A la entrada del barrio El Golf, se encuentra la calle Luz, un sector residencial de Santiago, con nueve edificios, pero donde únicamente uno tiene todos sus departamentos habitados por parejas o familias. En el resto, los solitarios son mayoría. En esta calle, de hecho, 78 hogares son ocupados por una persona. Un poco más al oriente, entre Presidente Riesco e Isidora Goyenechea, hay siete edificios en la calle Carmencita y si se suman a todos los que viven solos en esta cuadra, se llega a 83.
Bastante más hacia el poniente, las nuevas construcciones del centro de Santiago están destinadas a albergar a los solitarios. En plena calle Catedral, en una torre recién levantada de 14 pisos, los últimos cuatro son con departamentos de una habitación y ocupados por personas que viven solas. Los mismos que después de las 18 horas bajan al cibercafé en la esquina de calle Esperanza para usar facebook o los sistemas de mensajería. En la calle Bustamante, un sector tradicional de Providencia, un edificio de 10 departamentos, cinco son habitados por hombres o mujeres que eligieron vivir solos.
La escena se repite en distintos sectores de la capital y seguramente también de otras ciudades del país. Porque durante la última década el número de personas que viven solas en Chile casi se duplicó, pasando de 400 mil a más de 700 mil. En Providencia y Santiago Centro, por ejemplo, uno de cada tres hogares está compuesto por sólo un integrante. Un fenómeno de las grandes urbes, dicen los expertos: en Nueva York, la situación es la misma en uno de cada dos hogares y en Suecia, ya son más de la mitad de la población.
El aumento en las tasas de divorcio (entre 2006 y 2008 en Chile, las separaciones legales se elevaron de 10 mil a 23 mil), el retraso en la edad para contraer matrimonio (hoy los hombres se casan cuatro años después y las mujeres, cinco) y la mayor autonomía económica de la mujer, son algunos de los factores que han ayudado a explicar este fenómeno.
Muchos autores señalan que la expansión de las grandes ciudades, con la casi desaparición de los tradicionales barrios -donde el almacén, la carnicería y hasta la farmacia de la esquina eran más que meros lugares para comprar- ha generado una transformación en la manera de vivir, formando una sociedad cada vez más individualista y narcisista, que se compensa con estrategias de consumismo. Y donde los solitarios parecen llevarse la peor parte.
Decenas de estudios acumulados durante los últimos años hablan de que las personas solas son menos felices, tienen peor salud o están absortos en ellos mismos. Pero ¿sería correcto pensar que más de medio millón de personas en Chile viven en estas condiciones de infelicidad o aislamiento? No. Porque las investigaciones en este campo revelan que es la propia ciudad la que se encarga de compensar estas supuestas falencias.
VIVIR SOLO, PERO NO EN SOLEDAD</strong>
"No todos los que viven solos sufren de individualismo. También hay un lado positivo: formar la individualidad. Al vivir solos, las personas son capaces de crear un proyecto individual sólido, para luego generar uno colectivo como el matrimonio o los hijos", dice el sicólogo social de la Universidad Católica Jorge Gissi.
En efecto, uno de los aspectos que más se han analizado en el último tiempo respecto de este fenómeno es que vivir solo y soledad son conceptos muy distantes. La soledad es más bien un estado anímico y, por lo tanto, subjetiva, dice el director del Centro de Neurociencia de la Universidad de Chicago, John Cacioppo. En su último libro, este sicólogo relata una serie de experimentos en este sentido. El primero, realizado a través de exámenes de resonancia magnética: cuando una persona se siente sola, se activa en su cerebro la misma parte que está relacionada al dolor físico. Los científicos siguieron por varios años a un grupo de personas que sufrían lo que ellos denominan "soledad crónica". Después de un tiempo, el 30% de los que se habían casado e, incluso, ya tenía hijos, confesó que seguía sintiéndose igual y las imágenes de su cerebro lo confirmaron.
Lisa Berkman, epidemióloga de la Universidad de Harvard, decidió investigar si efectivamente el matrimonio prolonga la vida de las personas. Analizó a 20 mil trabajadores y concluyó que el riesgo de enfermedad cardíaca entre los que vivían solos, pero contaban con fuertes lazos de amistad era mucho menor que entre las personas casadas, pero sin grandes amigos. El economista de la Univeridad de Warwick en Inglaterra, Andrew Oswald, en tanto, tradujo en dólares el precio de la amistad. Encuestó a 20 mil personas y les pidió que le pusieran un valor en dólares tanto a su matrimonio como a la posibilidad de contar con un sólido grupo de amigos. En ambos casos, el resultado fue el mismo: 100 mil dólares a la pareja y 100 mil a los amigos.
La respuesta pareciera, entonces, radicar en las redes sociales que forman las personas que viven solas y una estadística es clave: está comprobado que cuando la gente migra del campo a la ciudad, aumenta en un 40% su grupo de amigos. Y, contrario a lo que podría pensarse, una investigación de la U. de California comprobó que los habitantes de las grandes urbes tienen 25% más amigos que los que viven en ciudades pequeñas.
Marcelo (35) vive en un edificio en el barrio Bustamante. Al igual que otros cinco de su edificio, vive solo, pero no hace nada solo. Incluso comparte la cuenta de internet inalámbrica con su vecina a quien conoció hace un año. Ella también es soltera. Cuando él está enfermo, ella baja y le prepara la comida. Cuando a ella le falta el dinero a fin de mes, Marcelo le hace un préstamo sin intereses y, de tanto en tanto, se juntan a comer con el solitario del edificio del frente. ¿Absortos en sí mismos? Un estudio realizado por la Asociación Americana de Psicología reveló que el 30% de los que viven en familia ayudan a sus amigos cuando están en problemas, pero en el caso de los que viven solos, esta cifra aumenta al 70%.
"Es el espacio urbano el que propicia estos lazos y entrega un entorno donde la gente puede conocerse y estar acompañada", dice el científico estadounidense. Y es por eso que casi espontáneamente van surgiendo los barrios de solteros. "Donde el parque pasa a ser el patio del departamento y el café de la esquina, la extensión del living", dice Albert Tidy, actual director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián. Y agrega: "A la quinta vez que encuentras a la misma persona en el café, ya es tu conocido".
LOS VÍNCULOS DÉBILES SIRVEN
Esas personas con las que la relación es más bien ocasional son las que constituyen uno de los beneficios de la modernidad y de quienes viven solos. Son las que constituyen nuestros vínculos débiles, relaciones que no revisten mayor compromiso ni ataduras para nadie, y que hasta hace muy poco eran criticadas justamente por eso.
Los especialistas han dicho de este tipo de lazo que es distractor de los vínculos más fuertes, esos que están asociados a las redes de amigos íntimos y a la familia. Pero hoy, de acuerdo a Gissi, "este tipo de lazos ayudan a crear una nueva plataforma social que instaura bases para conocer lazos que pueden llegar a ser comprometidos. En los vínculos débiles es donde se conoce al pololo, al que va a ser el marido, a los amigos del futuro".
Y esta relación que aparece como superficial, influye positivamente en la actitud de quien vive sin compañía. De hecho, está probado que los vínculos débiles simplemente hacen sentir mejor a una persona y que la presencia de alguien amigable propicia el comportamiento amigable en quien tiene al frente, aun cuando sólo se hayan visto un par de veces.
¿CONECTADOS O DESCONECTADOS?
Quienes navegan en la red aumentan sus niveles de depresión y soledad. La sentencia es lapidaria y ha estado acuñada por más tiempo del conveniente. Porque si bien en un comienzo hablar de internet era hablar de unos pocos conectados con un gran mundo virtual e impersonal, hoy, la red se ha extendido de tal forma que sólo en Chile la población con acceso a internet (según un estudio de ComScore en la región) llega a casi 5,6 millones de usuarios mensuales. Es decir, actualmente quien navega no está solo.
"Internet es, intrínsecamente un medio social", ha comentado el sociólogo de la Universidad de Pennsylvania, Keith Hampton, haciendo referencia a que en estos tiempos la vida on y off line están fuertemente unidas, y que eso ha generado que la soledad de quienes viven solos haya aminorado significativamente: "La idea de estar aislado cuando se está en línea, para mí, simplemente, esta mal". De hecho, y para reforzar su tesis, el académico señala que uno de los usos más frecuentes del correo electrónico y las redes sociales como Facebook es para estar en contacto con los amigos más íntimos, la familia o la pareja.
Y eso es lo que hacen, al menos los 3.866.760 chilenos, que durante 2008 se inscribieron en ese portal dedicado a estar en contacto con personas conocidas. Un aumento explosivo que ubica al país como uno de los que más han crecido en el mundo durante los últimos 12 meses y que tiene, en los edificios construidos para albergar a personas solas, salas habilitadas especialmente para internetear.
¿QUIÉNES FORMAN PARTE DE ESTE FENÓMENO EN EXPANSIÓN?
El crecimiento de los hogares formados por solo un integrante ha sido un fenómeno que partió en los países desarrollados. En Dinamarca, por ejemplo, representan el 40% de los hogares, en Inglaterra y Alemania el 36%, en Francia el 30% y en Estados Unidos, el 30%.
En Chile, son los hombres solteros y las mujeres viudas, los que conforman principalmente este grupo de "solitarios". Según las estadísticas de Casen 2006, el 52% de los hombres que vive solo es solteros, el 16,6%, viudo y el 23% está divorciado. Entre las mujeres que viven solas, el 26% es soltera, el 43%, viuda y el 19% está separada legalmente.