Cada Viernes Santos, el barrio de San Pedro de Cutud, en la localidad de San Francisco, Filipina, acoge a media docena de religiosos para realizar una colectiva crucifixión, donde son clavados en cruces de madera emulando a Jesucristo.
Son seis penitentes los que esperan su turno desde tempranas horas de la mañana para ensartarse en las cruces con cuatro clavos de acero de diez centímetros, dos atravesando las manos y otros dos atravesando los pies. Los penitentes deben permanecer en la cruz durante alrededor de diez minutos hasta que sean bajados y reciban asistencia médica.
Los devotos deben llegar al montículo de las crucifixiones en San Pedro Cutud tras recorrer descalzos unos 50 kilómetros, portando una cruz de más de 25 kilos de peso sobre sus hombros.
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Estas escenas son parte de la Semana Santa en Filipinas, donde algunos creyentes buscan la redención experimentando en sus carnes los tormentos que sufrió Jesucristo en el Calvario según el relato bíblico.
Con esta ceremonia, que se realiza hace más de 50 años en Filipina, los devotos buscan limpiar sus pecados, agradecer milagros y pedir deseos, experimentando el martirio de Jesucristo camino del Calvario.
El "Jesucristo de Pampanga", Ruben Enaje, de 57 años fue hoy crucificado por 31 año consecutivo ante la mirada de 60 mil personas que asistieron al famoso rito anual. Con el, otras cinco personas se crucificaron, nueve más en diversos lugares de la provincia de Pampanga y otros tres –entre ellos una mujer, en la vecina provincia de Bulacan, también al norte de Manila.
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"Es imposible describir lo doloroso que es cuando te atraviesan los clavos y la sangre comienza a manar de tus manos y tus pies, o cuando estás arriba y tienes las extremidades clavadas y no las puedes mover", relató Ruben Enaje a agencias. "Llevar la cruz es la verdadera penitencia, ya que provoca secuelas que duran hasta cinco meses", relató.
La Iglesia católica filipina, que ostenta una fuerte influencia en la excolonia española, suele considerar impropios este tipo de comportamientos, aunque tampoco se opone con contundencia.
El prelado asegura que cada año recomienda a sus feligreses abstenerse de martirios innecesarios, aunque reconoce que "la tradición es muy fuerte" y respeta la voluntad de los que deciden seguir al pie de la letra el camino del mesías.
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