Lo que más sorprendió a los miembros de la banda de rock Sinergia fue que la niña aprendiera la canción que le habían pedido tan rápidamente. Eran los ensayos previos a su show dentro de la Cumbre del Rock Chileno y habían decidido invitar a Mel Contreras Díaz (11) a cantar dos canciones junto a ellos. La conocían por los talleres que el baterista de la banda, Bruno Godoy, realizaba junto a las Escuelas de Rock en distintos hogares del Sename. Sabían que le gustaba el rap, que tenía facilidad para improvisar y que, a su corta edad, tenía claro que quería ser cantante.
Habían tocado juntos en otros lugares, pero este escenario era distinto. La banda se preparaba para empezar a celebrar sus 25 años de trayectoria en ese show. Además, iba a ser la primera vez de Mel en el Estadio Nacional y frente a tanta gente.
Sin embargo, la niña no se achicó.
Le pidieron que aprendiera la letra de Te enojái por todo en tres días. Ella lo hizo en dos. También discutieron por la vestimenta que iban a usar en el concierto. Los músicos querían que toda la banda vistiera un traje plateado y le propusieron a Mel que hiciera lo mismo. La niña se negó, porque la propuesta iba en contra de su forma de vestir. "Ellos entendieron que ellos tienen su estilo y yo tengo mi estilo rapero", recuerda Mel. Finalmente, ella junto a su madre diseñaron el vestuario. Jockey, lentes oscuros, pantalones rasgados y una polera verde flúor.
La niña estaba lista para el gran show.
El 7 de enero, el día de la Cumbre del Rock Chileno, Mel llegó temprano al estadio. Pudo probar sonido como una profesional, aunque los sonidistas no estaban acostumbrados a trabajar con niños. Pese a que iba a estar frente a 30 mil personas, Mel no se mostraba nerviosa. Eso sí, estaba muy emocionada. Aparte de la canción de Sinergia, iba a cantar una canción llamada A mi madre y mi familia, que había sido compuesta por ella dentro del Cread Galvarino, dependiente del Sename, donde vivió por dos años.
La letra lo dice todo: "No quiero estar con gente mala, con gente horrenda. Tienen que puro luchar hasta el final".
Todo salió bien. El público en el Nacional vio emocionado cómo la niña saltaba y cantaba con un desplante inédito. Los miembros de Sinergia se sorprendieron por la energía de Mel. Se movía más que ellos y no parecía que era su primera actuación en un show de alta convocatoria.
Según medios especializados, fue uno de los puntos más altos del concierto.
Tras el escenario, Mel fue una más de todos los artistas que se reunieron para el festival. Compartió con Los Tetas, Saiko, Sergio Lagos, De Kiruza y Sexual Democracia, quienes la felicitaron y le dijeron que querían trabajar junto a ella. También se acercó el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, quien la tomó en brazos y le dijo que era muy talentosa, que venía de una familia de mucho esfuerzo y que su talento no se podía perder. Conversaron un buen rato en privado atrás de los escenarios. Mel había llamado la atención de todos, e incluso tuvo que esconderse un rato en los baños, porque la prensa quería entrevistarla, pero ella no quería saber nada de eso.
Aunque su show había sido a eso de las cuatro de la tarde, la niña se quedó en el estadio hasta el final de la cumbre, pese a que el festival se extendió hasta medianoche. La niña quería cumplir el sueño de conocer a su ídolo, Jorge González, quien ese día se despedía de los escenarios. Cuando finalmente el ex líder de Los Prisioneros llegó al Nacional, Mel pudo acercarse durante unos segundos. Se saludaron y se felicitaron.
Su madre solo miraba, emocionada.
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Cuando María Díaz (50) supo que estaba embarazada por tercera vez tuvo dudas. Si bien su hija mayor, Belén, no había nacido con problemas, su segundo embarazo sí le había traído complicaciones. A Jesús (25) le habían diagnosticado hidrocefalia y nació con retraso. La vida no había sido fácil a partir de eso. Venía de una familia de escasos recursos, vivían en un pequeño departamento en un block en Peñalolén y los gastos médicos eran altos. Lo que le preocupaba a María era el pronóstico de los médicos. Tenía 40 años y era su tercer embarazo. No era recomendable tener hijos a su edad. Era probable que la niña naciera con dificultades.
Finalmente, Mel Contreras nació el 27 de abril de 2006. Los médicos se dieron cuenta de que venía con una pequeña enfermedad que podía evolucionar y tener consecuencias más graves. Recién nacida, estuvo 28 días hospitalizada, pero quedó sin secuelas.
Desde pequeña, Mel llamaba la atención por su energía. Aprendió a caminar a los ocho meses. Estaba moviéndose todo el día y cantaba frente al espejo. Por ser la menor, era la regalona de la casa.
La vida de toda la familia cambió tras el cáncer en la nariz que le diagnosticaron a Belén, la mayor de los hermanos. Los médicos no le dieron más de ocho meses de vida, pero ella duró cinco años. El tratamiento era caro, incluía quimioterapia y la fue debilitando poco a poco. Pese a su estado, Belén se negaba a quedarse encerrada en la casa y salía con sus amigos a bailar gracias a la morfina que le suministraban. El día en que murió, Mel estaba jugando en su casa y vio agonizar a su hermana. La niña gritó y se encerró en su pieza y desde allá vio cómo su madre pedía ayuda desesperada a todos los vecinos del edifico.
El golpe fue devastador para todos.
Tras perder a su hija mayor, María Díaz entró en una depresión profunda. Se separó de su marido, con quien no se llevaba bien desde hacía rato, perdió su trabajo y dejó de prestar atención a sus otros hijos. Pronto empezó a abusar del alcohol para evadir la realidad. "Me preguntaba por qué me habían pasado tantas cosas", recuerda. "Enterrar a una hija es un golpe muy fuerte. Incluso, pensé en el suicidio".
Sin un padre presente y con una madre perdida, los Tribunales de Familia intervinieron. La decisión fue que María no podía hacerse cargo de los niños y debía entrar a un tratamiento para dejar el trago y superar su depresión. Jesús era mayor de edad, por lo que se fue a vivir a la casa de la familia de su papá. Mel, por otro lado, quedó a cargo del Sename, siendo derivada al Cread Galvarino .
En el Sename, Mel no lo pasó bien. Se sentía encerrada en una cárcel. Tenía problemas con las personas que trabajan ahí debido a que no quería hacer nada. Los sicólogos diagnosticaron una depresión infantil. La pérdida de su hermana mayor, de la cual era muy cercana, y el alejamiento con su madre fueron golpes demasiado duros. Se subía al techo para reclamar. Ella quería volver a su casa.
En Galvarino, Mel coincidió con Lissette Villa, la niña que murió dentro del Sename hace un año, desnudando todas las falencias de la institución.
Las dos compartían habitación y se hicieron amigas. Jugaban juntas y también peleaban: "Mel me contó que se llevaban bien, pero que discutían", recuerda María Díaz. "Lissette le robaba la comida que yo le iba a dejar, porque a ella no la iban a ver". Según su madre, la niña vivió los mismos malos tratos que sufrió Lissette en el hogar. "Una vez me contó que una de las tías le metió los dedos en la garganta para hacerla vomitar", dice.
El psicólogo del Cread Galvarino, Claudio Vega, cuenta en el expediente del caso que Mel fue testigo de la muerte de Lissette: "M. dice que estaba ya duchada, cenada y acostada y me cuenta que observa una contención indebida: que a Lissette la dan vuelta boca abajo las educadoras" y que contenían la cabeza y las piernas de la menor apoyadas por toallas. "M. dice que Lissette se comienza a orinar, expulsa gases, me dice que ve el labio de Lissette sangrando y que una de las educadoras hace comentarios inadecuados, como 'qué asco, después te vas a tener que bañar sola, qué lindo lo que hace'. M. añade que luego que Lissette se queda quieta, la sueltan, le piden que se levante, pero que la niña no lo hace y se asustan".
María supo lo que había pasado por su hija: "Una vez íbamos caminando y me dijo que a la Lissette le había pasado algo. Ahí me contó todo", recuerda.
Hoy, Mel es un testigo clave del caso. Aceptó declarar en la fiscalía para, según su madre, hacer justicia. Después del episodio tuvo que recibir ayuda psicológica y psiquiátrica debido a la revictimización. Hasta hace poco, Lissette se le aparecía en sueños.
Después de su hermana, era la segunda persona a la que veía morir en su corta vida.
En febrero de este año, Mel pudo salir finalmente del Sename. María demostró a los tribunales que se podía hacer cargo de su hija después de dejar atrás la depresión y el alcoholismo. "Cuando me la quitaron, dije hasta aquí no más. No puedo perderla", dice María.
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Mel Contreras cuenta: "Por una parte, igual fue bueno irme para allá, si no hubiese ido, no hubiese conocido a los tíos. Y no estaría en este momento, no habría cantado en la Cumbre del Rock".
Su paso por el Sename quedó atrás y ahora sólo vive como una inspiración para sus canciones. Las letras que ha escrito, en general, hablan de la familia, de la violencia contra los niños y de la libertad.
Dentro del hogar conoció a Bruno Godoy. El baterista de Sinergia participa en el programa Liberando Talentos, de las Escuelas de Rock, haciendo clases de música a niños.
Allá se dio cuenta del potencial que tenía Mel Contreras para improvisar canciones. Godoy tocaba y la niña iba sacando letras rápidamente. Esa naturalidad le llamó la atención y empezó a trabajar junto a ella. Primero, la invitó a conocer al resto de la banda y, luego, a presentarse junto a ellos en distintos shows. El talento de Mel se hizo conocido rápidamente. Además de cantar, toca la batería y está aprendiendo a usar un teclado que su madre le compró. A los 11 años, la niña ha pisado varios escenarios en Chile. Primero en el Zócalo de Recoleta y luego en el Rockódromo de Valparaíso, donde cantó junto a Los Tetas.
Después de la Cumbre del Rock, Mel y su madre han vivido situaciones que no esperaban. "Un día íbamos en la micro y una persona miraba mucho a mi hija", recuerda María Díaz. "Se acercó y le preguntó si era la niña que había cantado con Sinergia en la cumbre. Le dijimos que sí y le empezó a sacar fotos".
Aunque su hija se mueve con mucho desplante en el escenario, a ella le gustaría pasar más desapercibida. "Esas cosas no me gustan", reconoce Mel.
La música le ha cambiado la vida, pero no sus responsabilidades. En las Escuelas de Rock la apoyan en todas sus actividades, pero con una condición: mantener buenas notas en el colegio. Mel actualmente está en séptimo básico. Aunque le cuesta estudiar, lo pasa bien. Allá juega fútbol junto a sus compañeros y, por supuesto, no tiene problemas en cantar. Ya ha actuado en un bingo y se está preparando para un concurso de talentos. "La profesora nos dijo que el premio era una bicicleta, por eso quiero ganar el concurso", cuenta la niña.
Una de sus canciones favoritas es Sacar la voz, de Anita Tijoux, quien además es su gran referente dentro del hip hop nacional. "Mi sueño es llegar al Festival de Viña", reconoce Mel Contreras.
La incipiente carrera de la niña parece en ascenso. Ella se sigue perfeccionando en la música, ensayando por largas horas junto a Bruno Godoy después del colegio. Además, se encuentra grabando un videoclip de su canción Para mi mamá y mi familia, que va a integrar imágenes de su actuación en la Cumbre del Rock y otras tomas en distintos lugares de Santiago. También se está preparando para, a mediano plazo, lanzar un disco propio.
Para este objetivo sigue componiendo canciones. Su última creación no tiene título, pero la letra está lista. Es una obra casi biográfica. La letra dice así: "Yo antes estaba en la casa, y yo me vine a mi hogar, porque mi hermana se murió y yo quedé muy apenada. Quiero sentir en mi corazón que todavía tengo a mi hermana. Y por eso es que yo vengo a cantar mi rap".