Pasacalles, música, disfraces, actividades deportivas y juegos criollos forman parte del panorama con el que, toda esta semana, cerca de 10 mil residentes de la I Región "cierran el verano", con la clausura del Carnaval Urbano de Iquique.
La tradición se inició a principios del siglo XX y se mantiene vigente en los barrios El Morro, La Puntilla, El Matadero, Rubén Godoy, entre otros, donde cada uno de estos sectores pasea y lleva al mar al Rey Momo a través de las playas Cavancha, Bellavista y El Colorado.
La costumbre, que se lleva a cabo durante la última quincena de febrero, requiere de la preparación durante varias semanas de los disfraces, tras lo cual cada barrio, en días diferentes, quema al muñeco de trapo para que "se lleve lo malo del año anterior", contó una vecina del sector de Cavancha.
Linea Flores, presidenta de la unión comunal que congrega a las juntas vecinales del sector norte de Iquique, precisó que estos festejos involucran el esfuerzo de los pobladores.
"Requieren de la participación activa de mucha gente, ya que se preparan disfraces, se engalanan los pasajes en las poblaciones, se hacen comparsas. Da nostalgia ver cómo algunos sectores aún mantienen esa tradición".
Juan Cepeda, residente del barrio El Morro, valora la tradición del Carnaval Urbano: "Como familia, todavía no cumplimos una década viviendo en El Morro, pero nos hemos integrado a este festejo. Es una fiesta donde participamos todos".
Turismo
Para este domingo se espera el desfile y quema en el último barrio. Gloria Delucchi, presidenta de la Cámara de Turismo de Iquique, señala que esta clase de festejos concita la atención de los visitantes.
"Este carnaval, que se celebra en los barrios y termina en la playa, involucra mucha algarabía y es muy llamativo para los turistas, formando parte también de los atractivos que ofrece la ciudad durante el verano. Algunos de ellos se involucran en los festejos, juegan con agua y harina en los pasacalles. Esta es una muestra de nuestra idiosincrasia".
La quema del Rey Momo se realiza en el litoral. Sobre una balsa es instalado el muñeco, que es acompañado por una caravana de pobladores, bandas de bronce y cánticos.
Allí es internado en el mar por decenas de nadadores, quienes le prenden fuego a la imagen, lo que marca el término del verano y el inicio de una nueva etapa.