La nueva ola de violencia entre musulmanes y budistas registrada en el oeste de de Myanmar (ex Birmania) ha desplazado a más de 26.000 personas, según Naciones Unidas que está preocupada por la falta de recursos para poder ayudarlos.
Tras varias semanas de cierta calma en el Estado de Rajín, que está bajo estado de emergencia desde los primeros enfrentamientos registrados en junio, surgió un nuevo brote de violencia entre budistas de la etnia rajín y los rohingyas, una minoría musulmana apátrida considerada por la ONU como una de las poblaciones más perseguidas del planeta.
El nuevo brote de violencia ha dejado más de 80 muertos, 22.587 desplazados y 4.655 viviendas destruidas, dijo el hoy el jefe de la ONU en Rangún, Ashok Nigam, antes de advertir que el balance puede empeorar.
Varios miles llegaron por barco a Sittwe. Si se suman estos "boat people", el número total de desplazados es de unos 26.000, advirtió el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Unas 75.000 personas fueron desplazadas en el primer brote de violencia en junio, principalmente rohingyas que viven en condiciones de pobreza extrema en las afueras de Sittwe en campos donde carecen de comida y cuidados.
Por ello, no resultará fácil ocuparse de varios miles de desplazados más.
"Será más difícil llegar" a los nuevos desplazados, reconoció Askhok Nigam. La ONU empezó a "tratar" de distribuir alimentos y techo, "pero necesitaremos rápidamente nuevos recursos", dijo.
Desde junio, han muerto 170 personas, según un balance que probablemente no refleja toda la realidad.
Estos nuevos enfrentamientos preocupan a la comunidad internacional que teme que pongan en peligro el proceso de reformas emprendido por el presidente Thein Sein tras la disolución de la junta militar en marzo de 2011.
La opinión pública del país manifiesta de forma prácticamente unánime una gran hostilidad con los rohingyas, una comunidad de unas 800.000 personas en el Estado Rajín, que no son reconocidas como una de las minorías oficiales del país.