Para decidirse por el mejor DT deben tomarse en cuenta varias atenuantes. La primordial es quién fue el predestinado para subirse al podio. Y esto tiene un asidero mayor si pensamos que el elegido tuvo la enorme misión de situar en su justo lugar a un gran club, volver a ubicarlo donde la historia nunca le ha sido esquiva y sobre todo con  legitimidad espiritual. Me refiero al uruguayo Martín Lasarte.

El camino fue incierto para el charrúa, impregnado de una gran resistencia por el estigma de ser un perdedor, un buen profesional pero amigo de lugares secundarios. Y esto en la Universidad de Chile no se perdona.

Fue un romance resistido. No dudó en enamorar a corazón abierto a esa fémina de ojos azules. Le hizo guiños a una hinchada exigente, ésa que es rigurosa en la entrega apasionada por sus colores y exige fidelidad.

Cual maestro del Renacimiento, fue esculpiendo con paciencia un equipo para hacer historia. Y lo logró con creces. Supo llevar por el buen sendero sus convicciones, su filosofía futbolística fue férrea e incólume, se despercudió rápidamente, justa o injustamente de su halo de entrenador arratonado.

Martín Lasarte, en sus noches pensando en el Caracol, se hizo tres preguntas: ¿quién soy? ¿dónde estoy? y ¿dónde quiero llegar? Reflexionó profundamente y se entregó al trabajo cotidiano de extraer lo mejor de sus jugadores. Mantuvo contra viento y marea su liderazgo, los resultados vinieron con la primavera y no con los nubarrones del  invierno vividos en la tienda cruzada.

Algo para recordar que lo retrata de cuerpo entero. En plena competencia no puso reparos a Sampaoli para un óptimo trabajo en la Selección. Hidalguía y honestidad que conozco en muchos extranjeros, valgan las excepciones.

Su profesionalismo, su capacidad táctica para manejar los partidos, su control emocional ante las presiones internas y externas pasa a segundo plano. Destaco su nobleza de caballero, con su discurso positivo que tanta falta hace en nuestro fútbol (ya es garante para recibir de brazos abiertos a este tipo de extranjeros). Tuvo la sapiencia de mantener la calma ante la borrasca y gran amenaza de su archirrival.

Hoy se erige como un justo ganador.  Recordando lo que Don Luis Zorro Álamos escribió en su libro El hombre y el fútbol, creador del Ballet Azul y Colo Colo 1973, "el fútbol necesita a personas que sumen y multipliquen y no los que se prestan sólo para restar y dividir". Cuánta razón Don Lucho.