Un notebook sobre una mesa de centro resalta dentro del pequeño departamento que Manhal Masaoud Chreiba (48) arrienda en calle San Francisco con Santa Isabel, pleno centro de Santiago. El computador se ha vuelto su principal compañía. Y también la herramienta que lo ayuda a practicar su español y a preparase día y noche para rendir el Examen Unico Nacional de Conocimientos de Medicina (Eunacom), el próximo 14 de diciembre.
A diferencia de los otros 2.782 postulantes extranjeros que buscan trabajar como médicos en la red pública, Masaoud es el único sirio inscrito para dar la prueba, que será clave para forjar un futuro a casi 13.451 kilómetro de su ciudad natal, Latakia. Lejos quedó también su hija Kamar (Luna, en árabe), quien estudia medicina en Polonia, a salvo de la guerra.
¿Por qué decidió venir en Chile?
Fue una elección, no me vine como refugiado, vine a trabajar. Estuve 20 años en Arabia Saudita como médico general, tenía un buen pasar, pero como hace dos años empezó a cambiar la situación para los sirios allá, todo se volvió complicado y por eso decidí salir. Nos vinimos hace 10 meses.
¿Intentó volver a Siria?
Cuando decidí dejar Arabia Saudita, me encontré con la guerra en mi país, entonces no pude regresar y empecé a buscar un país seguro. Miré en internet, pregunté a mis amigos y conocidos, y todos me recomendaron venir a Chile.
¿Qué le decían sobre Chile?
Me lo recomendaron por la seguridad del país y por las oportunidades de trabajo para los médicos. Es un país que necesita muchos doctores, con gente muy amable. Al menos conmigo y mi esposa, la gente ha sido muy amable hasta ahora. Y nuestra idea es quedarnos para siempre.
¿Ha tenido alguna dificultad con sus papeles migratorios?
Uno de los problemas es que hace 10 meses no trabajo y tengo una demora con mi permiso de residencia, que está en reconsideración, pero no he tenido noticias en los últimos cuatro meses. Sin esa respuesta, no me permiten la visa de trabajo. Fui a un consultorio buscando trabajo, pero todos me preguntan lo mismo: por mi residencia, mi permiso de trabajo y el Eunacom. Y bueno, tengo que tener paciencia.
¿Teme reprobar el Eunacom?
Con el Eunacom no tengo problema. El idioma sí es un problema, pero estoy esforzándome y ojalá lo pase, porque el país necesita muchos doctores. Tengo 20 años de experiencia en grandes hospitales, trabajé en emergencia y en medicina familiar. Tengo buen trato con los pacientes, pero el Hospital de Melipilla, en el que pedí trabajo, no me reconoció el título de Siria. Me pasa seguido.
Pero con el Eunacom aprobado podrá trabajar...
Si paso el examen, no hay problema con el trabajo, pero el permiso de residencia es otra cosa. Cuando me vine me dijeron que podía trabajar y esperar a dar el examen, pero no ha sido así y ya van 10 meses. Ojalá que se resuelva pronto.
¿Dónde le gustaría trabajar?
Quiero trabajar en un hospital público, de todas maneras. Siento que ahí realmente puedo ayudar y es donde tengo más experiencia.
¿Cómo era su vida en Siria?
Después de graduarme en la U. de Tishreen, en Latakia, trabajé dos años en Siria. En esos años no había problemas, la guerra empezó en 2011. Me fui a Arabia Saudita en 1997, pero con la guerra la gente cambió y la vida se volvió muy difícil en Siria también. Antes la gente ayudaba sin preguntar. Con la guerra, la gente se volvió muy desconfiada.
¿Cómo ha sido su vida en Chile?
Mi mayor problema es el idioma. No tengo problemas con el inglés, pero acá no se habla mucho. Hice tres cursos de español en el Goethe Institute acá, pero como no he podido trabajar, tampoco puedo practicar. De los libros para el Eunacom entiendo todo, pero temo hablar mal.
¿Cómo obtienen ingresos?
Mi esposa es ingeniera mecánica y encontró trabajo en una empresa alimenticia. Para ella ha sido más fácil aprender español, todos sus compañeros son chilenos. Así hemos podido arrendar este departamento y mantener a nuestra hija en Polonia. Ella también tiene pensado venir a Chile cuando se titule.
¿Cómo están sus parientes en Siria?
Mi esposa tiene muchos parientes muertos, pero mi padre y mi madre están bien, en ciudades seguras. Yo tenía una casa en una zona más rural que le cayó una bomba. No quedó nada, afortunadamente la casa estaba desocupada, pero mucha gente que conocía murió alrededor.
¿Se ha sentido discriminado?
Nunca he sentido racismo en Chile. En estos diez meses la gente ha sido muy amigable. Nadie me pregunta de dónde vengo y no me tratan con desconfianza.
¿Se arrepiente de haber venido?
No. Me gusta estar aquí y quiero quedarme. Lo único que podría decir es que ojalá la gente hablara más inglés, sería más fácil para mí (ríe). Pero aprenderé español sí o sí. En cinco o seis meses seré un chileno más.