Los juicios de Oscar Wilde (1854-1900) son tan famosos como cualquier cosa que haya escrito. Significaron la caída estrepitosa del autor en el momento de su mayor apogeo. En 1895 el marqués de Queensberry (padre de su amante, Lord Alfred Douglas, Bosie) inició una campaña de difamación acusándolo de homosexual. Wilde presentó una demanda contra el marqués. El escritor fue condenado a dos años de prisión y trabajo forzados.
Los hijos de Wilde, Cyril y Vyvian (nacidos en 1885 y 1886, respectivamente), no volvieron a ver a su padre. Cyril murió en 1915, durante la Guerra y Vyvian en 1967. Hijo de Vyvian, Merlin Holland (1945) se enteró tardíamente de su ascendencia, pero se ha convertido en un respetado estudioso de Wilde. Ha estado a cargo de una nueva edición de sus cartas completas, así como de la transcripción de las actas de los procesos en el libro El marqués y el sodomita. También co-escribió una obra teatral sobre esos juicios estrenada recién en Londres. Hoy a las 20.00, da una charla en la casa central de la U. Finis Terrae (Pedro de Valdivia 1509).
¿Quedó satisfecho con la puesta en escena de la obra sobre los juicios?
Muchísimo. Fue una especie de proceso orgánico escribirla junto con John O'Connor. Él trajo su experiencia teatral al texto y yo mi conocimiento de Wilde. La colaboración fue inesperadamente agradable y John encontró tres actores notables para representar 16 partes, casi de vaudeville a veces, pero que aumentaban la tragedia general de la historia.
¿Fue el proceso de Wilde el primer caso de celebridad judicial?
No estoy seguro. Por ejemplo, hubo el escándalo Royal Baccarat en 1890, involucrando al Príncipe de Gales. Pero estoy seguro de que es el más recordado hoy.
Se le ve a veces como estandarte del martirio homosexual o del nacionalismo irlandés, pero parece que esos asuntos no le importaban demasiado...
En realidad le importaban ambos, pero no en una forma de alta figuración. Se muestra un ardiente nacionalista en su correspondencia, siguiendo los pasos de su madre e incluso envía una copia de El príncipe feliz a (William) Gladstone, alabándolo y dándole las gracias por su postura sobre el Home Rule para Irlanda (estatuto que le daba cierta autonomía). Después de la prisión, dice en una carta a un amigo que la ley sobre homosexualidad necesita cambios, pero que "el camino será largo y manchado con martirios monstruosos". Pero él nunca se consideró un mártir. El martirio es una decisión consciente y él admite en muchas partes en De profundis que nunca habría sacrificado a sabiendas su arte por sus creencias en esa esfera.
Debe estar harto de ser visto como portador de un ADN sagrado...
¡Ciertamente! Me gusta pensar en mí mismo como un investigador cualquiera sobre Wilde, tratando de interpretar su vida y su obra, pero no de alguna posición especialmente privilegiada. De vez en cuando, tener que jugar el papel de "oso bailarín", por desgracia, va junto con el trabajo.
¿Hay alguna biografía de Wilde que recomiende?
La de (Richard) Ellmann es, sin duda, la más completa hasta la fecha, a pesar de sus defectos. Para obtener una imagen fiel del hombre creo que se necesita, además, asimilar los tres recuentos que escribió su íntimo amigo Robert Sherard, así como las que escribieron Hesketh Pearson, Frank Harris y Vincent O'Sullivan. Todas tienen faltas e imprecisiones, pero Wilde es una criatura tan complicada que hay que verla desde muchos ángulos diferentes.
En un artículo revalora la biografía hecha por Frank Harris...
Sí. Frecuentemente se le acusa de exagerar y de hacerse figurar en ocasiones en que no estaba, pero él conoció muy bien a Oscar y Robbie Ross, albacea literario de Oscar, quedó muy satisfecho. Es un libro atractivo y trae a Oscar a la vida.
Y ha criticado aspectos de la biografía de Richard Ellmann: como la foto de un presunto Wilde travestido como Salomé o la afirmación de que él murió de sífilis...
Sí, lo primero está ahora totalmente descartado y lo segundo seriamente cuestionado por la profesión médica sobre la evidencia disponible. Critiqué ambas cosas porque las consideré un intento cínico de sobresensacionalismo en una vida ya lo suficientemente sensacional sin aditivos artificiales.
Hay quienes dicen que uno termina teniendo la cara de su padre. ¿Y del abuelo? ¿Cree Ud. que la suya se asemeja a la de Wilde?
No lo sé. Tal vez. Quizás es más una ilusión de parte de aquellos que nunca lo conocieron y les habría gustado hacerlo. ¿Síndrome del oso bailarín de nuevo? Pero mi esposa dice que es porque estoy más viejo y más gordo de lo que yo era, que la gente empieza a ver algún parecido.
¿En qué cree que reside la vitalidad de Wilde como autor y como una suerte de mito?
En el hecho de que una gran parte de lo que él escribió, sobre todo en sus ensayos, todavía tiene importancia hoy, puntos de vista sobre la reforma social, los derechos de las mujeres, etcétera. Hay una inesperado Wilde "serio" que solo ha sido apreciado realmente en los últimos 20 años más o menos.