Ni Israel ni los líderes palestinos tienen interés en que se investiguen los todavía desconocidos motivos de la muerte hace mañana cinco años de Yaser Arafat, opina Said A. Assaf, un bioquímico y nutricionista encargado de prescribirle los alimentos cuando enfermó.
"Nadie quiere saber, ni los israelíes ni los palestinos. Esta es la única razón por la que, nada menos que cinco años después, la muerte de Arafat siga siendo un misterio", asegura Assaf, en una entrevista telefónica.
El investigador, quien dirigiera el extinto Centro Nacional Científico Arafat para Investigaciones Aplicadas, se cuida de lanzar hipótesis rotundas o de dirigir un dedo acusatorio hacia personas concretas, pero defiende que el mítico líder palestino fue envenenado porque su desaparición "beneficiaba a mucha gente".
"Como en cualquier parte del mundo, cuando desaparece el máximo líder, las personas de su alrededor se aprovechan de ello. Su muerte benefició a mucha gente que ahora tiene poder... pero prefiero no profundizar en este tema", agrega.
La muerte de Arafat, cuyo quinto aniversario se conmemora mañana con actos oficiales y concentraciones en Gaza y Cisjordania, sigue envuelta en un halo de misterio, con teorías que van desde el envenenamiento (alimentario, por contacto físico o incluso a través de los oídos), el sida o una cirrosis no vinculada al alcohol.
El hospital militar de Percy (cerca de París), donde Arafat expiró tras dos semanas de permanecer ingresado, no contribuyó a frenar las especulaciones cuando en las 588 páginas de informe médico que entregó a la familia no determinó los motivos de la muerte más comentada en la calle palestina.
El centro médico no halló rastro de veneno conocido en el cadáver del fundador de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), pero Assaf considera que no se hicieron las pruebas necesarias para resolver la incógnita.
"Antes de su hospitalización, Abu Amar (pseudónimo de Arafat) perdía peso de una forma que he visto en animales en mi laboratorio cuando se les inoculaba veneno", apunta.
Doctor en bioquímica y nutrición, Assaf fue precisamente el encargado de prescribir alimentos al padre del nacionalismo palestino para que recobrase la vitalidad que le caracterizaba y asombraba a muchos de sus asesores.
El científico apunta además que en los últimos días de agonía de Arafat en Francia no se permitió a su médico de cabecera de toda la vida, el jordano Ashraf al Kurdi, que lo revisara, lo que a su juicio sustenta aún más la tesis del envenenamiento.
El problema, argumenta, es que la opción del asesinato no ha sido realmente investigada, pese a que bastaría con "pedir a Suha Arafat (la viuda del rais) o a otros familiares" que facilitasen "algún resto de pelo o uñas que seguramente guardan o podrán obtener de alguna forma" para hacer un análisis bioquímico.
"No estoy diciendo que haya que abrir la tumba de Arafat, pero aquí nadie ha hecho un análisis toxicológico en base a los metales pesados, que se estudian en la búsqueda de venenos", dice.
Pese a su convicción de que Arafat fue envenenado, Assaf critica el "globo sonda" lanzado el pasado julio por Faruk Kadumi, dirigente de Al Fatah marginado de la actual dirección, al acusar al presidente, Mahmud Abás, de haber participado en una supuesta conspiración para asesinar a su entonces superior, organizada por los servicios secretos israelíes.
La denuncia devolvió el caso a la palestra y llevó a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a decretar la clausura luego levantada de la oficina del canal de televisión "Al Yazira" en la ciudad cisjordana de Ramala, con el argumento de que incitaba contra ella y la OLP al reproducir insistentemente las palabras de Kadumi.
Pero sobre todo impulsó al movimiento nacionalista Al Fatah a establecer un mes después, en su sexto congreso, una comisión para investigar el fallecimiento de su mítico padre fundador, desde la premisa de que fue obra del Estado judío.
Días antes, el movimiento islamista Hamás, ansioso de marcar un tanto a su rival Al Fatah, había anunciado que los tribunales de la franja de Gaza, que está bajo su jurisdicción, aceptarán demandas judiciales para el esclarecimiento de lo que considera un "evidente" asesinato.
Assaf desconfía de estas iniciativas porque provienen del mundo político y no del científico.
"Lo que hace falta no son comisiones ni declaraciones lloricas sobre cuán grande era Arafat, sino químicos y toxicólogos que busquen la verdad de una historia que se está tratando de enterrar", concluye.