La calle en la que se encuentra el almacén de Luis Arteaga está prácticamente desierta. Corre un agradable viento otoñal en el Cajón del Maipo.
"Lo conozco desde siempre, desde que lo parieron allá arriba",
exclama el hombre, de 76 años, señalando con el dedo una serie de casas que pueden adivinarse a lo lejos, colgadas casi del último cerro de Victoria. "Gente de esfuerzo, tanto él como toda su familia", agrega, con una franqueza que se antoja irrebatible.
A medida que se va ascendiendo, el firme se vuelve más accidentado. Una estrecha pista de tierra comunica los pasajes Cementerio y Los Álamos. En dicho cruce de caminos, con amplias vistas sobre las casas bajas de San José, se encuentra su hogar. El del mejor jugador del Torneo Clausura de acuerdo a las votaciones de capitanes y directores técnicos de Primera. Matías Donoso. Príncipe del Desierto. Rey del Maipo.
En una población como Victoria, en donde todos aseguran conocerse, resulta casi fácil seguir las huellas de Donoso. Los vecinos, orgullosos, no se esconden. Ni tampoco, claro está, sus familiares. Y son muchos los que todavía viven en aquel pasaje. "Lo que nosotros más le agradecemos es que, con todo lo bien que le ha ido, nunca haya dejado de venir", comenta satisfecha Mariela Muñoz, su tía, quien vive puerta con puerta con la casa en la que habitan todavía los padres del jugador.
"San José de Maipo es mi vida. Mis raíces, mi infancia y mi familia están ahí. Es el sitio donde sigue estando todo", manifiesta convencido el delantero, autor de nueve dianas en el torneo doméstico. Nueve goles que condujeron a Cobresal al título y que permitieron al ariete proclamarse ganador también de otras tres categorías de la encuesta: Mejor futbolista revelación, mejor delantero y autor del mejor gol del campeonato. "Para mí fue el mejor gol convertido en toda mi carrera, porque además se lo hice a un equipo que siempre está ahí arriba y en un estadio como el Monumental, donde no es fácil marcar goles", afirma sobre su tanto a Colo Colo.
"Cuando chico era introvertido, malulo, bien alegre, tenía hartos amigos e iba con la pelota a todas partes. Nosotros como familia no veíamos que fuera a ser un hombre así tan grande y tan fortacho como se ve ahora". Renato Muñoz, tío del futbolista, es quien realiza el análisis, tras haber seguido de cerca la trayectoria personal y futbolística de su sobrino.
Una larga historia que comenzó a escribirse en el 483 de la Avenida Los Álamos, sede del CD Unión Victoria. "Él fue siempre de menos a más. Salió de aquí y después se fue a probar a Puente Alto. Al principio tenía que trabajar para poder pagar el viaje y recuerdo que en aquellos tiempos vendía incluso berlines para conseguir la plata", explica Alejandro Hormazábal, ex presidente de Unión Victoria y actual responsable de la Liga de Fútbol del Cajón del Maipo. "Él tenía que ir y venir de Santiago en micro. Sus papás le ayudaron mucho, pero fue bien sacrificada su vida. Llegó a trabajar en la construcción del metro para poder seguir jugando. Pocos jugadores han hecho tantos esfuerzos como Matías por llegar a donde ha llegado", corrobora su tío.
Luis Matte Larraín e Instituto Nacional vieron pasar por sus filas a un joven Matías Donoso que en 2008 decidió poner rumbo al recién fundado Unión Temuco, propiedad del ex futbolista Marcelo Salas, mucho más que un mentor para el delantero. "A Marcelo (Salas) le debo todo lo que soy como futbolista y lo siento como un integrante más de mi familia", apunta el goleador, quien tras cuatro años en la disciplina del elenco rojo, se ganó el cariño de la hinchada de Santiago Wanderers antes de confirmar su pase a Everton, eterno rival del equipo porteño y paradero previo a su desembarco en Cobresal: "Hice la vuelta larga y fue difícil, pero nunca me di por vencido. Si uno quiere, puede, y yo siempre quise. Nunca perdí de vista mi sueño de llegar a ser futbolista profesional".
Un sueño del que
Matías Donoso
no quiere despertar, pero que no le impide tampoco seguir viviendo con los pies en la tierra, su tierra. "Él sigue viniendo muchos domingos a alentar al equipo, es algo que nunca ha dejado de hacer. Recuerdo que siendo ya profesional, jugando en esa época por Unión Temuco, venía algunos fines de semana y si había partido jugaba también con nosotros, pero nos pedía por favor que no le cagásemos el tobillo", confiesa, sonriente, Hormazábal.
Y es que El Mati, nunca ha dejado de ser -aseguran sus allegados- el mismo tipo sencillo que salía a cazar conejos con los amigos o se pasaba las horas jugando fútbol en las canchas del Cajón hasta que el sol se ocultaba tras la cordillera. "De qué sirve agrandarte ahora delante de una gente que vivió contigo, que te conoce desde chico, que te vio ir a jugar con las zapatillas rotas o con un buzo todo cochino, comer ciruelas verdes en los potreros o jugar horas y horas en cualquier cancha del Maipo. Mantener la humildad es lo más importante", certifica, con voz temblorosa, el futbolista, quien asegura que debe seguir mejorando para recibir, algún día, el llamado de la selección. Renato, en cambio, no es tan paciente: "Desde San José de Maipo me gustaría decirle a Sampaoli que se acuerde de Matías Donoso, que es el nueve que necesitamos. Todo Chile lo ha visto y sabe que es el nueve que se perdió hace rato. El nueve clásico".
Un nueve por el que suspiran ya algunos de los clubes más poderosos del país. "Terminé contrato y hay una oferta para poder seguir en Cobresal, pero el club es realista y sabe que no puede competir con otros en algunos sentidos. Sólo espero que lo que venga sea mejor", reconoce el ya eterno dorsal 27 del cuadro albinaranja.
Un viento frío comienza a recorrer los pasajes cuando cae la tarde. Las luces de San José de Maipo iluminan las veredas. Y también un letrero, el de la calle por la que se retoma la carretera que conduce a Santiago y que tantas veces recorrió Donoso en su camino por inventarse a sí mismo: la Avenida del esfuerzo. "Miro hacia atrás, veo todas las cosas que he logrado y me siento orgulloso, porque no son muchas, pero sí importantes", culmina el Tanque de Victoria que guió a la victoria a Cobresal.