Privilegio o inmunidad propia de un jugador que defiende a un equipo grande del fútbol mundial, Sergio Ramos, defensor del Real Madrid, protagonizó el mayor escándalo arbitral de la historia del Mundial de Clubes.

En los 89' de la final del certamen, frente al equipo japonés Kashima Antlers, el zaguero merengue cometió una fuerte entrada sobre el nipón Mu. A cualquier jugador en el mundo, la falta le habría significado la segunda amonestación y, por ende, la expulsión del campo. El juez de Zambia Janny Sikazwe alcanzó a meditarlo, pero, increíblemente, se arrepintió en el camino.

El árbitro africano alcanzó a tener la tarjeta en sus manos. Fue en ese momento cuando los jugadores de la escuadra hispana lo asediaron.  Incluso, el portugués Casemiro se atribuyó culpabilidad para salvar a su compañero. En el tumulto, el juez se arrepintió.

De nada sirvió, tampoco, la posibilidad de recurrir a la videoreferencia, como exigieron desde la banca del Kashima Antlers. El escándalo se selló con una determinación insólita: no hubo amonestados. Ni siquiera el "solidario" Casemiro, quien estuvo dispuesto a inmolarse por el histórico defensor merengue.

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