Un anciano en posición torcida apoya la cabeza en la barrera derecha de su catre clínico. Lo único que hace -o puede hacer- es mirar por la puerta que da al pasillo de la zona de hospitalización de la Posta Central, obviando las cinco camillas que lo rodean. El médico Jean Telo Noel (34) ha pasado, silencioso, tres veces por ahí. La última, el anciano figuraba con un cojín que algún doctor -que no fue Noel, porque nunca cruzó miradas con él- le puso entre el fierro y la cabeza para que siguiera vigilando a los aparecidos del pasillo con ojos muy abiertos, enfermos y salidos.
En la pieza vecina, los internados tienen reacciones corporales distintas: hay uno -de seis hombres ahí- que por su temple pareciera estar ahí solo por un procedimiento menor. Otro, casi al frente, mira absolutamente asustado. Es joven, de no más de 30 años, tiene unas mangueras introducidas en partes de su cuerpo que están conectadas a recipientes que bombean con un poco de sangre, y su piel es de color. A su izquierda, dos médicos chilenos lo examinan y anotan cosas que dicen en voz alta. Él no entiende nada. Frente a todos ellos se instala Noel.
El paciente y el médico son haitianos y esa visita no es casual. Noel es silencioso, pero imprescindible. Se para a los pies de la cama del enfermo mientras esparce el alcohol gel que hay a la entrada de cada habitación y que roció en sus manos. El joven que está frente a él fue operado de un pulmón por una infección. De hecho, hace un día perdió parte del órgano. Como consecuencia de la intervención, los médicos chilenos le revisan el torso, las heridas y escriben notas sin decirle nada. A ratos miran a Noel, que es quien tiene que estar aun más atento para, posteriormente, ayudar al joven de la manera más exacta y profunda posible: identificando cuáles son sus dolencias y traducir sus síntomas, las preguntas sobre su diagnóstico y el pronóstico de su enfermedad del castellano al creole, la lengua criolla haitiana. El mismo ejercicio lo realiza a la inversa, para poder dotar de información a los médicos tratantes sobre el paciente.
El chequeo es breve. Noel conversa con el joven, que apenas puede decir oraciones largas. Es como si susurrara y, aunque no lo hiciera, ninguno de los hombres que están en la habitación le entendería, a menos que manejaran la mescolanza de idiomas que se habla en Haití. Luego, al salir de ahí, Noel explicará de qué se trataba la conversación; que le contó cuánto tiempo tardaría su recuperación y que no tenía que preocuparse por estar solo en Chile, porque estaba él, y se iba a preocupar de su salud y evolución. También le dijo que estaba estable y que los pulmones se contraen cuando se perforan, lo que genera una sensación de debilidad al hablar, como un susurro.
Tras un apretón de manos, Noel se va.
¿Quién entiende a los enfermos?
Novedad no es. La llegada de inmigrantes al país tiene un aumento sin precedentes. Según el último informe de la PDI, publicado en febrero, son 477 mil los haitianos que habitan actualmente en Chile. De ellos, según la información entregada en la Cámara de Diputados por el director general de Asuntos Consulares y de Inmigración del Ministerio de Relaciones Exteriores, Carlos Appelgren, "más de 8.600 haitianos entraron a Chile en el último mes". Esa cifra, aseguró, se enmarca dentro un número aun más grande: son 44.846 ciudadanos haitianos llegados al país desde el 1 de enero al 26 de julio.
La gran mayoría de ellos llega al país sin siquiera saber palabras básicas para comunicarse. De ellos se encarga la comunidad haitiana. También fundaciones que intervienen espacios habitados notoriamente por haitianos -como el barrio Yungay- para ayudar a superar la barrera idiomática y poder comunicar asuntos básicos, aunque no es suficiente.
El panorama es complejo. Sumada a la estigmatización por enfermedades como la lepra y la tuberculosis ante pacientes extranjeros, hay algo que les afecta realmente: la barrera idiomática a la hora de ir a un doctor. Enfermarse, para un haitiano, es complicado. Sergio Sánchez, director de la Posta Central -principal centro de atención de urgencias médicas de adultos de la Región Metropolitana- afirma que "no se les entiende nada, porque su idioma es una mezcla de cinco lenguas. Todos creen que es francés, pero no es así, son muchas otras". Ante el caos, buscó una salida. Cuando llegaron los primeros pacientes al recinto hospitalario, Sánchez identificó a funcionarios con conocimientos de francés para poder comunicarse, al menos con monosílabos, con los pacientes haitianos que llegaban semanalmente al lugar. Posteriormente, y a través del mismo idioma, se puso a disposición de esa labor a una psicóloga de enlaces que mantenía contacto estrecho con trabajadores haitianos que prestaban distintos tipos de servicios a la institución.
[caption id="attachment_844389" align="alignnone" width="840"]
En la foto, Sergio Sánchez, director de la Posta Central; el médico Jean Telo Noel y Pedro Musalem, director de la Oficina de Integración.[/caption]
En esta cruzada de entendimiento, los últimos dos años han sido cruciales: como propuesta del Equipo Asesor Sectorial de Salud de Inmigrantes, del Ministerio de Salud, en la Posta Central recurrieron a traductores -a quienes llamaron "facilitadores interculturales- de creole a castellano para poder entender las necesidades y los síntomas de cada paciente. A esa iniciativa se han sumado comunas como Independencia, Santiago, Quinta Normal y diversas regiones del país que disponen de traductores en algunos de sus centros de salud. Esta mejora tiene alcances: dicha función se limita a asuntos inmediatos del paciente, no a un acompañamiento médico, y mucho menos a un diagnóstico más acelerado a quien lo necesite.
Ante la dificultad, "nos hicimos cargo", dice el director Sánchez. En diciembre pasado, tras una evaluación de cifras de inmigrantes dentro del recinto y una serie de conversaciones con el Ministerio de Salud, y la presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales Trans "Amanda Jofré", Alejandra Soto, el director Sánchez anunció la creación de la Oficina de Integración en la Posta Central, que quedó a disposición del médico Pedro Musalem, quien asegura que la iniciativa tiene que ver también con la mejor atención a grupos LGTBI e inmigrantes, entre otros. La idea tomó fuerza y se concretó, a favor de los haitianos, en febrero, con la llegada de Jean Telo Noel.
Profesional en español
Cuando era pequeño, Noel quería llegar lejos, aunque nunca pensó que llegaría tan lejos. En Haití creció en Jeremie, una ciudad al sur de la isla, que el año pasado fue arrasada por una tormenta que derrumbó la casa en la que creció junto a sus seis hermanos y sus padres. De pequeño, dadas las condiciones precarias de su país y la extensa demanda y poca oferta de casas de estudios universitarios, terminó su último año escolar convencido de convertirse en migrante. Al salir del colegio, en 2005, se fue a República Dominicana. "Antes de empezar la carrera de Medicina estuve un año aprendiendo español. Después fui a la universidad estatal y pude inscribirme en la carrera", recuerda Noel. En ese tiempo los estudiantes de Medicina provenientes de Haití superaban en número a los dominicanos matriculados.
Los plazos bien cumplidos para sacar la carrera solo anticipaban una decisión más extrema que la anterior: volver a Haití sin la especialidad médica o viajar con sus conocimientos de español a un país de Latinoamérica que le brindara mejores oportunidades laborales, económicas y académicas. En la búsqueda, un amigo de Noel le habló maravillas de un país al sur del mundo. Era Chile. "Acá llegué el 7 de marzo de 2016, como profesional, buscando una mejor forma de seguir con mis estudios profesionales", dice.
¿Le asustó la estigmatización cultural y de salud que hoy existe con los inmigrantes en Chile?
No. La migración en Chile tiene que ver con cómo está el país respecto de los de la región. Es estable económicamente y tiene una situación de salud mucho mejor. Y todo bien acá. Si uno se adapta a las situaciones y a la cultura, a uno le va mejor.
En los tres años posteriores a sus estudios en República Dominicana, Noel trabajó, se emparejó, tuvo un hijo, se separó y se emparejó nuevamente con una haitiana. A ella le queda un mes para terminar su carrera de Medicina. "De ahí va a poder venir y yo me voy a sentir mucho más seguro. Mi hijo, en cambio, puede venirse a estudiar aquí cuando crezca y termine su bachiller", dice.
Los planes que Noel verbaliza no son los que podía tener hace un año. A diferencia de lo que pensaba, la llegada a Chile fue compleja. Mientras esperaba revalidar sus estudios y el reconocimiento del título profesional a través de la Universidad de Chile, organismo delegado por el Ministerio de Educación para hacer dicho trámite, trabajó como cocinero en el Hotel Diego de Almagro. Mientras, se involucró activamente en la organización haitiana en Chile, donde adquirió reconocimiento por apoyar el luto migratorio de quienes llegaban a al país.
El letargo terminó en febrero. Ahí, Noel pasó a ser parte de los 22 profesionales de nacionalidad haitiana -según cifras entregadas por el ente revalidador- con estudios cursados en República Dominicana y Cuba. De dichas solicitudes, dice el documento al que accedió Reportajes, dos de ellos corresponden a médicos cirujanos, "que actualmente se encuentran cumpliendo exigencias" en el país. Sabida la noticia, por medio de la organización de haitianos, presentó su currículum en la Posta Central. Ahí llegó sabiendo que había traductores y que, pese a todo, no era mejor que tener un médico haitiano atendiendo a un compatriota.
Inmediatamente le dieron el sí, yendo de la mano con el plan de integración de Musalem y Sánchez, quienes no ocultaron la necesidad existente. "Es un paso importante. Hay un problema de mis compatriotas en temas de salud, porque hay una barrera de idioma entre el usuario y los profesionales, y en la salud es fundamental la buena comunicación", dice Noel.
Durante 2016, fueron 43 los pacientes haitianos que se atendieron en la Posta Central. En lo que va del año, Noel atiende a seis pacientes por día. Su compañía, dice, no es solo médica, sino que también psicológica. "Muchos de ellos están solos y sienten alivio de ver que alguien los entiende y no solo funciona de traductor, sino que de ayuda concreta", dice el médico.
El anuncio de su llegada fue un tema. Tanto que trabajadores sociales, enfermeros y desde la Oficina de Integración le pidieron hacer clases de creole a funcionarios que hoy asisten dos veces por semana, durante dos meses, a un intensivo de conocimientos básicos para entender a un paciente. La clase dura una hora y el número de convocados varía según las funciones de cada uno. Hace semanas, tuvo 80 alumnos en un auditorio. Con él, repiten una y otra vez lo repasado hasta poder aplicar lo aprendido en pacientes.
Noel vive en Santiago con uno de sus seis hermanos -todos profesionales- y traduce a los enfermos. Eso, por ahora, mientras encuentra universidad para realizar su especialidad en obstetricia y decida volver a su país. "Allá quiero tener un centro médico por la necesidad del servicio de atención en salud que tiene Haití. Ese es mi principal objetivo: ayudar más de lo que hago hoy a mi pueblo".