Sólo 20 kilómetros de hielo mantienen unidas a la plataforma Larsen C -al este de la península Antártica- con la barrera de 5.000 kilómetros cuadrados (y 175 km de largo) de su parte delantera. Al desprenderse, la masa de hielo se convertirá en uno de los mayores icebergs registrados.

Una ruptura que es inminente, dicen los científicos, aunque eso significa que puede tardar desde días a algunos meses, pero que los tiene atentos pues sólo en enero, la grieta avanzó 20 kilómetros.

Adrian Luckman, profesor de glaciología en la U. de Swansea, Reino Unido, e investigador principal del proyecto Midas, que estudia la grieta desde 2015, señala a La Tercera que si bien hay alrededor de 20 km de hielo entre la punta de la grieta y el océano, "es probable que la grieta no tome una ruta directa, sino que se fracture 30 ó 40 km más antes de que el desprendimiento ocurra".

La última imagen de la grieta data del 19 de enero. Si bien las imágenes satelitales de la plataforma están disponibles cada pocos días, la grieta sólo se puede ver en algunas, debido a que casi siempre está nublado, explica.

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Heidi Sevestre, investigadora de la U. de St. Andrews y parte de Midas, explica que los desprendimientos de icebergs desde las plataformas de hielo ocurren todo el tiempo, pero lo que hace a este especial es el gran tamaño que alcanzará (es el 10% del tamaño de la plataforma) y qué tan rápido la grieta se está propagando a través de la plataforma. "El iceberg será uno de los diez más grandes observados", dice.

El peligro, sin embargo, no es el aumento del nivel del mar -que no provocará, pues ese hielo ya está flotando en el mar-, sino el impacto que tendrá al interior de la Antártica.

Gino Casassa, glaciólogo de Geoestudios y académico de la U. de Magallanes, dice que el rol que este tipo de barreras tiene es fundamental para mantener el hielo antártico, que es afectado por el agua de mar, cuya temperatura está subiendo. "Son barreras que ofrecen resistencia. Una vez que colapsan estas plataformas, el hielo fluye con menos resistencia, eso puede provocar un colapso en poco tiempo", señala.

Eso ya pasó en las plataformas A y B, más al norte de la península, que se desprendieron en 1995 y 2002. "Cada una de estas plataformas provocó una desestabilización de los hielos interiores. Estas plataformas, mucho más allá de su entorno inmediato, tienen influencia en los hielos interiores, que al ofrecer menor resistencia al agua de mar que entra a la plataforma, comienza a acelerar el desprendimiento de glaciares. Pueden acelerarlo más de 5 veces su flujo normal", indica Casassa.

Cuando el iceberg de Larsen B se desprendió en 2002, la plataforma completa se desintegró en unos meses, por lo que algunos científicos temen que pueda ocurrir lo mismo, sin embargo, no hay cómo saberlo.

Sevestre indica que tampoco se sabe si el resto de la plataforma se va a desprender o no, porque podría no ocurrir. "Sólo el tiempo lo dirá. Con nuestros modelos computacionales hemos visto que diferentes escenarios podrían impactar la plataforma después del desprendimiento, uno de ellos es un completo colapso de la plataforma de hielo. Pero en este momento, no podemos predecir qué pasará después" asegura. "Es imposible saber con certeza", agrega Luckman.