Jorge Sampaoli le movió el piso a Mauro Zárate ofreciéndole con insistencia la posibilidad de jugar el Mundial 2014 para Chile. Ese delantero intrépido, habilidoso y con gol, pero a veces con rasgos egoístas, pensó, pensó y pensó por estas horas. Se tomó su tiempo antes de entregar su respuesta. Sin embargo, en esa balanza imaginaria con lo que ganaría y perdería aceptando o rechazando esa seductora propuesta, finalmente optó por la opción "no".

Para desgracia de Sampaoli, el ariete de Vélez todavía sigue soñando con vestir la "Albiceleste". A juicio del círculo íntimo del delantero, el tiempo fue el principal obstáculo que frustró el aterrizaje de Zárate en Chile. "Mauro quiere jugar un Mundial. Eso está bien claro y es hasta obvio. El tema es que su sueño es hacerlo con la camiseta de Argentina. El sabe que es un milagro que lo citen para Brasil, porque Sabella ya eligió a sus delanteros, pero también se tiene muchísima fe y cree que estará en Rusia 2018", coincidieron un par de fuentes con acceso a quienes corren día a día detrás de la pelota junto a Zárate y comparten muchos minutos con él en la concentración.

A Zárate le encantó el interés que le demostró Sampaoli. A Zárate le gusta que el DT de Chile sea argentino. A Zárate le seduce el juego de la "Roja". A Zárate lo engancha la idea de compartir ataque con Alexis Sánchez. A Zárate lo desvela la posibilidad de jugar un Mundial. Ese cóctel, según uno de sus compañeros de equipo, lo empujó a la reflexión: "Lo pensó bastante, Mauro. Y hasta dudó". Pero no bastó.

Juega con los números, Zárate. Mira la fecha de nacimiento en su documento y lee: 18 de marzo de 1987. Significa que muy, pero muy pronto cumplirá 27 años. La cuenta resulta simple: pensando en 2018, estacionará en Rusia con 31 años, con una edad que lo muestra como perfectamente convocable si coincide, por ejemplo, con un nivel similar al actual. "Mauro está convencido de que al 2018 llegará bárbaro para jugar con Argentina", insisten en Vélez.

Zárate, que prefiere refugiarse en su familia, ayer comunicó a la pasada su decisión de seguir soñando con vestir la camiseta de su país. Eso sí, con los riesgos que aquello supone, que incluso lo dejarían sin jugar un Mundial en caso de no ser convocado en el futuro. Algo con lo que lo quiso seducir Sampaoli, pero quedó claro que no alcanzó.