Hoy se cumple un año de la rebelión y las revueltas en Siria y el país sigue inmerso en la violencia. Pese al bloqueo diplompático y los llamados de la comunidad internacional, el régimen de Bashar al Assad sigue dispuesto a utilizar la represión para aplastar a los grupos opositores, que para el gobierno son "terroristas" que no permiten alcanzar la paz.
Assad es el úncio Presidente que se mantiene en pie desde que estalló la Primavera Arabe y fueron desplomándose otros regímenes como el de Mubarak en Egipto o Gaddafi en Libia.
"Se trata del más trágico y el más incierto de los levantamientos árabes", comenta en un informe Peter Harling, del International Crisis Group, citado por AFP.
El régimen, que se niega desde el principio a reconocer la revuelta y esta jornada contraatacó llamando a una "marcha mundial por Siria", una iniciativa que debería reunir a los todavía numerosos partidarios del Presidente en manifestaciones en Damasco.
Los manifestantes tienen previsto desfilar "por las vidas perdidas en combate por Siria", según el eslogan anunciado por la televisión oficial siria, cuando según los militantes, la violencia ha matado a más de 8.500 personas, la mayoría civiles, desde el 15 de marzo de 2011. Para la ONU son más de 7.500 los fallecidos y cientos de miles los desplazados a países vecinos.
Mientras tanto, el régimen intensifica sus ofensivas militares en contra de los bastiones rebeldes, tras haber tomado el barrio de Bab Amro en Homs (centro) el 1 de marzo y la ciudad de Idlib (noroeste) ayer.
Hoy, dos civiles murieron en una operación de allanamientos en la provincia de Idlib y violentos combates estallaron tras un ataque de insurgentes contra sus posiciones del Ejército en la provincia de Deir Ezzor (este).
LLAMADOS
Los llamados para poner fin a esta espiral de violencia son diarios. 200 organizaciones de defensa de los derechos humanos exhortaron a la ONU y a Rusia, principal apoyo del régimen, a actuar para poner fin al derramamiento de sangre.
"Durante un año, el número de muertos en Siria alcanzó un balance horripilante de más de 8.000 muertos, incluidos cientos de niños. ¿No es tiempo ya de que el mundo inicie al unísono pasos eficaces para detenerlo", declaró Ziad Abdel Tawad, del Instituto de El Cairo para los derechos humanos.
Según la ONU, más de 30.000 sirios que huían de la represión se refugiaron en el país vecino y unos 200.000 fueron desplazados al interior del país, donde Amnistía Internacional denunció la "tortura sistemática" de los detenidos, a "un nivel jamás visto desde hacía años".
POSICIONES DIVIDIDAS
La comunidad internacional, que está dividida, se limita a condenar de forma regular los muertos civiles, sin esconder su reticencia a la idea de una intervención militar o del envío de armas a la rebelión. El ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, estimó hoy que entregar armas a la oposición suponía un riesgo de "guerra civil".
Según analistas, la eventualidad de una guerra civil es utilizada por el régimen sirio como un espantapájaros para aferrarse al poder.
"El régimen confía en que el peligro de guerra civil llevará a los ciudadanos y a los actores extranjeros a aceptar la estructura de poder actual como única defensa contra el desmoronamiento (de Siria)", estima Harling.
Los episodios violentos, que dejaron otros 37 muertos ayer, podrían disuadir a la población de participar en las manifestaciones. Pero también están previstas concentraciones fuera del país, en particular en Francia y en Turquía, donde cientos de militantes sirios tienen previsto reunirse cerca de la frontera.
A medida que pasaron los meses, estas manifestaciones pacíficas quedaron eclipsadas por la militarización de la revuelta. Miles de desertores, agrupados en el Ejército Sirio Libre (ESL), tomaron las armas contra el régimen.
La oposición, que no está tan bien armada como el ejército sirio, también enfrenta divisiones internas. Tres responsables del Consejo Nacional Sirio dimitieron debido a su "ineficiencia" y "divergencias".