Conflicto, polarización, confrontación. La prensa y los analistas argentinos utilizan cualquiera de estos términos para explicar la nueva estrategia política del gobierno de Mauricio Macri: dejar a un lado el estilo dialoguista, la política zen que caracterizó los primeros 15 meses de gestión y salir a responder con firmeza a los sindicatos, a los piqueteros que cortan rutas, a los profesores que llevan un mes parando e impidiendo las clases escolares, y a la oposición kirchnerista.
Un giro en el estilo que se vio alentado por la masiva manifestación callejera en apoyo al Ejecutivo macrista del sábado 1 de abril en distintas ciudades argentinas, una demostración ciudadana que no quiso ser avalada por el gobierno, pero de la que después quiso sacar partido.
Así antes del paro nacional del jueves 6, convocado por la mayor central sindical del país, la peronista Confederación General del Trabajo (CGT), Macri llegó a tildar a sus dirigentes de "mafiosos". Pero no solo a ellos. "No podemos aceptar más comportamientos mafiosos en Argentina, mafias que están en los sindicatos, en las empresas, en la política y en la justicia. Voy a dar esa batalla, le vamos a sacar el poder a cada uno de esos mafiosos porque no construyen futuro; les ha ido bien con el modelo que construye pobreza, y no quieren trabajar por los laburantes (trabajadores), por el futuro", dijo el gobernante el 3 de abril.
Además, durante el paro nacional de la CGT, el gobierno envalentonado por el impulso de la manifestación del 1 de abril, no dudó y ordenó que las fuerzas de seguridad despejaran las rutas que grupos de piqueteros e izquierdistas habían cortado.
Quien ya había dado la pauta en el gobierno macrista para una línea de confrontación, había sido la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Ella se mantuvo firme y no cedió a las presiones de los gremios de profesores, controlados por militantes kirchneristas, en las demandas por aumentos salariales. Luego de tres semanas de paro, que impidieron el comienzo de las clases en esa provincia, la más poblada del país, los sindicatos de profesores decidieron poner fin a la medida de fuerza.
Los dirigentes de los docentes bonaerenses intentaron una nueva acción: llevar su reclamo a la capital, para lo cual intentaron el domingo 9 armar una gran carpa en Buenos Aires, frente al Congreso, para hacer permanente su protesta (tal como hicieron entre 1997 y 1999, durante el gobierno de Menem). Pero antes de que terminaran de instalarse, la policía, por orden del gobierno porteño, los desalojó.
En protesta, por esa medida, los docentes convocaron a un nuevo paro nacional, el martes, y Macri respondió: "Nos encontramos con gremios docentes que en vez de representar a quienes representan y dar el ejemplo y cumplir las normas, violan las normas y encima que las violan, como reacción hacen un día de paro nacional".
El giro en la estrategia de Macri -como una forma de "salir jugando" a consecuencia de que las noticias de una reactivación económica no llegan- tiene la vista puesta en las elecciones legislativas de octubre, donde el oficialismo necesita cosechar un triunfo, con tal de proyectarse hacia un segundo período presidencial y no convertirse en un mero intermedio entre un gobierno peronista y otro Ejecutivo peronista.
"En esencia la nueva política, admiten varios funcionarios (del gobierno), es la necesidad electoral de octubre. Resignados a que no ganarán votos gracias a una hipotética mejora de la economía, los cerebros del PRO (el partido de Mauricio Macri) idearon esta nueva y polémica estrategia, a la vez que alimentan la figura de la ex Presidenta Cristina Kirchner (CFK). La demonización del kirchnerismo, y la creciente idea de CFK candidata que eso acarrea, es la contracara de este fenómeno", escribió la revista argentina Noticias.