El primer extranjero en salir al ruedo en la era de Juan Antonio Pizzi fue Marcelo Larrondo. El delantero argentino iba a aparecer en la primera nómina del DT pero una lesión de meniscos se lo impidió. Pablo Hernández, argentino-chileno, también quedó al margen por problemas físicos. Además, el técnico insistió con Miiko Albornoz, defensor chileno-sueco que fue parte del plantel nacional en Brasil 2014. Como ellos, hay otros jugadores foráneos con posibilidades de jugar por la Roja. Macanudo es confeso amigo de los nacionalizados. Y claro, si él mismo defendió a España en el Mundial de Francia 1998.
Por eso la esperanza del joven futbolista argentino Matías Catalán, quien, aunque no ahora, ya ha tenido acercamientos con Juan Pinto Durán y mira con anhelo la opción de defender el escudo patrio. Larrondo es su espejo. "Como lo vio a él puede vernos a otros", dice de entrada el propio jugador en diálogo con La Tercera.
Nacido en Mar del Plata, Buenos Aires, el futbolista de padre chileno (Claudio Catalán) se desempeña como lateral derecho, justamente una de las plazas en las que tanto a Marcelo Bielsa como Claudio Borghi y Jorge Sampaoli les costó encontrar el recambio para Mauricio Isla. “El estilo de él me gusta mucho y creo que, cuando él no pueda estar, podría suplirlo muy bien. El juego de Chile me gusta, creo que entraría bien”, señala Catalán.
Fue en la época del casildense, de hecho, que el marplatense se acercó a la Roja. En el búnker chileno lo siguieron por varios meses y la salida del DT frenó su arribo al Equipo de Todos. “En esa época hablaron con mi entrenador, le dijeron que me estaban siguiendo y que podía llegar un llamado, pero al final no se dio”, rememora el zaguero.
Hoy, eso sí, Catalán confiesa que desde que asumió Macanudo en la banca de la Roja nadie se ha contactado con él, aunque no pierde las esperanzas: “Por ahora nadie del actual cuerpo técnico se ha comunicado conmigo, pero hay que seguir jugando, rendir y meterle con todo para que ojalá algún día se dé, no lo dudaría. Es un país que quiero mucho”, expone el futbolista.
La ilusión de jugar por Chile es enorme, sobre todo por lo que significaría para su padre, quien, según cuenta, le ha inculcado parte de las raíces chilenas. “Por cosas del fútbol, cada vez que mi familia ha ido para allá yo no he podido, pero mi viejo siempre me habla de la Selección. Vemos todos los partidos de la Roja; somos hinchas. Él se podría llegar a morir si juego por Chile”, cuenta con entusiasmo. ¿Hincha de algún equipo? La respuesta es curiosa: “Mi padre tiene camisetas de la U y Colo Colo. Mis familiares en Chile también me han regalado algunas”, asevera.
Hoy, el defensor está a préstamo por un año en Atlético Rafaela. Pablo Guede no lo tuvo en sus planes para San Lorenzo y la dirigencia lo mandó al elenco santafesino. “Vine a buscar regularidad y minutos”, dice el jugador de 23 años y 182 centímetros de estatura.
Antes tuvo un irregular paso por el Ciclón y justamente ahí, con Pizzi como director técnico, vivió sus mejores momentos. “Lo conozco muy bien. Es muy buen DT, 10 puntos, reservado, pero si tenía que decir algo lo decía de frente. Fue él quien me dio confianza y me utilizó mucho en el primer equipo ese año”. Justamente, en esa temporada, Macanudo y Catalán se consagraron campeones del fútbol trasandino.
Ese conocimiento, esa cercanía, es lo que hoy tiene ilusionado a Matías Catalán. Él no dudaría jugar por la Roja y sólo aguarda el llamado de Pizzi.