Dice que su último recital consistió en dos cuecas a capela. Fue en una sala de hospital, donde estuvo 27 días internado tras sufrir un accidente cerebrovascular el 31 de agosto del año pasado.
"Luego del accidente estuve 10 días borrado. Incluso con alucinaciones. Y el día 11 de septiembre volví a recordar", cuenta el poeta y cantautor Mauricio Redolés (63), quien llega a un café del barrio Brasil con bastón en mano.
"Salí del Hospital Clínico de la U. de Chile en silla de ruedas. Aprendí a caminar de nuevo. Tengo una relativa menor sensibilidad en la mitad izquierda del cuerpo. No puedo tocar la guitarra ni hacer acordes", señala el autor de ¿Quién mató a Gaete?.
Dos meses antes del accidente, había sido invitado por el editor Vicente Undurraga para formar parte de la prestigiosa colección de poesía del sello Lumen. Así surgió El estilo de mis matemáticas, antología que reúne escritos publicados y dispersos como Poemas Urgentes (1982), Poemas & canciones (1985), Tangos (1987) y textos más recientes como Los versos del Sub-teniente o Teoría de la luz propia (2011).
"Después de estar postrado ya era hora de decir algo", dice Redolés del volumen que fue editado y prologado por el poeta Yanko González, donde se refiere a su vínculo con la poesía anglosajona y a la oralidad de sus versos, de una obra que dialoga con la de Nicanor Parra, Roque Dalton y Claudio Bertoni. "Desarmonías, vibraciones inestables y afinaciones cambiantes que se emparentan con la sensibilidad cruda y descuidada del rock", apunta González.
"Hubo un tiempo en que una palabra/ revelaba la verdad// fuimos felices/ porque nos sobraban las palabras// hoy hemos vuelto a la orfandad del silencio/ y no tenemos palabras/ ni siquiera/ para agradecer al cielo/ tanto vacío", se lee en el poema Descabezado grande, que integra El estilo de mis matemáticas, que esta semana llegó a librerías.
Charing Cross
El vecino ilustre del barrio Yungay pasó los primeros años de su vida en la ciudad de Los Andes. Sus padres, Flor Bustos y Luis Redolés eran profesores. "Mi padre era una suerte de declamador de eventos y asados familiares, recitaba a Rubén Darío, Víctor Domingo Silva, y unos poemas sobre la bandera que el otro día le escuché a la doctora Cordero", dice Mauricio Redolés, quien tuvo a su madre como maestra los primeros años de escuela. "Ella era tan buena profesora que me dejó repitiendo tercero básico... En marzo del año pasado, a los 95 años, murió. La última foto donde aparecemos, ella está recitando un poema de Calderón de la Barca", comenta el creador de Bello Barrio.
Los días de tortura y cárcel, desde 1973 y durante casi dos años, el exilio de una década en Inglaterra, la lucha de clases, las mujeres y el rock, el amor y la pérdida, atraviesan los textos del artista que fue descubierto como poeta cuando fue telonero de Patricio Manns, en Londres.
"Era inicio de los 80 en la Casa Latinoamericana. Nunca había cantado ni leído mis poemas en público. En el acto, el plato fuerte era Manns. Yo leí un par de poemas como Decreto con fuerza de exilio", señala Redolés, quien al terminar fue contactado por una mujer llamada Mónica Tardito. "Ella quedó impactada y me pidió algunos poemas, porque me dijo que había una chilena en París, que estaba preparando una antología", dice refiriéndose a Soledad Bianchi, cuya antología de poetas jóvenes chilenos, Entre la lluvia y el arcoíris, apareció fechada en la ciudad de Rotterdam, en 1983. Entre los seleccionados estaban Raúl Zurita, Gonzalo Millán, Roberto Bolaño, Bruno Montané y Redolés.
La atenta lectura de Bianchi permitió que luego le hiciera el prólogo de su libro Notas para una contribución a un estudio materialista sobre los hermosos y horripilantes destellos de la (cabrona) tensa calma (1983).
Por esos años, en Londres, mientras estudiaba Sociología, compartió con el pintor Nemesio Antúnez. "Yo lo conocí recitándole los tangos", dice y recita de memoria el texto que ahora está incluido en El estilo de mis matemáticas: "Fue cuando me enamoré perdidamente/ de una cantante de cabaret de Charing Cross/ era bella como esas flores audaces/ de cementerios o jardines nocturnos...". Más tarde, Antúnez le entregaría los dibujos que ilustraron su libro Tangos.
Fue también estando en Londres cuando Redolés leyó poemas de Bolaño y Montané en la revista Canto libre, que le llegaba desde París. "Yo los amé de inmediato, me quedé para adentro, eran escritos extraordinarios", señala. No pudo conocer al autor de Los detectives salvajes: cuando visitó Chile, en 1999, casi asiste a un taller de poesía que él realizaba. "Nunca llegó. Yo tampoco insistí. Pero hace dos años Montané vino el país y le escribí un email. Vino a mi casa en calle Cueto y fuimos a comer empanadas. Fue una lección haber estado con él", recuerda el autor de Fulgor y muerte de John Lennon.
En este último tiempo, Redolés va a terapias, tres veces por semana, al Hospital de la U. de Chile. En momentos de espera apunta recuerdos para un libro de memorias que publicará a fin de año. "Es al estilo de Me acuerdo, de Georges Perec. Por ejemplo, ahora me acuerdo que debo rescatar la historia que contaba mi mamá de las profesoras tetonas de Concepción... En fin, también historias con mis abuelos, con mis tíos, mis primos, donde está presente la cultura oral", dice y cuenta que está terminando el disco Viejitas, pero enchuladas, una colección de corridos que incluye una serie de artistas invitados. "Y para un taller de poesía que preparo, los interesados en inscribirse pueden hacer consultas en el email bronkybeatchile@gmail.com", dice Redolés pasando el dato.
En el nuevo libro hay un poema que se llama Yo no soy el Bob Dylan chileno. Él es el Mauricio Redolés norteamericano. Sobre el Premio Nobel de Literatura 2016 entregado a Dylan, dice, que "es una exageración, la Academia Sueca se quiso pasar de lista, sin desconocer el valor de las letras de Dylan. Además, no se puede premiar a Dylan que es como Dios. Es de mal gusto premiar a Dios".