivel económico. Pero vamos, es el país de Shakespeare del que estamos hablando.
¿Espera pasar el resto de su vida en Estados Unidos?
No creo que vaya a pasar el resto de mis días en América. Mantendremos el piso de Londres,
imagino que mis hijos pasarán mucho tiempo en Inglaterra, mi hija mayor seguirá viviendo allá, lo
mismo que nuestros amigos.
¿Puede contarnos algo de su próxima novela?
Está terminada ya. Tiene 300 páginas. Es una novela muy cruda, violenta, contemporánea, centrada en los bajos fondos y en la que el protagonista, un joven criminal llamado Lionel Asbo gana de pronto mucho dinero, 130 millones de libras, en la lotería. Asbo es un acrónimo de Anti-Social Behaviour Order, que es la orden judicial que se extiende para controlar a personas con comportamientos violentos. Es una sátira bastante dura sobre la sociedad inglesa actual.