Max Berrú (73) cuenta que han existido dos episodios que funcionan como alicientes, como estímulos fundamentales cuando la fortuna se pone esquiva. A mediados de agosto viajó hasta Ecuador -su país de nacimiento, la tierra que dejó en 1962 para después integrar el origen y el suceso de Inti-Illimani- para realizar un concierto frente a toda su familia, cerca de cien personas, además de recibir varios reconocimientos y gestionar un libro con su vida.
Y esta noche tendrá un homenaje en el Teatro Municipal de Ñuñoa, donde desde las 19.30 horas gran parte de sus contemporáneos -Illapu, Santiago del Nuevo Extremo, Amaro Labra, Pancho Villa, los Inti de la facción Coulon- animarán un evento solidario para ir en ayuda del músico, diagnosticado hace poco más de un mes de un mieloma múltiple (tipo de cáncer de la médula ósea) que hoy lo tiene bajo un riguroso tratamiento, el que incluye seis quimioterapias.
"Estoy tranquilo y contento, porque me siento bien. He vivido con normalidad y tranquilidad una experiencia que para mucha gente puede ser tremenda. Pero no hay tormentos ni miedo", revela ante la enfermedad que hasta hace poco lo tuvo internado y pesando cerca de 58 kilos, pero que no le impide desarrollar con cierta normalidad la agenda de shows con su actual conjunto, Los Insobornables.
"Yo he sido un hombre de bien, un hombre bueno y solidario. He sido preocupado por los demás y eso hace que a uno lo quieran. Además, gracias a todo el trabajo con el Inti, primero en la campaña de Allende, luego en el exilio, mostrando nuestro apoyo desde el primer día del Golpe. Este grupo es una de las cosas más importantes a las que he contribuido en mi vida. Me siento querido y me siento feliz. Y si me toca morir, me muero feliz".
Avecindado en Chile desde el mismo año en que el país organizó el Mundial de fútbol, Berrú llegó en barco ("a las nueve de la mañana en Valparaíso", agrega con detalle), precisamente como parte de una delegación ecuatoriana de fútbol. Se quedó buscando un destino y a mediados de los 60 entró a estudiar Ingeniería Mecánica en la en ese entonces Universidad Técnica del Estado, donde conoció a Horacio Durán y Jorge Coulon, el embrión de Inti-Illimani, al que más tarde se sumaría Horacio Salinas.
En esa sociedad artística, el instrumentista fue esencial no sólo en los años formativos de la banda, sino que también en los días que dieron cuerpo a la Nueva Canción Chilena: si el género basó parte de su riqueza creativa en los diálogos que estableció con otros sonidos latinos -el son cubano, el folclore argentino o las variantes tropicales del Caribe-, Berrú fue uno de los grandes responsables de tal mestizaje, además de transformarse en uno de los miembros más reconocibles de la agrupación. Toda una travesía que culminó en 1997, con su retiro del grupo luego de tres décadas y 25 discos, a las puertas de la fractura que siete años después los dividiría en dos alineaciones rivales: el Inti Nuevo (de Jorge Coulon) y el histórico (de Horacio Salinas).
"Creo que se ensució el legado del grupo y me dio mucha pena cuando me enteré de eso, sobre todo por los valores éticos y morales que transmitíamos. Fue una decepción", califica Berrú. E incluso en la compleja etapa que hoy atraviesa, el artista ha vuelto a enfrentar las grietas de antaño. "Yo he estado enfermo, ¿y quién me ha llamado? Horacio Durán y José Seves. Pero Salinas no. No me importa, pero igual debe sentirse mal, porque sabe que yo sé cómo es él. No es fácil convivir con alguien que hace una selección de las amistades. Yo lo encuentro arribista. Para mí entró en una tierra casi del olvido", enfatiza en torno al actual presidente de la SCD.
Luego profundiza: "Todos estaban peleados en el último tiempo. Para mí el principal culpable es Horacio Salinas. Él quiso hacer todo. Lo blindamos para que sólo fuera director musical, nosotros nos encargábamos del resto. Pero no se pudo, no quiso. Tengo la impresión de que él quería tener su propio grupo. Pero éramos seis y todos decidíamos, no le permitimos que tomara ese rol. Quería también sacar a algunos integrantes, pero ellos vivían de ese sueldo. En cambio Salinas no, el ganaba mucho más que nosotros porque tenía los derechos de autor".
El ecuatoriano también recuerda que cuando renunció a su banda de toda la vida, propuso armar la Corporación Cultural Inti-Illimani, consagrada a administrar el patrimonio de los músicos: todos sus compañeros se negaron. En retrospectiva, Berrú precisa que sus mejores recuerdos están en la intensidad de los años 60 y 70, sobre todo cuando forjó una entrañable amistad con Víctor Jara.
De hecho, en los 15 años que vivió en el destierro en Europa, siempre lo sobresaltó un sueño que se repetía una y otra vez: "Me dolió tanto su muerte que empecé a soñar que estábamos ensayando con el Inti dentro de un garaje y venía un remolino que depositaba a Víctor en el centro del lugar. Venía de otra parte, ya no estaba en la tierra. Conversábamos, daba ideas y luego el viento se lo llevaba otra vez. Estaba tan obsesionado que le pregunté a una psicóloga lo que me pasaba. Me dijo: 'no se preocupe, cuando usted vuelva a Chile y no vea a su amigo, nunca más va a soñar con él'. Y así me pasó".
El cantante cree que los múltiples homenajes a Violeta Parra impulsados por su centenario deberían replicarse con alguna efeméride alusiva a Víctor Jara, como una forma de reverenciar su figura con mayor continuidad. "Deberían haber más tributos, porque él fue el más grande y todos le debemos algo", sentencia el músico, hoy mirando en reversa y ajustando cuentas con el pasado ante uno de los mayores desafíos de su vida.